Capítulo 18

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Sus brazos conformaban la cárcel en la que todos los pecadores deseaban estar.

Una difusión llegó a mi bandeja de entrada la noche del sábado, mientras buscaba pistas sobre el pasado de Meredith.

Fiesta en los límites del bosque y el campamento abandonado de Sunny Ford, cruzando la ruta 92.

💋, Stella.

Al mismo tiempo recibí una llamada de Tyler, quien se mantenía a unos metros de la casa vigilando desde su camioneta negra. Probablemente, también comiendo comida chatarra.

—Houston, tenemos un problema. —No solo escuché su voz, sino el motor del vehículo siendo encendido.

—¿Qué ocurre? ¿Es Félix otra vez?

Habíamos acordado que él mantendría un ojo en el perímetro de la casa y seguiría al chico si se escabullía a La Boca del Lobo otra vez.

—Algo así —dijo cauteloso—. ¿Qué dirías si te dijera que el hermano de tu hermana se subió al auto de la hermana de tu vecino?

Al principio me mareé un poco, pero supe de inmediato que algo andaba mal. Tyler solo formulaba preguntas como esas, enredando árboles genealógicos, en situaciones nada agradables.

—Demonios, Ty... —Suspiré antes de dirigirme escaleras abajo.

Pensaba que el hermano de Becca podría volver a escaparse, pero nunca me planteé la posibilidad de que iría a la fiesta de Stella, ni que irían juntos.

¿Qué era lo que se traía entre manos esa abeja reina? Recordé la conversación que había oído en el baño de Liver High.
Ella pensaba que no me preocupaba por Félix, pero había tenido la extraña idea de que lo hacía por Killian. ¿Cuál era la conexión? ¿El pasado entre los Bates y los Rosewood era tan complejo como misterioso?

Me detuve en seco al llegar al pie de la escalera. Mis latidos empezaron a multiplicarse y cobrar fuerza, tanta que temí ser oída.

Meredith y el señor Carter, besándose.

Sus cuerpos estaban fundidos en un necesitado abrazo.Las mismas manos que sostenían el periódico y una taza de café cada mañana ahora se enredaban en el cabello color rubio de la mujer.

Hice mi camino en silencio, aún oyendo sus respiraciones irregulares.

¿Rebecca sabía de aquel romance? ¿O solo se trataba de un segundo de espontaneidad y deseo? ¿Aquel era el secreto que ocultaban los ojos de la mucama?

—Parece que acabas de ver un pene por primera vez en tu vida —observó Tyler al ver mi rostro, que no era más que una mezcla de vergüenza y sorpresa—. No pensé que eras tan virgen —agregó cuando cerré la puerta del copiloto.

—La empleada y el padre de Rebecca —expliqué aún sin terminar de comprender aquella inusual unión—. Creo que tienen una aventura.

Eso podría explicar por qué Becca la detestaba, pero no lograba responder a cómo podía extorsionarla.

—Creo que vivía mejor en la ignorancia —comentó haciendo un mueca.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora