❛Chef❜ ☀️ [Rubén Doblas] // LENTA.

13; cena y gratitud☀

Me moría por conocerlo a fondo, saber sus ideales, lo que pensaba, lo que sentía, pero yo no era nada para él, así que me retraía ante mi fugaz interés.

El padre de Sebastián no quita su sonrisa ante mi actitud, era tan cálido conmigo, pero por desgracia todo esto era un secreto ante los ojos de mi madre, puesto ella siempre fue de la mentalidad de que a la gente no se le regala nada, más si carecen de ellas, pues fue su culpa de echar sus vidas por el caño; A favor de todos, yo no fui así.

Voy a mi cuarto a buscar la ropa limpia que le había lavado al hombre a escondidas, más una toalla para que pudiera darse una ducha mientras yo preparaba la cena.

Accede y agradece como siempre, poniendo sus deterioradas manos sobre mi mejilla, disfruto su caricia e inclino mi rostro a un lado para capturar su tacto aun más. No hace más y va hacia el tocador de forma alegre, me volteo y la cara de incómodo de mi amigo me disgusta, él, que estaba sentado en suelo, puesto nunca le gustó sentarse en el sofá, ya que tenía metido en la cabeza que era aprovecharse de la situación. Me hinco frente del hombre y subo su mentón para que me pueda mirar a los ojos.

Ya así.

Le pido de forma amable que se siente en el sillón, más no me gustaba verle así. Sebastián no vivía con su padre, más bien con su madre, la cual dejó a su papá en la calle tras unos falsos rumores de que él la había engañado con su mejor amiga. La empresa que tenía su padre pasó a su madre y éste quedó en la calle. Sin embargo, su único hijo creyó en la palabra de su figura paterna y hoy por hoy se siguen viendo, pero claro. A escondidas de su madre Teresa.

Luego de convencerle, voy a la cocina para comenzar la preparación de la comida, pero no llego ni a cruzar el portal, pues la ráfaga de aroma de una salsa blanca coserse, se apodera de mí nariz. Cortando un poco de jamón en una tabla es la imagen que me consigo de mi jefe, sus mangas arremangadas a la altura de sus codos y sus ojos centrados en cada corte que daba.

Con cuidado y sin entrar a esa zona de la casa, me tomo el cabello en una coleta. Mi cuerpo pedía a gritos que fuera a la cama a descansar, pero no podía, alzo un poco la voz para pedirle al señor Doblas que me alcanzara las mascarillas que habían en un cajón que se encontraba a la altura de su rodilla. Detiene sus acciones, para higienizar nuevamente sus manos y pasarme lo que le he pedido.