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—¿Te importaría llevar a Dylan al pueblo para lo de la vacuna? —le preguntó Peter a Lali aquella mañana, mientras desayunaban—. Había quedado con el médico en que lo llevaría hoy, pero me han llamado para decirme que Sun Dancer llega esta misma mañana, y tengo que estar aquí para firmar los papeles cuando lo traigan.

Sun Dancer era un semental purasangre que Peter había comprado para fortalecer los genes de su cabaña. Lali esbozó una sonrisa maliciosa. Sabía que lo de firmar los papeles era sólo una excusa, y que la verdadera razón era que estaba deseando que el animal llegara. Fuera cual fuera el lugar que ocupara en el corazón de Peter, tenía la sospecha de que su primer amor siempre serían los caballos.

—Claro, no hay problema —respondió, apurando su taza de café—. Además, a Dylan y a mí nos vendrá bien pasar la mañana fuera del rancho para cambiar un poco de aires.

Peter dio un respingo al oírla. Aquella frase le había recordado la aversión de Sheila por la vida en el rancho.

—Si no tuviera que quedarme para firmar esos papeles, lo llevaría yo mismo —repitió.

Lali no advirtió el tono extraño en su voz. Sencillamente se alegraba de poder hacerle un favor. No podía saber que sus palabras habían hecho que un escalofrío recorriese la espalda del hombre al que amaba, ni que lo habían llenado de temor por que acabara cansándose de aquel lugar y abandonándolo, como había hecho su ex mujer.

Peter se metió la mano en el bolsillo trasero del pantalón y sacó su cartera, de la que extrajo unos cuantos billetes que entregó a Lali.

—Ten. ¿Por qué no te compras algo bonito, aprovechando que vas a la ciudad? —le sugirió—. No sé, un vestido, o unos pendientes... Ah, y no te olvides de traer helado a la vuelta. Dylan odia las inyecciones, pero le prometí que le compraría helado para que lo lleve mejor.

Lali estuvo a punto de recordarle lo que habían hablado sobre el uso de recompensas como sobornos, pero prefirió dejarlo correr. Sin embargo, no pudo reprimir la protesta que saltó a sus labios al tomar incómoda el dinero.

—No necesito nada —le dijo—. Y además, tampoco hay dónde comprar.

Peter entornó los ojos, repitiendo en voz alta la descripción que había hecho Sheila del pueblo:

—No, tienes razón. No hay más que unos almacenes donde no tienen más que ropa pasada de moda, y un par de bares.

Lali se echó a reír. Le habría importado bien poco que no hubiese ni una sola tienda en el pueblo. Nunca había sido una persona apegada a las cosas materiales, no seguía la moda, y se conformaba con poco.

—Bueno, siempre nos quedará el canal de la «teletienda» —comentó jocosa.

Después de abrochar el arnés de seguridad de la sillita de viaje de Dylan, Lali inspiró profundamente, y se dispuso a subir a la cabina del cuatro por cuatro de Peter, tarea nada fácil para ella, porque estaba muy alta. Se agarró al volante con la mano izquierda, al asiento con la derecha, apoyó un pie en el marco de la puerta para darse impulso... y no lo consiguió.

El chiquillo prorrumpió en risitas.

—¡Dylan, no te rías! —lo reprendió Lali, sin poder evitar echarse a reír también.

Volvió a tomar impulso, pero aquella vez un par de fuertes manos la tomaran por la cintura desde detrás, ayudándola.

Al girarse, vio que no era otro que Peter, tal y como había imaginado. Después de todo había ido a despedirlos.

—¿Sabes? Te sienta bien el sombrero vaquero —le dijo, rodeándole el cuello con los brazos, y enredando sus dedos en los mechones que sobresalían bajo el ala en la nuca.

"NIÑERA" TERMINADOWhere stories live. Discover now