❛Chef❜ ☀️ [Rubén Doblas] // LENTA.

17; mi historia, su historia☀

Se me hiela la sangre, volteo lentamente mi cabeza para ver a la chica que me menciona y mis ojos se logra abrir más de lo permitido, estoy jodidamente sorprendido. Logró descubrir que estaba aquí, como si hubiese percibido mi presencia a metro, lo más razonable sea que soy pésimo escondiéndome bajo presión, de todos modos, siempre fui uno de los primeros a los cuales pillaban en el juego de las escondidillas. Carraspeo mi garganta intentando aclararla para iniciar la probable mentira o engaño que le diré a la muchacha.

― ¿Señor Doblas me dirá qué hacía escondido al costado de mi casa?

¿En qué momento la se posó en frente de mí? Sus ojos brillaban por la curiosidad y la duda, más a pesar de que su voz sonase dulce, sabía que la pregunta de antes fue con un sobrecargo de ironía; Tenía perfectamente claro que no podía decirle que por casualidad pasaba porque se me presentó la brillante idea en el camino que iba hacia mi departamento. Aún me quedaba la poca y nada dignidad que había estado perdiendo en lo que llevaba de la noche.

―Realmente mi destino final fue verla para avisarle y recordarle que su licencia ya no es válida mañana martes se cumplirán los cinco días que se recomendaba en la receta médica, y... Eso, creo que eso era todo, la veo mañana temprano señorita Aedo.

La cogí desprevenida por los hombros y es en ese momento en el que uno de los faroles que nos brindaba una escasa iluminación, se extinguió como todo rastro de afecto en mí por otras personas que no fuera yo, su mirada intentó buscar respuestas, pero no las halló, alzó sus brazos lentamente y los pasó por en medio de lo de los míos, llegó a un punto donde sus extremidades llegaron ―flexionados― a los costados de sus pechos y faltó poco tiempo, para que, aun manteniéndome la vista encima, distanciara y quitara el contacto que tenían mis manos en ella.

―Que tenga buena noche, señor. Nos vemos mañana.

Tomó paso por el césped, pero no alcanzó a llegar a la puerta. Mi mano reaccionó antes que yo. Debido a eso solo alcanzó a capturar cuatro dedos de su mano, más no la solté, y cuando se giró a verme me sonrió intentando averiguar el porqué de mis acciones, sin embargo, a los instantes, como una reacción inmediata o tal vez un reflejo, fue ella en el que llegado el momento me sostuvo la mano, arrastrándome con delicadeza hasta el pórtico de su casa, nos sentamos en el borde de aquel mirando la vaga calle poco transitada.