35. Sin fecha

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Ya que he vuelto a mencionar a mi familia, creo que aprovecharé esta página para hablar en serio sobre ella. Paso demasiado enfocada en lo que hicieron, y no debería ser así. Antes de que todo esto pasara eran los padres que cualquiera mataría por tener.

     Papá es ingeniero. Diseña maquinaria industrial. Suena genial, ¿no? De ahí que esta casa sea tan grande. Esto también explica cómo fue que le dio la cabeza para dejarme tan bien protegida. La improvisación de las bodegas con mis provisiones bien almacenadas e incluso el refugio tan bien escondido. Es como si papá siempre hubiera sabido que en situaciones de zozobra lo peor que puede pasarnos es encontrarnos a seres humanos más desesperados que nosotros mismos. Su mayor miedo no fue el que un zombi me alcanzara, conocía su torpeza (antes de que todo el asunto de la «evolución» ocurriera), en un segundo piso iba a estar bien, sino que otras personas llegaran a mí. Esto fue lo que pensé cuando pasó el incidente con los roqueros nazis. Les tuve más miedo a ellos que a los carroñeros. Ellos podían hacerme de todo solo porque sí. Y esto es más terrorífico que cualquier zombi, vampiro, hombre lobo, o cualquier otro ser de fábula que pueda existir en el mundo (si ya existen zombis, ¿qué otras cosas no andaran deambulando por ahí? No me lo digan, no quiero saberlo).

     Claro que yo violé su voto de confianza cuando abrí la ventana pero, ¿y qué más daba? Cierto, los seres humanos podemos llegar a ser la clase de mierda más pestilente jamás conocida, pero igual nos sigue haciendo falta la compañía. El encierro es terrible y no conseguir mantenerte entretenido cuenta como una especie de suicidio. Me dije que papá me perdonaría. Lo sigo creyendo.

     Mamá es doctora. Oncóloga. Es un trabajo pesado, con las estadísticas casi siempre en contra y todo el estrés del mundo sobre los hombros. Pienso que por eso tiene una personalidad tan infantil. Puede llegar a ser bastante tonta a veces, aunque no creo que lo sea en serio. Al inicio se dedicaba a la investigación (de esas muy serias, prestigiosas, premiadas, todo bombos y platillos) pero cuando nació TK decidió hacerla a un lado. Incluso dejó el célebre hospital en el que trabajaba para asociarse con un par de amigos de la facultad y montar su propia clínica. Horarios menos exigentes y más tiempo con la familia. Estaba feliz. Mi padre casi siempre diseñaba en casa así que su presencia fue una constante. Pasábamos la mayor parte del tiempo en familia.

     Yo soy la hija mayor. No fui planificada. Me lo confesaron, ¡pueden creerlo! Papá ya había terminado sus estudios pero mamá apenas comenzaba la especialización. No le cayó bien la noticia. Ya llevaban su tiempito casados pero no querían tener hijos todavía. De ahí de que yo le lleve seis años a Jonathan y nueve a TK. De todas formas, igual se esforzaron conmigo. Me confesaron también que por un momento, cuando más desesperados estaban, habían pensado en darme en adopción. La verdad nada de esto me produjo rencor, creo que fue por la forma en que fui criada y por esa política de total honestidad que tanto se esforzaban por mantener y que yo también respetaba. Aunque sí les pregunté qué los había hecho cambiar de opinión.

     Fue un artículo sobre las penalidades de algunos chicos en sus respectivos hogares adoptivos. La adopción no es sencilla en este lado del mundo, mucho papeleo pero nada de control, más cuando la familia adoptante espera que la familia biológica no se aparezca ni para decir hola. El tipo de atención que querían ni siquiera figuraba en las listas, y sin embargo, había registro de este método en otros países. Todas estas trabas, y no encontrar a una familia que los convenciera, hizo que mamá y papá decidieran quedarse conmigo. Me dijeron que se arrepentían mucho de haberlo considerado siquiera, pero no creo que sea del todo así, quizá sólo intentaban convencerme de que me querían; cosa que no puse en duda sino hasta que todo esto comenzó. De haber sido dada en adopción, probablemente ya estuviera muerta. Me divierte mucho pensar en esta posibilidad, sonará más tétrico, pero quizá hubiera sido mejor. Al menos así lo veo ahora, cuando la incertidumbre no me deja dormir y el miedo hace que piensa toda clase de tonterías sin sentido mientras intento plasmar en estas páginas una madurez que nunca he tenido conmigo. Soy una niña mimada, mis padres me quisieron muchos y me dieron muchas comodidades, pero no criaron a ninguna malcriada, no señor. Sin embargo, esta forma de crianza, con tanta libertad, con tanto amor, puede criar niños ingenuos, y eso es lo que soy.

     Jonathan, mi adorado hermano de diez, es un amor, aunque se la pasaba peleando conmigo por cosas que no vienen a cuento (y de las que soy completamente inocente, lo juro). Estaba convencido del supuesto favoritismo que mis padres me profesaban; locuras suyas. A pesar de esto, es algo maduro para su edad, y siempre está pendiente de TK. No sé cómo habrá sobrellevado la separación, espero que no le esté pesando mucho. Es algo torpe en los estudios, pero sin duda muy inteligente. Le gustan mucho las computadoras y todos en la casa estábamos convencidos de que sería el sucesor de papá. Supongo que todavía puede serlo si quiere. O si el mundo sigue lo suficientemente entero para necesitar ingenieros. Sospecho que siempre se necesitan ingenieros. A quién engaño, claro que se necesitan.

     TK, el menor, es autista. De ahí que mamá decidiera bajar su ritmo laboral. Le gusta contar. Supongo que todos en esta familia han sacado un lado matemático, excepto yo. Al recibir la noticia sentí rencor. ¿Por qué él? Bueno, la verdad es que una vez las cosas se han dado no hay mucho que se pueda hacer. Y TK es un amor de niño.Todavía no hemos conseguido que deje de mamarse el dedo. No sé cómo le estará yendo ahora. Supongo que mamá lo está dejando para que tolere un poco la ansiedad. Si están en un refugio estarán rodeados de mucha gente y TK... me preocupa esto. No debieron separarse. De estar juntos mamá, papá y Jonathan lo rodearían y lo protegerían y seguro él estaría más tranquilo. Pero sé que es un niño fuerte y que, a pesar de todo, debe estar muy bien. De alguna manera lo siento.

     Y esta es mi familia.

     ¿Qué más?

     Mis padres fueron muy buenos conmigo. Recibí «la charla» a los catorce años junto con un paquete de condones y una visita al ginecólogo, para que me sintiera en confianza para cuando por fin decidiera iniciar mi vida sexual, y para escoger el método anticonceptivo que mejor fuera conmigo. Papá no era celoso, no iba por el mundo a lo: «ay, mi virginal hija ya comenzará a salir con chicos, y todo lo que los chicos les hacen a las chicas y bla bla blá», sólo me dijo: Josephine, respétate a ti misma; sólo no creas que el respeto tiene que ver con todas esas babosadas que dicen, que tiene que ver con la vestimenta o con cuántos chicos has tenido. El respeto tiene que ver con tu bienestar físico y emocional, y sólo tú puedes medirlo en tu vida. Te hemos educado bien y creo que lo entiendes, pero cuando no sea así, igual puedes acudir a tu madre o a mí, que jamás te juzgaremos.

     Mamá, en cambio, me recomendó enamorarme de las personas más que de ideales. Es una cosa difícil de distinguir siendo tan joven, comentó después. Luego me dijo que también era normal si nunca llegaba a enamorarme de nadie. Así como también es normal enamorarse de una chica, siendo chica, o de un chico, siendo chico. Lo peor que se puede hacer en la vida es forzar las cosas, o forzar a que las demás las acepten sin más.

     Mis padres dan buenos consejos de vida, a Caroline le encantaba platicar con ellos, y siempre que venía de visita parecía que era con el único propósito de pasar tiempo con ellos y no con su mejor amiga. ¡Traidora! ¡Traidora en todo! Hasta te fuiste antes...

     En cuanto a lo académico me dijeron que fuera 50/50. «Escoge lo que te gusta, pero si dudas que pueda darte la vida que quieres, idea un plan de contingencia». No me presionaban por las notas, sino por mi nivel de conocimiento, y creo que en este aspecto nunca los hice sentir orgullosos, pese a que efectivamente llevaba muy buenas calificaciones. Si algún día termina este apocalipsis zombi, prometo comenzar a pensar en mi futuro académico con toda la seriedad del mundo. Prometo educarme como debe ser.

     Los extraño.

     En verdad espero que estén bien, y que cuando puedan vengan por mí.

     Sé que vendrán. Me felicitarán por haber sobrevivido tanto tiempo, y me pedirán perdón por haberme dejado, por no haberme explicado mejor las circunstancias.

     Siento que están vivos. Lo siento con todo mi cuerpo.

      Sólo espero que cuando al fin aparezcan no sea demasiado tarde para mí.

     (Esta es mi parte ingenuamente optimista hablando antes de dar su último suspiro).  

JJ

El diario de Josephine JonesWhere stories live. Discover now