23. Noviembre 12, 2015.

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Noviembre 12, 2015.

Today is the day!

     He dicho que sí.

     Nunca he escrito tan de mañana, pero sólo lo hago para anunciar esto. Escribiré lo que suceda antes del anochecer, como de costumbre. O quizá mañana. O nunca, si es que Coen me mata. Si este diario se termina en esta página es porque he sido asesinada. Sépanlo. No es broma.

     Estoy nerviosa.

     Paz y fuera.

___

Coen duerme, dice que prefiere dormir en la tarde para estar siempre alerta en la noche. Me parece bien, podemos cuidarnos el uno al otro, cuando la confianza no los permita, por supuesto.

     Hoy aplicamos «la Rapunzel».

And at last I see the light

And it's like the fog has lifted

And at last I see the light

And it's like the sky is new

And it's warm and real and bright

And the world has somehow shifted

All at once everything looks different

Now that I see you

     (Cualquier parecido con la ficción es pura coincidencia). Maldita canción del mal.

     A falta de una hermosa, rubia, resistente y larga cabellera, anudé varias sábanas y la lancé por la ventana para que él escalara. (Sé que hay cuerdas y otros materiales por ahí, pero honestamente, eso de buscar no es lo mío, no tengo paciencia). Hay una salida/entrada de emergencia aparte de la que sellé después de dejar entrar a Carlos, pero por el momento la guardaré sólo para mí. (Gracias, padre mío, por resultar un historiador en potencia obsesionado con los disturbios bélicos de este hermoso planeta ahora medio carcomido y con todas las teorías conspiranoicas detrás).

      Ah sí, sigo viva. ¡Duh!

     Con sólo verme, Coen me ha abrazado con fuerza. La sorpresa hizo que soltara mi bate (¿creyeron que lo recibiría sin tomar algunas medidas?) Creo que al igual que yo, lo que más echa de menos es el contacto físico. (De poder regresar al pasado me diría: ¡manosea a todos los que quieras tanto como puedas!) Claro que cuando se me ha tirado encima lo primero que pensé fue: ¡va por tu cerebro! Y aunque fue demasiado tarde porque ya me tenía envuelta con sus brazos, y el bate estaba en el suelo, lo empujé. Coen cayó de trasero y me quedó viendo como indignado.

     —Estoy sano —dijo, poniéndose de pie y sobándose el trasero—. De no estarlo yo mismo me habría matado.

      —Lo siento, es la falta de costumbre.

     (Algo así dijimos).

      Pese a ser menor por un año, me supera en estatura, y es cierto, es flaco pero fuerte, tiene la piel bronceada pero limpia. El pelo le olía a lavanda y esto me ha impresionado. ¡Estaba tan limpio! ¿Se había arreglado para el encuentro? Se lo pregunté. Me dijo:

      —Llevaba días sin bañarme y aproveché la ocasión.

     Okey, estupendo, ¿pero de dónde ha sacado tanta agua? Yo tengo agua potable, claro, pero es sagrada, sólo la bebo, de vez en cuando humedezco una toalla y mi limpio así, sólo eso.

     ¡Jesucristo, estoy hecha la personificación de la mugre!, pensé. Bueno, ni tanto pensar, era lo obvio. Él tan limpio, yo tan mugrosa. Tendría que haber sido un encuentro de fábula. Y allí estaba yo, a lo Cenicienta pero sin posibilidad de un hada madrina (si tenía una, probablemente deambulaba allá afuera como un bonito zombi, con su varita mágica bien ensartada en el culo. Lo sé, mamá, lo siento).

     No pareció importarle. Y yo sentí que debía compensarlo por mi descortesía con un nuevo abrazo de paz, una tregua bien intencionada entre camaradas sobrevivientes medio zombis pero sanos. Y lo hice, lo abracé. ¡Me abrazó tan duro durante tanto tiempo! Aun ahora, mientras escribo esto, siento mi cuerpo como gelatina, tembloroso y frío, pero tan ligeramente delicioso.

     Su voz es... bueno, la voz de un adolescente en crecimiento. Claro que como ya estamos tan acostumbrados a nuestras circunstancias, hablamos bajito, casi susurrando, y demasiado cerca el uno del otro. ¡Hemos bromeado! ¡Y no nos hemos sacado las manos de encima! ¡Dijimos tantas tonterías! Y otras cosas, tal vez no menos tontas pero sí mucho más escalofriantes. Él los ha visto de cerca, al ganado me refiero; ha huido de ellos, se ha sofocado con su mal olor, con el sonido de sus articulaciones podridas. El semblante se le ha ensombrecido y rápidamente perdió las ganas de hablar de esto. No lo culpo. Quién sabe cuánto tiempo lleva allá afuera. Ahora entiendo lo segura que he estado aquí, y aunque no perdono a mis padres, al menos les agradezco haberme dejado tan protegida.

     Mi propio bunker. Para que vean. Ahora hasta me siento importante.

     Eso mismo me ha dicho él. Tal parece que es la única persona cerca que cree que mis padres son la cosa más genial del universo conocido.

     ¿Cómo se les habrá ocurrido semejante maniobra? ¿Por qué no quisieron arriesgarse un poquito más y me llevaron con ellos?

     Bueno, qué importa ahora.

     Coen me cae bien, hemos congeniado tan rápido y su presencia me ha animado tanto que en este momento no tengo espacio en el cuerpo para el pesimismo. Ojalá decida quedarse... O no, no sé. ¿Cuánto más me tocará esperar? ¿Para qué me engaño? Es inútil.

     Pero ha sido un buen día y no permitiré que mi familia lo arruine. Hasta donde sé, han de estar sumergidos en un cálido jacuzzi, haciendo otro hijo para reponer a la hija que dejaron tirada.

     Buenas noches a todos los buenos padres del mundo.

     Jódanse.

     Coen, ha sido un verdadero placer conocerte.

JJ

___

Lo prometido es deuda, he dicho el jueves y aquí estoy, tan puntual como... nunca u.u

Tal parece que por un tiempo JJ no estará sola.

Ya veremos qué será de la relación de estos dos.

Muchas gracias por leer, votar, comentar, por acordarse de la historia aunque no la lea, etc. Son los mejores <3

Saludos. 



El diario de Josephine JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora