Capitulo 12

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La casa de la tercera edad, "Juana de Arco", se encontraba a las afueras de la ciudad. Un viaje un tanto largo lo que significaba perder gran parte de la mañana.

Hinata aún no entendía el porqué de la obsesión de Tsunade, su abuela, por mudarse a ese lugar. A sus setenta años, seguía pareciendo una mujer menor a su edad real. Su elegante figura podía mostrar aún el esplendor con el que, muchos años atrás, volvía loco a cualquier hombre.

De hecho, la muchacha, desde muy pequeña, había admirado la belleza de Tsunade, la cual todavía se empecinaba en negar ser llamada abuela, pues "la hacía parecer mayor".

Ese siempre había sido el trato entre ambas: mientras la joven no le mencionase aquel parentesco, la otra, con la experiencia y sabiduría que solo los años pueden alcanzar, la seguiría aconsejando y amando incondicionalmente.

Para Hina, no existía figura de autoridad más respetada y amada que esa mujer. Sus padres se habían amado mucho, y estaba segura que la amaron, pero fueron figuras realmente ausentes en el transcurso de su vida. No los recordaba, y a pesar de que sufrió por la pérdida de ambos, no sentiría lo mismo como cuando Tsunade le faltara.

Con ella podía hablar de cualquier cosa. Era tan íntima y profunda su relación que cuando perdió la virginidad acudió a ella para relatar ese hecho y sacar todas sus dudas.

Siempre recordaría ese día. Kiba había sido el chico de la universidad que todas querían. Se sorprendió cuando se fijó en ella pidiéndole salir, para envidia y consternación de muchas. A Tsunade jamás le gusto ese chico, pero la instó a vivir aquella experiencia con aquel joven alocado.

Al joven le iba la marcha y la sedujo en la fiesta en que el equipo de rugby ganó. Estaba tan emocionada por haber sido la elegida. En algún momento subieron a una de las habitaciones de la casa donde se festejó aquel triunfo y, sin más, pasó.

Hina se había sentido decididamente defraudada. No había entendido el final de todo aquello. Y eso que había visto en algún momento alguna película subida de tono. Pero cuando llegó la hora de practicar todo aquello, sólo sintió el desgarro doloroso de su inocencia y el mete y saca del semental que se había subido a su cuerpo.

De hecho, fue tal su frustración, que ni siquiera se encontró un punto erótico en alguna parte de su cuerpo. Kiba se había centrado en acariciar un poco los senos, dos o tres besos en el cuello y lo demás fue breve y con urgencia.

Lo digno de mencionar fue la ternura que utilizó para robar aquella primera vez. Sin embargo, cuando todo terminó, se esperaba que fuera algo más. El muchacho la veía como si fuera el rey del mundo y hubiera hecho algo muy importante en ese momento.

―¿Qué te pareció? ―Le preguntó lleno de orgullo.

―Que no lo entendí. ―Contestó franca―. Por lo menos no el final.

El bufido molesto del muchacho la hizo darse cuenta que había dicho algo que no era correcto.

―Joder, tía ―comenzó a vestirse maldiciendo―. Me habían dicho que eras rara, pero no tonta. ―Terminó de arreglar su cabello―. Si no sabes que pasa, es porque eres más torpe de lo que había dicho Shion. ―Salió de la habitación, dejándola confundida y totalmente frustrada.

Cuando llegó a casa, Tsunade en seguida se dio cuenta de que algo pasaba. La conocía demasiado bien y no podía evitar preocuparse por su nieta.

La pequeña Hina había tomado asiento frente a la anciana que la observaba con curiosidad. Sentía como con su mirada casi podía adivinar lo que pasaba por su cabeza. Así que, se sentó a su lado y decidió contarle todo lo que había pasado entre el líder del equipo y ella.

Tres no son multitudWhere stories live. Discover now