Capítulo 18

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MAIA

Si alguien me pide que describa a Kayden en una palabra sería una de las cosas más complicadas que se me podría plantear hacer. Kayden es muchas cosas pero si tengo que hacer un resumen de ellas sería algo así como sencillamente maravilloso. Es una persona sencilla, que no simple, y eso me encanta. Es trabajador y un luchador nato. No necesita cosas ostentosas ni banales en su vida para poder vivir ya que como bien dije en su día, llevamos una vida muy modesta pero feliz porque nos tenemos el uno al otro y no todo el mundo puedo decir eso. Hay mucha gente que lo tiene todo pero cuando llegan a casa no tienen a nadie que les de un beso y les pregunte cómo ha ido el día y eso me produce mucha tristeza porque yo no puedo ni siquiera imaginarme cómo sería llegar a casa y que el olor de Kay no me envuelva nada más abrir la puerta de la entrada. Porque eso, eso no hay dinero que lo pague.

Todo esto viene a cuento de que una vez más él hizo que mi corazón se hinchara de tal manera que creí que podría llegar a explotar dentro de mi pecho. Hace dos días llegó a casa con un cubo de pintura de cinco litros en una mano y un rollo de papel para pared en la otra. Había convencido al casero para que finalmente nos diera permiso y poder pintar mi habitación. Yo no daba crédito ya que se lo habíamos preguntado en varias ocasiones y la respuesta siempre había sido negativa. Incluso yo ya tenía un boceto hecho desde hace un tiempo pero nunca pudo ser. Hasta ahora.

Así que hace casi una semana pintamos la pared de un gris clarito y colocamos el papel en la pared donde va el cabezal de la cama. El papel simula tablas de madera gastadas en tonos pastel de una gama rosada, azul cielo, beige y gris. Trajo todo tal cual yo lo tenía escrito en el boceto y tuve que contener todo dentro de mí para no lanzarme sobre él y comerlo a besos.

Quedó tan bonita que en cuanto estuvo acabada no pude evitar llorar de la emoción. Puede que alguna gente lo vea como una tontería pero yo me crié entre las mismas paredes prácticamente toda mi vida, nadie tenía preparada una habitación para mí. Siempre eran las mismas paredes blancas o amarillas y seguir durmiendo en medio de ellas es como un recordatorio permanente que nunca te abandona. Y no es que me queje del centro porque al final, sin el, no tendría a Kay pero quiero avanzar y hacerlo con él, quiero que mi vida deje de girar en torno a eso. Y de verdad, os aseguro, que un simple detalle como ese hace mucho.

Cuando Kath me llevó con ella no se dio cuenta de ese pequeño detalle y no la culpo, es lógico. Pero Kayden si y cosas así, tan pequeñas pero inmensamente significativas son las que lo convierten en un ser maravilloso. Sencillamente maravilloso. En el mismo instante en el que alquilamos el piso se lo preguntó al casero y su negativa respuesta no le impidió seguir preguntando durante todo este tiempo. Y como buen obstinado lo consiguió.

Ahora me encuentro pintando en la pared donde tengo un pequeño mueble a modo de tocador, un árbol que cubra parte de ella. En cada rama Kayden colocará unos ganchos pequeños por los que se cruzarán unas luces, de esas de navidad pero blancas, y colgaré de ellas fotos nuestras.

—Tierra llamando a May— dice ahuecando las manos alrededor de la boca.

—¡Kayden! Vas a hacer que me salga y pinte por fuera de las líneas.

—¿Qué pasa MayMay? ¿Mi sexy y seductora voz es demasiado para tu pulso de anciana?— dice entre risas.

—Idiota—digo sin querer reírme pero fracasando ya que tiene toda la razón del mundo en eso que dijo.

—Ohhhh, así que no lo niegas— alza las cejas repetidas veces.

Amo a este Kayden. Relajado, bromista, feliz.

Bueno, amo a Kayden, todo de él pero me gusta verlo así, despreocupado y tranquilo. Después de haberlo visto tener esa pesadilla me tranquiliza verlo de este modo.

Mi Primera Maravilla ©Where stories live. Discover now