Epílogo. Corre lobo Gris.

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Notas: Esto me salió más largo de lo que esperaba sklfsahlkshg sorry.

*          *           *

Blake.

El vacío que rasgaba las claras paredes era más obvio una vez que volvió a casa. 

Día tras día, las fotografías y los familiares muebles dejaban de sentirse como la excusa de hogar que había formado y se convertían en una carcasa vacía que le hacía imposible pasar mucho tiempo dentro de ella.

Aun así la vida en Redfort –una pequeña ciudad universitaria no muy lejos de San Diego- era simple, buena y pacífica.

Su casa se encontraba relativamente alejada del centro de la ciudad en un área de la playa que no estaba diariamente infestada de personas, tenía buenos amigos, mascotas que adoraba, empleados leales y honestos y una pastelería que comenzaba a volverse más popular.

Su vida era relativamente normal, sin sorpresas; rutinaria y monótona como la de cualquiera. Nada raro pasaba; nada que lo dejara sin sueño o le hiciera pensar que necesitaba volver a terapia psicológica semanal.

Eso fue, claro, hasta el día en el que Matthew Duncan volvió a su vida, justo cuando dejaba de ser un recuerdo insistente que lo torturaba a diario y se convertía en pequeños fragmentos en sus sueños.

E irónicamente no hubo pétalos de rosa volando por el aire o música suave de fondo. De hecho, fue anticlimático.

Era un día como cualquier otro, y Blake salía de la cocina con una bandeja de galletas de azúcar recién hechas cuando lo vio; Matt hacía fila en el mostrador mientras observaba su alrededor con nerviosismo. 

En Refort, California. No en Manhattan, no en Boston, se repitió Blake inconscientemente. Justo ahí. En el pequeño hoyo en la pared que era su nueva cafetería; sólido, real... perfecto.

Blake olvidó como respirar.

No estaba seguro cuanto tiempo permaneció de esa manera, congelado en su lugar, observándolo en espera que desapareciera como un espejismo. 

Nunca sucedió.

Un sonido metálico lo sacó de su ensimismamiento y Nick, uno de sus empleados y quien se encontraba frente al mostrador, soltó un grito agudo que asustó al resto de sus clientes. Blake no pudo hacer más que levantar la vista a Matt, para notar que su vista estaba fija en él, y ésta estaba llena de ansiedad.

Blake cerró los ojos y soltó una larga exhalación antes de dirigirse con rapidez al baño, murmurando entre dientes que no era real hasta que sonara cierto. Se recargó en los lavabos y contó del uno al diez con lentitud, intentando controlar sus respiraciones para obligar a su cerebro a tranquilizarse de una maldita vez. Se mojó el rostro y se talló los ojos con las palmas de sus manos para luego levantar la vista al espejo y buscar la valentía para volver afuera.

Cuando lo hizo, Matt ya no estaba ahí. 

Ignoró las preguntas de sus empleados y algunos de sus clientes frecuentes y salió con rapidez a la calle buscando a su alrededor algún signo de que había estado ahí, pero afuera sólo había locales y ningún rastro que pudiera seguir para llegar a él.

Resignado, soltó un largo suspiro, se giró y se dirigió al bar más cercano.

Dios, de verdad necesitaba una copa. Blake pensó. O dos. O seis.

*          *          *

Blake atendía un cliente cuando Matt apareció de nuevo.

GRAY WOLF [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now