Capítulo 27

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La humareda se extendió por la parte delantera y se oscureció en el centro. Entonces, una voz apagada surgió del interior de la misma.

–Aja.

–Bienvenida, Jane —saludó Edward con un tono distante pero cortés.

Las siluetas oscuras se acercaron. Los contornos se hicieron más nítidos al salir del humazo. Jane iba al frente, llevando una capa oscura, casi negra. En comparación a sus demás acompañantes se veía bastante pequeña. Félix alzó los ojos, mirando el agarre de Caius sobre Aleksandra. Echó hacia atrás la capucha levemente para que pudiera ver cómo sonreía y guiñaba el ojo.

La mirada de Jane recorrió poco a poco los luminosos rostros de los Cullen antes de caer sobre la neófita, que seguía junto al fuego con la cabeza entre las manos.

–No lo comprendo —la voz de Jane aún sonaba aburrida, pero no parecía tan desinteresada como antes.

–Se ha rendido —le explicó Edward para deshacer la posible confusión de la vampira, cuyos ojos volaron con rapidez a las facciones de Edward. –¿Rendido?

Félix y otra de las sombras intercambiaron una fugaz mirada. Edward se encogió de hombros.

–Carlisle le dio esa opción.

–No hay opciones para quienes quebrantan las reglas —zanjó ella, tajante. Carlisle habló entonces con voz suave.

–Está en nuestras manos. No vi necesario aniquilarla en tanto en cuanto se mostró voluntariamente dispuesta a dejar de atacarnos. Nadie le ha enseñado las reglas.

–Eso es irrelevante —insistió Jane.

–No me había dado cuenta de que sabías más que yo, querida —Caius respondió en forma de burla. De inmediato, Jane lo miró con molestia, pero supo fingir que nada sucedía.

Jane clavó sus ojos en Carlisle con consternación. Sacudió la cabeza de forma imperceptible y luego recompuso las facciones.

–Aro deseaba que llegáramos tan al oeste para verte, Carlisle. Te envía saludos.

El aludido asintió.

–Les agradecería que le transmitieras a él los míos.

–Por supuesto —Jane sonrió. Su rostro era aún más adorable cuando se animaba. Volvió la vista atrás, hacia el humo—. Parece que hoy han hecho nuestro trabajo...

—Era obvio, ustedes nunca hacen nada —Caius escupió, sonriendo con dientes.

Aleksandra lo miró mientras fruncía el entrecejo. Esa faceta burlona no la conocía en lo absoluto. A pesar de que hacía comentarios para molestar, se veía bastante intimidante.

—Bueno, casi todo. Sólo por curiosidad profesional, ¿cuántos eran? Ocasionaron una buena oleada de destrucción en Seattle —Jane siguió hablando, ignorando el comentario de Caius. Debe haber escuchado muchos más desde que conoce a los Volturi, porque ni siquiera pestañeó.

–Dieciocho, contándola a ella —contestó Carlisle.

Jane abrió unos ojos como platos y contempló las llamas una vez más; parecía evaluar el tamaño de la hoguera. Félix y la otra sombra intercambiaron una mirada más prolongada.

–¿Dieciocho? –repitió. La voz sonó insegura por vez primera.

–Todos recién salidos del horno —explicó Carlisle con desdén—. Ninguno estaba cualificado.

–¿Ninguno? –la voz de Jane se endureció—. Entonces, ¿quién los creó?

—Se llamaba Victoria —respondió Edward, sin rastro de emoción en la voz.

Cuando el amor llegó ⟨••Caius Volturi••⟩ (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora