17# Hogar Dulce Hogar

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-¡Os echaré mucho de menos!- decía Sara entre sollozos.

Nos encontrábamos en el vestíbulo despidiendonos de Sara y los abuelos, que ellos se marchan dentro de dos días para no dejar a Sara sola de golpe.

-Nosotros también hermana, nos volveremos a ver pronto- dice mi madre y sale con la maleta en mano.

Me acerco a Sara y le doy otro abrazo- Nos volveremos a ver pronto, te recuerdo que me prometiste una salida de chicas- le digo y me estrecha más fuerte.

-Claro que sí- se separa de mí- por cierto, guarda muy bien la cajita que te di en Navidad, es muy importante para mí.- dice sonriendo al fin.

-Te lo prometo- le doy un beso y entro al coche. Mis abuelos estaban en el jardín esperando a que nos marcháramos.

-¡Adiós abus!- les digo cuando el coche se pone en marcha y ellos me hacen señas de despedida.

-Se llaman abuelos- dice mamá.

Me giro a ver a Rayan que está muy callado y lo encuentro mirando una llave en sus manos.

-¿Qué es eso?- le pregunto y no me mira.

-Me lo ha regalado Ana- dice y mira por la ventana.

Me quedo callada, creo que alguien sí se lo ha pasado bien en estas vacaciones.
Y recuerdo que Ana también, porque le gustó mucho el libro que elegí yo, pero que se supone que lo hizo Rayan.

Cierro los ojos y me viene a la cabeza unos ojos verdes, sí verdes, que me hipnotizaron más de una vez, Adam, el que se chocó conmigo en ese McDonals, el que me ayudó cuando me desmayé en ese restaurante, el que me salvó de una violación, el que me secuestró y después me volvió a salvar, el que me llevó a su casa y me curó la herida que tenía, el que entró a mi habitación sin permiso...

Abro los ojos de golpe y veo que Rayan me está mirando.

-¿Qué te pasa?- me dice tocando mi frente.

-Nada- le digo cortante.

-Estabas sudando- me dice y vuelve los ojos a su móvil- ¿Tuviste alguna pesadilla?- me vuelve a mirar a los ojos- Te he notado muy rara desde que llegamos a Madrid.

-Estoy bien- le digo mirando hacia la ventana, ya que él sabe cuándo miento por mi mirada- Sólo un poco nerviosa por... por volver a clase.- le digo y él no dice nada más, supongo que se ha rendido porque sabe que no le hiba a decir nada.

Pasamos el trayecto en completo silencio, por mi parte me puse los auriculares y escuché música hasta llegar a Barcelona, ésta vez no me dormí porque no podía, parece que todo lo que he vivido en estos días a sido un sueño.

Cuando llegamos a casa abro la puerta del coche y salgo rápido.
Hechaba de menos mi casa, tranquila y segura.

-Hogar dulce hogar- dice mi padre sonriente.

-Si tú casi nunca estás- le digo con tono de reproche a lo que él hace una mueca.

-No estoy siempre porque voy a trabajar para que tú y tu hermano tengáis mejor vida que la que tuve yo- dice indignado, me arrepiento del comentario que hice, ahora no parará de rayarme con lo que sufrió de joven.

Mi madre abre la puerta y entramos, eran las dos de la madrugada así que estaba cansada y fui a dormir directamente.

Abro la puerta y lo encuentro todo como la última vez.

Me pongo mi pijama y me recuesto en la cama, no tengo ganas ni de ducharme.

Cierro los ojos y entro en un profundo sueño.

Mi Prohibición ©Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon