⚽DEAD BALL SPORT [Terminada]✔

8. Lucha a muerte

El grupo comenzó una dura batalla mientras la pelota se alejaba de ellos a gran velocidad.

Diego se enfrentó a un chino que manejaba los nunchakus con gran habilidad.

Victoria se defendió del ataque de un koreano que poseía dos Sais.

Fabrizzio recibió alegre el ataque de un japonés con un ninjatō (shinobi katana).

Adèle esquivó los golpes de un bō, una vara alargada con forma de pértiga que pretendía romperle todos los huesos del cuerpo.

El resto del grupo comprobó en sus carnes los verdaderos golpes que se intercambian en el arte marcial del kung fu.

Diego y Victoria estaban muy bien coordinados al haber entrenado juntos durante tantos años y pudieron controlar a sus adversarios.

Fabrizzio les observaba por el rabillo del ojo y copió rápidamente varias de sus técnicas. Una habilidad que le salvaría la vida en muchas ocasiones, pues era un buen observador, sabía analizar la situación y ejecutaba con rapidez la mejor opción.

Adèle era bastante ágil y esquivaba los golpes con rápidas volteretas y saltos laterales. Pero a pesar de haber entrenado al máximo la defensa, se le daba muy mal el ataque.

Diego se agachaba y Victoria saltaba por encima de él golpeando a su enemigo mientras él derribaba al otro con sus piernas.

Fabrizzio se sentía desprotegido ante la afilada katana de media distancia y buscó rápidamente el modo de hacerle frente.

Imitando una de las técnicas de Alpha y Victoria, en uno de los giros de Adèle, la agarró por el brazo aprovechando el impulso y la volteó en el aire utilizándola como arma. De esta manera golpeó ferozmente a un adversario y aprovechó para lanzarse a por la vara de madera, golpeó el rostro del enemigo para que la soltase y cuando obtuvo el arma, dejó que la chica hiciese el resto, retomando su lucha contra el japonés.

Se le daba muy bien el manejo de aquel bastón, pero no era suficiente contra el filo de aquella espada. Al menos le sirvió para guardar las distancias.

Victoria encontró serias dificultades contra su enemigo, pues las dos pequeñas dagas puntiagudas no permitían que se acercase lo suficiente para atestar algún golpe.

Los nunchakus de madera también traían problemas a Diego, que se limitaba a esquivar y bloquear los golpes. Recibió un fuerte impacto en un costado pero consiguió mantenerse en pie.

Victoria esquivó el filo tan cerca de su rostro que casi pudo oler el metal oxidado que lo componía.

Al mismo tiempo, observó como dos de sus compañeros caían bruscamente al suelo derribados por dos flechas. Comprobó como en lo alto de una roca habían aparecido dos asiáticos con arcos muy largos (yumi ).

En los ojos de la chica se dibujó la desesperación. El terror comenzaba infectar su cuerpo por las venas.

Aquellos hombres tensaron las cuerdas con sus flechas apuntando a Diego. Ella no podría interceptar la trayectoria ni ofrecerse como escudo. Ni siquiera llegaría a tiempo para ayudarle a esquivarlo.

—!Cuida...! —ni su voz sonó a tiempo para prevenirle del ataque.

Por suerte, Adèle fue astuta y desvió a su adversario colocándole en la trayectoria, lo que hizo de escudo ante Diego salvándole la vida.

—De nada —le dedicó.

Pero el peligro seguía allí. Con nuevas flechas y los mismos objetivos.

Victoria inclinó su cuerpo hacia atrás impulsando con los pies a su enemigo, a la vez que Fabrizzio le propinaba un buen golpe por la espalda con el bastón. Ella reaccionó y retorció el brazo del enemigo dirigiendo el arma puntiaguda a su espalda. Éste cayó al suelo y Adèle apareció para rematarle y dejarle inconsciente.

Diego, que ya se había percatado de los tiradores de flechas, estaba alerta. Victoria acudió en su ayuda pero eso le distraería más. Ahora los arqueros podrían darle a ella. Juntos combatieron al chino que guardaba las distancias con los nunchakus.

Dos flechas fueron lanzadas y Diego se vio obligado a golpear a su compañera para hacerla caer y apartarla de su trayectoria. Por culpa de esta distracción recibió un fuerte golpe en la cara por parte de su adversario y cayó derribado al suelo.

La punta de una nueva flecha ofreció un destello a sus ojos anunciando el peligro.

Sentía que no tenía escapatoria y que aquello podría ser su final.

Pero el arquero recibió un fuerte impacto en la cabeza por un objeto lanzado desde otro ángulo y cayó al suelo liberando a Diego de su muerte.

El segundo arquero no tuvo tiempo de reaccionar y sintió como los huesos de su cuello se fracturaban cuando Jan Schneider se lo retorció.

—¿Me estabais esperando?—dijo Jan con una sutil pose de superhéroe.

Los compañeros mostraron una sonrisa de satisfacción al recibir ayuda en aquel preciso momento.

Jan hizo un gesto con la cabeza a Fabrizzio indicándole una oportunidad para atacar. Este se apartó lo suficiente de su adversario que intentaba partirle en dos con la katana y observó como Jan lanzaba una piedra a gran velocidad hacia él, que con el movimiento de un jugador de béisbol, golpeó con el bastón de madera, y cambió la trayectoria hacia la cabeza de su enemigo.

—¡Home run! —gritó Jan lleno de positividad girando sobre su cabeza una falsa gorra de pitcher.

Diego saltó para dar una fuerte patada a su adversario a la vez que Victoria golpeaba sus piernas desde atrás. En cuestión de segundos se encontró besando tierra. Diego le cogió la larga melena, le dedicó una sonrisa y luego estrelló su cara contra el suelo.

El grupo de amigos se deshizo de los asiáticos y respiraron aliviados.

Victoria comprobó el smartwatch y se alegró al ver el nuevo punto que les adelantaba en el marcador.

—La pelota está suelta —anunció al descubrir que nadie poseía el esférico—, y queda menos de una hora para acabar.

Los demás se miraron sabiendo cual era su nuevo movimiento.

—¡Recuperémosla!—ordenó Diego más eufórico que antes sabiendo que la victoria de su equipo estaba cerca.