El jardín de infancia

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El jardín de infancia

Mientras la multitud de niños corrían de un lado a otro como si acabásen de comer una gran dósis de dulces, Tessa se mecía en un columpio algo apartado, mirando la escena.
Todos revoltosos, riendo como si no hubiera un mañana, algunos con una golosina entre sus manos otros, embarrándose el cuerpo de charco, todos siendo felices, siendo niños.

Pero, en el caso de Tessa todo era distinto.
Ella a penas sonreía cuando la ocasión lo ameritaba, si a caso le causaba chiste algún comentario puesto que se consideraba extrictamente seria. O tal vez, no sentía que tenía alguna razón para hacerlo.

—¿Hola...?— insistía ese niño fastidioso que ella tanto odiaba, ¿A caso no lo entendía? Ese chico era intolerable.

Ella se limitó a mirarlo fijamente con toda la rabia que hayó en sí, la cual era mucha, pues, la guardaba en su interior con recelo.

—Yo...Quería darte esto— dijo el pequeño de ojos celestes depositándo en sus manos una curiosa florecilla color violeta.

Tessa lo miró nuevamente. Contrariada por sus atenciones con ella, después de que todo lo que había hecho era tratarlo mal.

—Espero que te guste.

Al culminar esa frase, apartó su dulce mirada de ella y, con una sonrisa se alejó saltando. A quién sabe donde.

Tessa miró la peculiar florecilla con corola llamativa. La acarició con tanta ligereza como si pensáse que ésta podría destruirse con un suave toque; y luego de admirarla y comenzar a sentir algún tipo de afecto por aquellos ojos celestes, la guardó en algún bolsillo de su diminuto chalequito azúl, retirándo cualquier sentimiento de raiz.

El hecho de que deseáse conservar ese detalle no quería decir nada, ella tenía muy claro que no debía sentir nada por nadie, después de todo la delicada florecilla no tenía la culpa de que el fastidioso personaje que se la obsequió, fuése tan persistente.

Desde que tenía memoria, el único ser que había estado a su cuidado, le había hecho entender de la peor forma que no debía confiar ni querer a ningún ser humano.
No solo fueron sus malos tratos los que le hicieron ver esa 'verdad' sino también las palabras de ese mostruo.
«¡¡Entiende mocosa!! Nadie te quiere»  , «Eres un parásito» etc, a ese tipo de frases ella se enfrentaba día a día.

Ese era la única persona que se había encargado de ella, ni siquiera sabía de dónde venía, Collins le había dicho lo poco que sabía y lo demás quizá ni le interesaba.
Tan solo tenía cuatro años pero, su mente parecía estar mucho mas adelantada.

TESSAWhere stories live. Discover now