Capitulo 26

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Hinata se encontraba en la cafetería del Atalaya's Hotel. Llevaba dos días instalada en una habitación de la que apenas había salido.

Agradecía haber metido su tarjeta y su identificación en uno de los bolsillos del traje, pero maldijo al darse cuenta de que no llevaba el móvil, aunque siendo sincera lo prefería así. No estaba lista para enfrentar a nadie.

Estaba molesta consigo misma por haberse dejado intimidar de nuevo por el veneno que siempre desprendía Shion. La bruja había atinado en una cosa: Se estaba acostando con dos hombres, algo socialmente inconcebible y prohibido. No podía ser, estaba enamorada de dos hombres y encima eran hermanos y eso era mucho peor.

Los extrañaba. Santo Dios, como los echaba de menos. Había pasado unos días maravillosos a su lado y necesitaba de ellos como el aire mismo. ¿Entonces qué era lo que la tenía lejos de ellos?

―¿Hina?

Una voz familiar a su espalda la sorprendió.

―¡Hinata! ― la saludó con una sonrisa de alivio―. Cariño

¿qué haces aquí? ¿Me puedo sentar?

― Kushina ―La joven se levantó y la abrazó con fuerza―. Por favor, siéntate.

―¿Qué haces aquí? ¿Vienes a desayunar con alguien? ―Preguntó fingiendo no saber nada. Aunque realmente estaba al corriente de la desesperada búsqueda que tenían sus hijos.

―No, en realidad me hospedé aquí por unas cuantas noches.

―Confesó evitando su mirada.

―¿Pero qué ha pasado? ¿Has peleado con tu casero?

Si en algo era buena Kushina era en sonsacar información. Esta vez era importante, no sólo porque estaba preocupada por sus hijos, sino porque la muchacha se veía perdida y sola.

―Oh Kushina, temo que si te lo cuento todo, te levantes, me dejes de hablar y digas que soy una...

―Pero cariño, si yo te dijera todo lo que he vivido no pensarías así.

―Le dio dos palmaditas en su mano― Confía en mí. ―La instaba a hablar. En poco tiempo le había cogido cariño y la protegería incluso de sus hijos―. Dime qué es eso que te ha pasado y que ahora te angustia tanto. Háblame, quizá te sorprenda.

La joven decidió confiar, en ella y comenzó a contarle todo lo que tenía, desde cómo había sido sobajada por su compañera de piso, incluso su frustrante primera relación sexual.

Confesó todo lo que en su corazón se había quedado anclado y le dolía.

Habló del profundo amor que sentía por aquellos dos hombres como gotas de agua. Aunque sabía que era casi imposible que alguien que pudiese amar a dos personas al mismo tiempo fuese bien visto por la sociedad. No omitió nada, aceptando así que había compartido su lecho y su cuerpo con ellos, hasta que Shion, nuevamente, la había puesto a pensar en lo que, tarde o temprano, se diría de ella.

―Ahora puedes decirme que soy una furcia. Dime todo lo que quieras, incluso puedes levantarte y retirarme la palabra. ―Hinata mantenía la mirada en sus manos.

―Hija, ¿Realmente crees que te voy a juzgar por esto? ―Kushina le sonrió, tomando una de sus manos y dándole una cariñosa palmadita―.

¿Quién soy yo para juzgarte o juzgar tu modo de vida? ¿O simplemente para decir que es lo que puede o no sentir tu corazón?

―Pero la moral no dice lo mismo. Según esto, soy una adúltera.

―La moral es una vieja chismosa, hipócrita, anorgásmica y envidiosa

―repuso ella―. Cariño, nadie puede juzgar que es lo correcto o no, y mucho menos decirte de qué forma sentir o amar. ¿Acaso han juzgado a los árabes con su harem? ¿Y qué hay de malo que tú tengas dos hombres?

Hay mujeres que van vestidas de Prada, muy perfumadas, con maridos divinos a los que les ponen los cuernos con cualquier hijo de vecino.

Manteniendo una relación ilícita sin amor, sólo por sexo. Así que, si tú me dices que los quieres...

―Los amo ―rectificó la joven.

―Y dices que ellos te corresponden, ¿cierto?

―¡Es una locura! ―Se pasó las manos por su delicado rostro―.

Incluso hablan de matrimonio. Y lo peor es que, si se pudiese, lo haría.

Quiero pertenecerles para siempre.

―¿Y qué esperas para hacerlo? ―Kushina la miró confusa.

―¿Pero tú te das cuenta de esta locura?

―Me doy cuenta que estas aquí, llorando por lo que una víbora te dijo, mientras otra más lista te puede robar lo que por derecho te pertenece.

―¿Otra?

―Bueno, cariño. Tú los has abandonado. Es obvio que has dejado claro que no te interesan. Has dejado libre el camino para que otra los reclame. Y es una lástima, me hubiera encantado conocerlos.

Hinata sintió una furia terrible en su interior al pensar en que sus hombres estuvieran con otra. A bastante había renunciado ya en su vida, como para volver a hacerlo. Estaba cansada de permitir que la arrastraran y le robaran lo que le pertenecía. Prefería vivir apartada de la sociedad siendo una paria, pero con ellos, a vivir una vida sola e infeliz haciendo "lo correcto".

―Eso no va a ocurrir, Kushina. ―Se levantó de su silla con decisión.

Por fin Hinata estaba lista para enfrentar las duras pruebas que la vida le diera, con la seguridad de que no estaría sola. Ellos estarían a su lado―.

Es hora que vuelva a casa. Gracias amiga mía, gracias por todo.

La abrazó y le dio un beso en la mejilla. Salió corriendo, pago su cuenta y se dirigió a un sitio donde podrían quitarle ciertas dudas.

Por el camino, pensó en Tsunade y su sonrisa afloró. Escuchó incluso la voz de aquella alocada y sabia mujer: «Si yo tuviera tu edad, me los quedaba. ¿Qué más quieres? En lugar de un hombre que te ame, tienes dos que lo hacen y encima te van a dar mucho trilirí. No sé qué haces llorando.

Tú no eres mi nieta, no quiero verte más».

My Sexual Shop, como siempre, mantenía su buen gusto. Tente se encontraba detrás de una vidriera acomodando algunos juguetes nuevos cuando Hina llegó al establecimiento. Le dedicó esa sonrisa franca que daba confianza a todo aquel que se acercaba a ella.

―¿Hinata, verdad? ―Se dirigió a ella con ese paso enérgico que la caracterizaba.

―¿Te acuerdas de mí? ―Hina asintió contenta―. Seguro es porque te di muchos dolores de cabeza la última vez. ¿A que si?

―Siempre me acuerdo de la gente alegre. ―Le guiño el ojo y se dirigió a otra vitrina, dándole tiempo para que pudiese campar a sus anchas en la tienda.

―Tente, sé lo que quiero. Sólo necesito que me quites unas dudas.

―El rubor comenzó a cubrir sus mejillas.

―A ver, dime. ¿Qué es lo que necesitas? ―La mujer dejó lo que estaba haciendo y se acercó poniendo total atención a la muchacha.

Le encantaba abrir la mente sobre estos temas. La sexualidad no debería ser un tabú, era parte de una vida sana, una parte importante de lo cotidiano. No todo eran dildos y vibradores; había mucho más por explotar en el cuerpo de un hombre y una mujer, pero sobre todo para sentirse sensual.

Ambas mujeres comenzaron a hablar acerca de la idea que venía trabajando en la mente de Hina. Al inicio se sintió perdida, pero conforme le fue explicando las cosas decidió que era el momento de aceptar lo que el destino le había dado. Ya era hora de ser feliz.

Salió de la tienda con una nueva esperanza en su rostro y una bolsa con una grata sorpresa dentro, que haría las delicias de la velada.

Tres no son multitudWhere stories live. Discover now