Capitulo 4

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―¡Esto es imposible! ―Menma se dejó caer frustrado en el sofá―.

Ninguna de las tres que han venido me ha convencido. Encima se han quejado del timbre.

Naruto se dirigía a la cocina. Tanta entrevista no había servido para nada, y eso le había abierto el apetito.

―Te recuerdo que Dingdong-Rex, ha sido creado para espantarlas, no para gustarles ―puntualizó―. Desgraciadamente, tengo que decirte que aún nos queda una más.

―¡No jodas! ―se quejó su hermano.

―No lo hago desde hace una semana. ―Se encogió de hombros.

Abrió la despensa y una ceja se elevó al momento―. ¿Te atreviste a usar mi sal con canela?

―Vino la vecina y ya sabes que a esa anciana me es imposible negarle algo.

―¿Y te pidió esa sal en específico? ―Salió de la cocina indignado―. ¿Sabes acaso para que se usa la sal con canela?

―La sal, es sal. Punto. ―Menma quería zanjar el asunto, todavía estaba tratando de superar la pérdida de su última amante.

―Nooo, ¡vade retro, satanás! Ignorante de la vida, tengo que volver a darte la lección sobre los distintos tipos de sal. Dale la de grano grueso que tenemos ahí en la encimera o la de grano fino del bote azul. Pero, las que tengo aquí, guardadas en la despensa, no. Estas son para...

―Estamos en paz ―el gemelo elevó los brazos en rendición―. Hoy, tú comiste en el sofá y yo he usado tu sal sagrada. Una por otra. ―No, Menma. Ahí te equivocas. Vamos al Halcón.

―¿Para? ―Menma se mostraba renuente.― ¿Por qué tanto drama por un poco de sal?

―¡Ahora! ―Naruto sacaba de su encierro aquel tesoro―. Pon la mano y jura.

―Tío, no jodas. ¡Es sal!

―¡Jura!

Con un resoplido, el siempre ordenado de los hermanos, se levantó del sofá y se acercó a Naruto, elevó una mano y con tono cansado juró.

―Juro no volver a tocar la finísima, exótica, delicada, única y lo que sea que tengas en la despensa, para regalarlo a la vecina.

―Buen chico ―con veneración cubrió de nuevo la reliquia. Estaba por añadir algo más cuando se escuchó el rugido.

Ambos suspiraron. Demasiado poco había durado el descanso.

―Yo no pienso abrir, lo hice hace rato. ―Menma se dirigía a la

terraza―. Si necesitas ayuda me llamas. ―Puntualizó― Y como ayuda me refiero a que sea un alienígena escupe fuego, un ataque al corazón o nuestra queridísima madre. ¿Quedó claro?

―¡No me dejes solo! ―Suplicó su hermano viendo con terror la puerta.

―Pídele ayuda al halcón. ―Salió a la terraza sonriendo, complacido.

Estaban tan hartos de las chicas sosas que habían estado entrevistando, que casi pagaban a la anterior para que se fuera. Así que, a ninguno de los dos les hacía gracia esta última visita. Sobre todo porque tenía el apellido de un personaje de ficción que ambos veneraban. La sola idea de conocer a una niña vacía, con risa boba y haciendo bromas sobre tan respetado personaje sin haber leído alguno de sus libros, los enfermaba.

¿Dónde quedaban las chicas que leían? Frustrados se habían dado cuenta que la búsqueda de la mujer ideal sería una ardua tarea. Necesitaban encontrar a alguien con quien charlar y discutir. Es decir, alguien mínimamente interesante.

Tres no son multitudWhere stories live. Discover now