Capítulo 3

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Escapar es una tentación de la que solo las almas nobles se liberan.

—Buena noches, cariño —murmuró con suavidad el señor Rosewood antes de depositar un beso en mi frente e incorporarse.

Sus pasos hicieron crujir las tablas de madera mientras se alejaba, llevándose un poco del calor de la habitación con él. Se quedó un segundo en el umbral de la puerta, contemplándome como si aún temiera que fuese un sueño pasajero.

En cuanto se fue, automáticamente, inhale con brusquedad y una sensación de ahogo cerró mi garganta.

No quería dormir en la cama de Becca, mucho menos en su habitación. Me escabullí de las enredadas sábanas para quedarme estática en el centro de aquel cuarto de paredes blancas y tapiz floral.
Me gustaba pensar que su esencia seguía allí, pero a la vez solo me perturbaba más usar las cosas de un fantasma. Se sentía tan indecente como responder al llamado de su nombre, y la culpa se adhirió a mí como si fuese una segunda capa de piel.

Abrí la vieja laptop que tanto tiempo ahorrando me había costado conseguir. Ingresé al buscador y mis dedos temblaron al escribir su nombre. Al instante cientos de páginas aparecieron, pero mis ojos se posaron solo en una.

BRsecrets.com

La pantalla se volvió negra antes de pedir la clave de ingreso a la página web. Así, hace un año atrás, conocí todos los detalles de la vida de Rebecca.

Ella tenía un diario online donde documentaba cada aspecto y persona que entraba y salía de su vida. Había entradas sobre aventuras de una noche y otras que eran una crítica masiva hacia las personas que le desagradaban. Allí estaban sus secretos más ocuros y la explicación de cómo obtenía cada cosa que quería.

Becca no se conformó con un pedazo de papel y prefirió dejar documentada su vida en una red inmortal, que ambas sabíamos que perduraría por siglos. A ella parecía gustarle ser parte de la historia, y a mí, curiosamente, conocerla.

Sin embargo, no fue sencillo. Ella instaló una serie de claves que tardé meses en descifrar con lo poco que teníamos en común. Debí adentrarme en aquel orfanato en el que nos habían abandonado a medianoche, e hice cosas inimaginables para conseguir aquellas tres claves.

Cosas que no quiero recordar.

Mi investigación comenzó sabiendo que ella dejó de escribir una noche antes de desaparecer. Aún no era capaz de descifrar si había huido o alguien la había interceptado. Intentaba que me mente no insistiera en que estaba muerta.

Hacerme pasar por ella en su ciudad natal solo era una forma de saber lo que en realidad le había sucedido el 13 de diciembre de 2015. Necesitaba conocer cada aspecto de su vida para descartar a las posibles personas que le habrían querido hacer daño. Esa parecía ser una de las más acertadas hipótesis de momento dado la cantidad de problemas que tenía con la gente de aquí y la gente tenía con ella.

Levanté la mirada bruscamente al oír un ruido fuera, en el balcón. La luz de la luna se llegaba a través de las casi traslúcidas cortinas mientras que el rugir del viento aumentaba.

Me acerqué. El marco de la puerta corrediza se sintió frío contra las yemas de mis dedos y la brisa nocturna me estremeció cada centímetro de piel a la vez que meció las finas hebras de mi cabello.

Al ver que no se trataba de un simple balcón mi corazón dio un vuelco.

Era una especie de puente que conectaba mis puertas francesas con las de alguien más. Nunca antes había visto un palco como aquel, pero sí a la persona que estaba al otro extremo de este.

Maleducado ojos esmeraldas estaba ahí.

Su cuerpo, delgado pero con músculo, se inclinaba contra la barandilla del pequeño puente. Un cigarrillo descansaba entre su dedo medio e índice mientras de sus labios salía una tóxica nube grisácea. La luna alumbraba tenuemente sus serias facciones y hacía que su cebello pareciese más oscuro de lo que a la luz del sol era.

Tragué la bilis, incapaz de hacer algo más que observarlo. Si él era vecino de Becca, indudablemente podría haberme reconocido con facilidad en el tren.

Y no había dicho absolutamente nada al respecto.

Intenté hacer memoria. Mi hermana jamás había escrito sobre un vecino. Nunca había leído una descripción que encajase con todo lo que ese sujeto representaba.

Él llevó el cigarrillo nuevamente a su boca antes de enderezarse y contemplarme con indiferencia. Decir que la sangré se heló en mis venas es poco.

—Buenas noches, Rebecca —dijo en voz firme y grave, obligándome a retener el aliento.

Él se volteó. Sus hombros eran anchos y podía notar la forma en que los músculos de su espalda se movían bajo la fina tela de la desgastada camiseta.

—Me reconociste en Gilmster —señalé cautelosa—. Y no dijiste nada —añadí arrastrando las palabras—. ¿Por qué?

Tras mi casi inaudible pregunta el silencio reinó por escasos segundos.

Lo único que parecía ser capaz de oír era mi respiración. La suya era tan serena que me inquietó no percibirla.

Cuando él se giró sus ojos rutilaron con una interrogación, una duda que dilató sus abismales pupilas enmarcadas por gruesas pestañas.

—Tú tampoco me reconociste —apuntó dándole una última calada al cigarrillo. Luego lanzó lo que quedaba de la colilla, dejándola caer para encontrarse con la tierra.

Un jaque mate fue hecho por su parte.

Sentí que mi mentira comenzaba a resquebrajarse con cada pequeño detalle. Fue sospechoso, y lo sabía en mis adentros, pero él parecía ser la clase de hombre que guardaba secretos. Eso me tranquilizó de cierta forma y no sabía por qué.

Sin embargo, debía ser más cuidadosa.

Me dio una última mirada. Sus ojos recordándome al florecer de una oscurecida primavera, una donde el sol se ocultaba tras las nubes de un aguacero.

Cerró la puerta de la que creí que era su habitación en silencio y me quedé a solas con la luna y mi pensar.

Aún podía oír el nombre de Becca saliendo de sus labios junto a la duda. Debía comenzar a comportarme como ella si no quería levantar más sospechas, pero no quería transformarme en otra persona.

Quería ser yo misma, pero en esta mentira eso equivaldría a morir.

El cuenta mitos de BeccaWhere stories live. Discover now