Capitulo 15

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El Atalaya's Hotel se encontraba en la parte céntrica de la ciudad. Era un hotel de cinco estrellas y un lugar ideal para hospedarse unos días y pasar desapercibido. Pues contaban con una discreción absoluta para los clientes. Eso era lo que necesitaba Kushina Namikaze.

La mujer entró en la espaciosa y enorme habitación, admirando la gran cama que la llamaba para perderse en un profundo sueño. Se sentía muy satisfecha con el servicio de habitaciones que era una de las razones por la que era una clienta asidua.

Se sentó en la cama y exhaló un suspiro. Sabía que no había hecho lo correcto al tomar el primero vuelo para ver a sus hijos. De hecho, estaba segura que a ninguno de los dos les haría gracia saber que había viajado un continente entero, solamente para asegurarse del éxito de su misión.

Se metió a la ducha, segura de que un baño de burbujas podría hacer que se le desentumeciera el cuerpo por el viaje y así luego poder centrarse en lo que tenía que hacer. No tenía mucho tiempo hasta que se percataran de su partida, y avisaran a sus hijos.

El baño fue revitalizante, aunque aún sentía el abrumador cansancio por las diecisiete horas de vuelo. Sabía que había tenido mucha suerte en encontrar un vuelo directo en tan poco tiempo.

Salió de la bañera y se enfundó en un albornoz. Lo que tenía pensado hacer ahora era pedir una apetitosa merienda. Después pondría en práctica todos sus planes para la misión que la había alejado de su hogar.

Cuando abrió la puerta corrediza que separaba el lujoso baño de la habitación se dio cuenta que había una mesita preparada con bandejas cubiertas. Se sintió confusa. No recordaba haber pedido sus alimentos antes de bañarse. ¿Acaso estaba más cansada de lo que pensaba? Sacudió la cabeza., ¿Ahora se metían los camareros a la habitación sin consentimiento? O ¿Sin llamar a la puerta?

―¿Pensabas que ibas a salir de casa así sin más? ―Una conocida voz, a su espalda, la sorprendió.

Se giró para confrontarlo pero, se quedó sin aliento. El hombre frente a ella, aún a sus sesenta y cinco años, seguía tan apuesto y varonil como cuando lo conoció.

―Creo que más bien esperaba que la dejáramos sola, para así hacer las locuras que tiene en mente por el bien de los muchachos. ―Concluyó otra voz con el mismo timbre de voz pero que procedía del vestíbulo de entrada.

Otro hombre idéntico al primero se aproximó a ella. Ambos la miraban expectantes.

―Oh, maldita sea. ―Kushina se dejó caer en la cama―. Se supone que vosotros dos deberíais estar en casa. ¿Cómo habéis llegado tan rápido?

Los dos le dedicaron una pícara sonrisa, dejando claro que una vez más se habían adelantado a sus planes.

―Mientras nuestra dulce mujercita tomaba un vuelo, sentada cómodamente en primera clase, nosotros decidimos viajar en clase turista, para así darle su espacio. ―Minato, el primero que había hablado se acercaba a su mujer.

―¿Acaso piensas que vamos a permitir que cualquiera se te acerque?

―Toribama el segundo le siguió.

Dos copias idénticas excepto para ella. Daba igual que en algún momento de locura juvenil hubieran querido engañarla intercambiándose.

Ahora sabía demasiado bien quién era cada uno y los amaba con la misma intensidad como cuando los conoció siendo una joven inexperta.

―¡Por favor! Ya no soy una chiquilla, dudo mucho que alguien pueda sentirse atraído por mí. ―Su voz desmentía la fingida indignación de la frase.

Tres no son multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora