❛Chef❜ ☀️ [Rubén Doblas] // LENTA.

33; pulir un diamante☀️

Restaurante alemán, Freuden der Welt
Viernes 19 de junio, 2015
21:30 p.m.

La pareja da rienda suelta a su campante entrada al restaurante.

Para Aedo, no le tomó ni más de diez minutos cambiarse la vestimenta. Porque sabía que si quería cerrar bocas, no necesitaba de un fino traje, ni de unos carísimos tacones. Al contrario, lo haría con el uniforme que tantas veces vistió en Doblas Cook's cuando servía de camarera. Es así como, entre su juego y realmente atender a la clientela como es debido, tomó una de las libretas que usualmente utilizaba Ramón.

Karin tenía sus caderas forradas en una ceñida falda de cuero, mientras que su pecho lo cubría una simple camisa nívea. Los primeros botones de esta se hallaban desabrochados, dando una sutil vista al monte de sus senos.

«Sé más prudente con el color de sostén, zorra de cola roja. »

La sonrisa de la ahora, camarera se ensancha conforme avanza a la mesa en la que, Doblas y Cáceres tomaron asiento.

―Deberíamos venir más seguido, amor. La vista es divina ―es lo primero que oye por parte de la pelirroja. No le sorprenden las palabras ajenas. Es más, las halla incluso cómicas. Aun así, lo que sí logra sacar de contexto a la castaña, es la manera en que su pecho ya no se inquieta. Ni siquiera se remece.

Cuando se planta en frente de ellos. Ninguno se percata de su presencia hasta que Rubén se digna a levantar la vista para, posiblemente pedir el menú.

Aedo empieza a creer que su plan fue un completo error.

A pesar de eso, se mantiene ahí y no huye de la escena.

El semi noruego la examina de pies, a cabeza.

Quiere hablarle, pero ella lo interrumpe:

―Sean bienvenidos al restaurante alemán Freuden der Welt. Espero estén teniendo buena noche y que de todo corazón, logren disfrutar de la atención que el restaurante desea entregar a cada uno de sus clientes. Me presento ante ustedes bajo el apellido: Aedo. Ya con esto claro, no me queda más que decir que hoy seré su camarera y que gustosa velaré para que su orden llegue en perfecto estado a la mesa.

A penas y termina de dar su discurso y la mirada avellana se intensifica sobre la anatomía más joven. La muchacha no aparta los ojos del otro. Tal vez hace 4 meses atrás lo hubiera hecho. ¿Hoy? La idea ni siquiera cruza por su mente.

― ¿Señor? ¿Le sucede algo? ―se anima a preguntar la ojimiel, sin titubear.

― ¿En esto acabaste? ―le pregunta tajante y de golpe, Rubén.

Aquello le da de azotes en el orgullo. Qué era eso de «¿En esto acabaste?» La manera tan despectiva en la que formula la interrogante, la hace sentir asqueada. Porque si en dicho caso hubiera sido camarera, luciría con dignidad el uniforme.