Capítulo 8

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MAIA

Ya es jueves, el resto de la semana pasó de forma tranquila y sin nuevos problemas. Toda la angustia que sentí tras la discusión desapareció por completo, volvíamos a ser simplemente nosotros y es perfecto.

Estoy en la tienda registrando la nueva mercancía en el ordenador, tal y como el señor Carter me pidió ayer a la mañana. Él nunca está aquí pero ayer vino porque los miércoles es cuando el camión de reparto les trae la mercancía que solicitan al irse acabando los previstos que se guardan en el almacén de la ferretería. Yo no entendía para qué quería recibir él al viajante y aprovechando un momento en el que Bean se encontraba organizando el nuevo material en la trastienda le pregunté. El señor Carter me comentó que durante los últimos meses, antes de mi llegada, a la hora de hacer la caja al final del día nunca correspondían las cuentas y Bean le había dicho que el dinero que faltaba se había gastado en pagar la mercancía nueva de cada mes. Por ese motivo hoy estoy haciendo un registro informático.

Bean está de un humor de perros, pero eso no es de extrañar. Lleva toda la mañana metido en el almacén y de vez en cuando puedo oírlo protestar por lo bajo pero no lo presto mucha atención ya que mi mente está ocupada pensando en la fiesta a la que iremos esta noche Kay, Brooke, Dennis, Alec y yo. Es en casa de un excompañero de facultad de Alec y al principio yo no estaba muy convencida de ir ya que los conocidos de Alec son gente con mucho dinero y de gran status social y la verdad es que estar en medio de ellos me resulta muy incómodo, me hace sentir fuera de lugar. Pero Brooke insistió y cualquiera le dice que no con lo persistente que puede llegar a ser.

Estoy intentando registrar un líquido que se usa para restaurar madera y la pegatina de la caja está borrosa por lo que tuve que sacar el bote para ver la referencia.

—¡Maia!

El grito de Bean me asusta y el bote se me cae de las manos. Al escuchar el escandaloso ruido del cristal rompiéndose contra el suelo sale disparado del almacén y se encamina hacia mí hecho una furia.

«Mierda, mierda.»

Cuando lo tengo delante dejo de mirar los pequeños cristales rotos que se esparcen por las baldosas para mirarlo a él. Su cara está roja y está apretando los dientes de tal manera que cualquiera diría que se le va a desencajar la mandíbula si continúa así por unos segundos más.

—¡¿Qué cojones estás haciendo?!— vuelve a gritarme como si no estuviera a escasos centímetros de mí y no lo oyera.

—L-lo siento.

Casi no me sale la voz y es que no soporto los gritos, me bloquean por completo.

—Te hice una pregunta, Maia. ¿No hablé lo suficientemente alto y necesitas que te la repita?— sigue alzando la voz y dando un paso hacia mí, lo que hace que yo retroceda y mi cabeza choque con la pared.

—Te escuché— digo tratando de sonar firme pero fracasando en el intento—. Estoy haciendo lo que el señor Carter me pidió que hiciera.

Bean sonríe irónicamente y muerde la lengua.

—Pero resulta que " el señor Carter" no está aquí y quien manda soy yo—dice haciendo burla de mi tono de voz— Joder, eres más estúpida de lo que pensaba. Recoge los putos cristales y limpia el suelo— me da una mirada de desprecio mientras me señala el estropicio que hice.

Cierro los ojos y me apoyo contra la pared cuando lo veo andar hacia el almacén nuevamente. Suspiro de alivio y observo mis manos, que todavía no han dejado de temblar. Odio que me griten, los insultos y que me traten con desprecio. Es superior a mí, tuve suficiente de eso durante mi niñez y no lo tolero bien.

Mi Primera Maravilla ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora