Heridas Abiera

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Hemos llegado a Nueva York, Any tiene un apartamento aquí por lo que no tendremos que pagar estadía, estoy destrozada y todo el mundo lo nota, mi mirada se centra en puntos blancos y mi mente se va lejos, muy lejos. Yo nunca pensé que esto pasaría con Marx, no con él; yo sabia que iban a haber problemas, muchas discusiones, pero no al punto de tener que poner tierras entre los dos.

- Ana, quieres dejar de pensar ya? Debes entender que has venido aquí a sanar tus heridas, no a revivirlas día tras día.

- Todo es un proceso, Any!- digo esto y me monto en el taxi. Ya es la hora de comida, por lo que llegamos al apartamento y bajamos a comer una hamburguesa, ya mas adelante iremos comprando comida para cocinarla en casa, pero hoy estamos muy cansadas. El apartamento es tamaño normal, algo muy cómodo y espacioso para nosotras tres.

Cuando salimos del restaurante, siento que alguien nos persigue, pero no me preocupo porque en este país las personas sufren de serios problemas mentales.

- Ana, eres tu?- esa voz, esa voz inconfundible, esa voz que nunca olvidaré. Volteo y es justamente la persona que menos espere encontrarme en Nueva York!

- Xiomara?

- Si, soy yo- y se me tira arriba a abrazarme, no se que me pasó, pero todo ese odio guardado en este tiempo, resurgió y la empujé.

- No vuelvas a tocarme con tus sucias manos- escupo con dolor, con todo el dolor que me causo el que ella me abandonara. Sin pensarlo dos veces, cojo a Mia y me hecho a correr, para mi buena suerte el apartamento está cerca; llego y me encierro en una de las habitaciones, no puede ser, no puede ser posible que ella se encuentre aquí.

Yo vine a esta ciudad para olvidar y el mismo día que llego me encuentro con un doloroso recuerdo, con alguien que con su partida dejó tantas marcas en mi corazón. Me hecho a llorar y alguien toca mi puerta.

- Ana, abre por favor, necesitamos hablar.

- Yo no tengo nada de que hablar contigo Xiomara.

- Abre por favor- dice envuelta en llanto. Le abro, porque necesito decirle tantas cosas.

- Cómo entraste a esta casa?- le pregunto mientras ella entra y toma asiento en uno de los muebles que Any tiene aquí, que por cierto, creo que esta es tu habitación.

- Any me trajo. Ana, se que tienes todo el derecho de odiarme, se que en este momento lo menos quieres hacer es verme y sabes lo peor de todo? Que yo me lo merezco, no debí Ana, no debí dejar que otro hiciera la labor que a mi me correspondía, se que fue un error de tu parte salir embarazada a esa edad, pero mas culpa tuve yo de haberte abandonado, perdóname Ana.

- Sabias que cuando Mia nació tuve que prostituirme para poder sustentarnos? Sabias que me había acostado con tantos hombres que no estaba segura si era de Marx y por eso él me abandonó? Sabes lo difícil que fue para mi enfrentar esta maldita vida sola? Sabes que me gradué de maquillista profesional vendiendo mi cuerpo? Dónde tu estabas cuando mas te necesite? Dónde estabas cuando necesitaba un abrazo tuyo y que me dijeras que todo iba a estar bien? ¿¡DÓNDE ESTABAS MALDITA SEA!?- ella se hecha a llorar, me pide perdón de mil y una forma, pero esas heridas que yo pensé que estaban enterradas, salieron a luz y no me permiten ni mirarla a los ojos.

- Sabes?- después de media hora esa es la primera palabra que se dice en esta habitación- Oscar me dijo que tu venias para acá, hace dos años que vivo aquí.

- Por qué nunca me buscaste?

- Porque temía esa misma reacción, temía tu rechazo, pero me he decidido en que debía buscarte o nunca me perdonarías.

Prostituta a temprana edad. Where stories live. Discover now