Capítulo trece: ¿Cómo llegamos hasta aquí?

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Grayson.

Grayson había pasado esos dos días haciendo todo lo posible por mantener su cabeza ocupada y no pensar más en Matt: él limpió el apartamento a fondo, hizo un montón de comida que seguramente serviría para la cena de toda la semana y acomodó todo de manera enfermizamente perfecta.

Ahora mismo se encontraba terminando las decoraciones navideñas de la casa, que constaba solamente de un delgado pino artificial de un metro de altura que tenía más de 6 años, esferas medio rotas que acomodaba de manera que no se vieran los agujeros en ellas, luces navideñas baratas, siete botas rojas que Pablo y Carmen les habían regalado años atrás y una vieja guirnalda en una de las ventanas. 

Incluso cuando sus adornos navideños eran feos y escasos no evitó que a los niños les llenara el espíritu navideño, así que él les hizo chocolate caliente con malvaviscos y los siete se sentaron en la sala de ver el VHS de Mi Pobre Angelito que tenían desde Dios sabe cuanto tiempo. 

Si su chocolate tenía un poco de whisky en él era una coincidencia, por supuesto. Cuando metió a todos los niños a la cama temprano esa noche se dedicó a sacar los regalos de la casa de Ashton donde los había escondido y comenzó a envolverlos en silencio, sentado en el medio de la sala; solo y ligeramente embriagado. 

Cuando terminó los dejó debajo del pino y pasó quizá demasiado tiempo observando las luces blancas que lo adornaban, sintiéndose más miserable con cada momento que pasaba. 

Pensó en su papá y cómo él seguramente llegaría en medio de la navidad a arruinar el día como siempre, pensó en todas las deudas que se estaban acercando con el final del mes, en cuantas peleas tendría que tener para poder conseguir suficiente dinero, en los cuadernos que sus hermanos necesitaban para el regreso a clases, la ropa, los útiles y la el futuro de los trillizos; a qué universidades entrarían, cuánto le costaría y cómo conseguiría el dinero para mandarlos a donde merecían estar. 

Pensó en todos los problemas que se estaban acercando y recordó la horrible situación en la que estaba en esas mismas fechas el año pasado, pero en especial pensó en Matt; en la curva de su cuello, en cómo lo hacía sentir con su simple presencia y lo pesado que era el vacío donde él solía estar.

No había pasado mucho desde el día que decidió alejarse, pero cada segundo se sentía como una eternidad y cada día como una tortura; era como caminar por el desierto descalzo, desnudo y sin agua. Pero si iba a morir de esa manera, se aseguraría de sobrevivir tanto tiempo como fuese posible.

—A la mierda —Él dijo entre dientes, mientras se ponía de pie y tomaba las llaves del apartamento. 

Así que subió al primer autobús que pasó hacia aquella zona y se dirigió al vecindario de Matt: decidido, pero con las piernas temblando con cada paso que daba. Al llegar al frente de su casa pasó varios segundos observando la alta edificación: todos las luces se encontraban apagadas y no estaba su auto en la parte del frente, así que supuso que él no estaba.

Pensó en irse, al fin y al cabo aquello había sido una estupidez, pero luego recordó que él siempre dejaba la ventana de su balcón abierta para que Ayleen pasara sin avisar y lo reconsideró. 

Miró a su alrededor buscando algún tipo de actividad que le digiera que algún vecino pomposo de Matt llamaría a la policía por verlo escalando su casa, pero al no ver nada comenzó a subir con cuidado de no resbalar y morir como el imbécil que era. 

Cuando por fin llegó al balcón él a penas tocó la ventana cuando esta cedió, abriéndose con facilidad. Él se contuvo las ganas de rodar los ojos y entró en silencio: La habitación se encontraba vacía, y luego de un cuidadoso recorrido se dio cuenta que toda la casa lo estaba, así que él encendió la luz de la sala y comenzó a merodear alrededor. 

GRAY WOLF [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now