Capitulo 2

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Naruto se encontraba extendido, con su uno noventa, en el sofá de cuero negro, mientras se comía un sándwich. Sonreía disfrutando del alimento pero sobre todo de la paz del hogar. Raramente se encontraba totalmente solo en el apartamento. Así que, ese día era maravilloso sentir el silencio.

No echaba de menos la encarnizada lucha contra el polvo de Menma, con su infernal adicción a la limpieza. Y es que su gemelo era un obseso del orden y la limpieza, Hasta tal punto que aspiraba a la aspiradora cada tres días. Eso lo volvía loco y exasperaba.

Le fascinaba cocinar, pero su identico hermano no le permitía disfrutar de la elaboración de los suculentos manjares que tenía en mente. Siempre estaba detrás él limpiando cualquier gotita que cayera por la encimera con el pretexto de que la grasa sería imposible de quitar. Haciendo imposible de este modo cualquier creación culinaria.

Pero hoy, hoy era distinto. Así que, sintiéndose travieso, decidió hacer algo que realmente podría encolerizar a Menma. Preparó un sándwich de esos de cuatro pisos, después de todo no tenía mucha hambre. Le metió jamón york, beicon, lechuga en cada piso, huevo, tomate, cebolla, pepinillos, tres variedades de queso y bastante salsa tártara. El pan tostadito y crujiente. ¡Ah, eso era vida! A cada mordisco se le ponían los ojos en blanco del placer de tan delicioso manjar.

―¡Sabía que lo harías! ―Menma entró de golpe en la casa.

Indignado, levantó un dedo acusatorio hacia su hermano. Sabía perfectamente que había hecho incluso antes de cruzar el umbral de la puerta.

―Tío, sólo desaparezco unas horas y mira el sofá ¡No te puedo dejar solo!

El aludido sonrió mostrando todos sus dientes. Dio el último mordisco exagerando el gesto de placer. El recién llegado negaba mientras abría la puerta de una de las despensas y sacaba a "M-O" su querida aspiradora de mano, inspirada en la película Wall-e.

―Pareces un niño chico, Naruto ―continuaba con su acusación―.

¿Sabes lo que cuesta quitar las migas de pan del sofá? ―se quejaba― Y seguro que llevaba beicon y salsa tártara, si hasta en el pasillo de entrada me llegaba el olor a grasa embarrada.

Naruto suspiro, por un momento le recordó a su madre con su obsesión por el orden. Se levantó recogiendo su plato y la servilleta. ―¿Sabes porque aún no nos hemos casado, verdad? ―preguntó mientras entraba a la cocina y lavaba su plato.

―¿Por qué te esfuerzas en hacerlo difícil?―respondió con el mismo tono irónico que el otro había usado.

El sonido de la aspiradora sobre el sofá era la clara muestra de la concentración minuciosa que el gemelo tenía en ese momento.

―Menma, no es necesario encontrar mujer si ya eres tú el ama de casa.

―Se recargó en el marco de la puerta― ¿Qué migajas de pan buscas?

¿Qué tan difícil es sacudir un sofá de cuero?

El interpelado se giró molesto sosteniendo aún el aparato que seguía succionando las motitas del inexistente polvo.

―Tenemos un trato. No se come en el sofá. Para eso hay una mesa.

―¿Esa mesa que está prohibido usar porque se puede ensuciar el cristal? ―replicó divertido Naruto.

Se acercó a su hermano y le puso la mano en el hombro.

―Venga bomboncito, tu sabes que estás exagerando. Ahora dile a tu hermano favorito que es eso que te molesta tanto. Cuando uno se va a echar un polvo regresa relajado, y tu, evidentemente, o no lo echaste o algo ha pasado.

Tres no son multitudWhere stories live. Discover now