Capítulo 2

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MAIA

Sonrío como una tonta en cuanto leo la nota, adoro cuando pretende actuar como un egocéntrico porque a mí no puede engañarme y él lo sabe pero se esfuerza por tratar de conseguirlo y yo disfruto viéndolo. Algunas veces, nuestros compañeros de trabajo me preguntan que cómo puedo lidiar con alguien con ese carácter. Ellos lo ven como un chico frío, malhumorado y demasiado ególatra y me produce mucha tristeza que tengan esa percepción de él pero lo que de verdad me duele es que sé que nunca les dejará ver quién es realmente. Y me duele porque Kayden es sencillamente maravilloso.  Sin embargo a veces, siendo egoísta, me gusta pensar que sólo yo conozco al verdadero Kayden, cada pequeño detalle de él y de verdad, aunque quisiera, no tengo palabras para expresar lo feliz que me hace eso. El simple pensamiento de que de todas las personas en el mundo él me escogió a mí, a nadie más que a mí, para mostrarse tal y como es hace que una inmensa felicidad me envuelva y nuble mi razón.

Guardo la nota en una cajita junto con las otras, bendito protocolo de los lunes. Alcanzo mi móvil y le mando un WhatsApp respondiendo a su nota y salgo disparada hacia la ducha porque no quiero llegar tarde a una entrevista de trabajo. Si, como leéis. ¿Lo bueno? Sé que el puesto ya es casi mío. ¿Lo malo? Pues que es casi mío porque el cartel de «se busca empleada»  tenía incluso telas de araña del tiempo que llevaba colgado en el escaparate, con eso lo digo todo.

Cuando estoy delante del edificio cierro los ojos y cuento mentalmente hasta diez. Se trata de una antigua ferretería llevada por un padre y su hijo. Según tengo entendido buscan ayuda porque el hombre ya es mayor y el cuerpo no le permite hacer muchos esfuerzos. Cuando entro él es el primero en recibirme.

           —Buenos días, ¿cómo dijiste que era tu nombre?— vaya, directo al grano. Es un hombre bajito y regordete con el pelo blanco por las canas y unas pequeñas gafas dejándose caer sobre su nariz.

           —Buenos días señor Carter, mi nombre es Maia. 

           —Está bien, Maia. Seguramente lo vuelva a olvidar—responde con un deje de vergüenza a lo que yo sonrío—¡Bean, ven aquí! Ya ha llegado la chica nueva—ese debe de ser su hijo. 

Pasan unos segundos Bean sale de lo que parece que es el almacén. Es alto pero muy descuidado. Tiene el pelo medianamente largo y grasiento y en su rostro se puede apreciar una, todavía en crecimiento, barba desaliñada. Y calculo que estará rondando los cuarenta años. En cuanto lo tengo delante me mira de arriba a abajo sin cortarse un pelo. 

           —Ella es Maia,— giro mi rostro nuevamente al señor Carter y veo que se está poniendo la cazadora con la intención de irse— explícale como funciona esto por aquí y sé amable, yo me voy ya, me esperan para jugar a las cartas.— Y nada más acabar de decir eso sale por la puerta dejándome sola con él.

Regreso mi mirada a Bean y él me sigue observando de una manera que no sé descifrar. Se pasa la lengua descaradamente por sus labios y deja escapar una irónica sonrisa, si es que puedo llamarla así, ladeada y con un desprecio que no entiendo suelta dejándome de piedra:

           —No puedo creer que mi padre haya contratado a una puta niñata como tú.

Kayden me va a matar.

***

Desde que salí de la tienda mi cabeza no paró de pensar un solo segundo en cómo le iba a decir esto a Kayden. Siempre que encuentro alguna oferta de trabajo lo comento antes con él. Y no me malinterpretéis, no estoy obligada a hacerlo ni él tiene un control absoluto sobre mi, se trata simplemente de confianza. Kayden es tres años mayor que yo y tiene experiencia en el mundo laboral, además él siempre estuvo a mi lado, siempre estuvo ahí para solucionar todo por mí y no importa que tenga nueve años que veintitrés, sigue siendo igual de protector. Y no me quejo ni me quejaré nunca porque lo quiero más a que nadie en este mundo y yo me siento de la misma manera cuando se trata de él. Me considero una chica muy pacífica y tranquila pero que no toquen o dañen Kayden porque haría hasta lo imposible por defenderlo. 

Mi Primera Maravilla ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora