Capítulo 10

14.3K 1.8K 206
                                    

Las malas intenciones se acompañan de las sonrisas más dulces.

—¿A qué te refieres con un policía? —interrumpí al señor Carter.

Él tomó un sorbo de su café matutino antes de volver a observarme. Ya el hecho de que prácticamente me señalasen con el dedo cada vez que cruzaba la calle era malo, ¿tener un oficial pisándome los talones?

La situación empeorará.

—Según el oficial Trainor, la policía quiere mantenerte bajo su protección como medida preventiva por si regresa ese... ese hombre.

En sus ojos grises se desató una tormenta al pensar en la persona que estaba amenazando a su hija. Decenas de insultos fueron retenidos cuando apretó los labios. Era demasiado educado como para expresarlos en voz alta.

—Suena más a vigilancia que a protección —reflexioné en voz baja.

Ambos éramos conscientes de que así era. Trainor no parecía creer nada de lo que había dicho en mi declaracióna, y las autoridades del colegio no podían negarse o hacer mucho al respecto para impedir que un oficial me siguiera hasta clase de álgebra.

El ruido de los cubiertos fue el único que perduró por un tiempo antes de oír pasos provenientes de la escalera. El té me quemó la garganta cuando tragué mucho y rápido en el segundo en que Félix se sentó frente a mí. Tuve que contenerme para no jadear con sorpresa y horror.

Un gran moretón se hacía notar en un intenso color violeta alrededor de su ojo izquierdo. Su labio inferior estaba partido y cortado cerca de la comisura también.

Recordé el sonido de la escandalosa música como fondo de nuestra conversación telefónica. ¿Dónde había estado?

Carter bajó su periódico lentamente con sus ojos clavándose en el rostro maltratado. Él estaba tan estático como yo, ambos incapaces de decir palabra alguna.

—Creo que es hora de ir a clase, Becca —dijo el hombro con cautela. Sabía exactamente que era una orden para poder hablar con Félix en privado—. Puedes ir en mi auto, las llaves están en la entrada.

Se oyó el chirrido que hizo mi silla cuando me levanté y luego cada paso que di.

—¿Qué clase de salvaje te golpeó de este modo? —demandó Carter cuando creyó que ya no estaba. Me quedé al pie de la escalera para oírlo.

—No tienes que fingir estar interesado en lo que hago. —El muchacho sonó colérico y fastidiado—. Tampoco en lo que me pasa.

Me pregunté qué secretos sabía Becca sobre él.

—Eres mi hijo, deja de decir que no me preocupo por ti y dime quién te hizo esto.

—¡Lo digo porque no lo haces! —estalló Félix, sobresaltándome—. Lo único que te importa es Rebecca, siempre lo ha sido —escupió con un resentimiento casi tangible.

Me apresuré a subir las escaleras al oír sus pasos acercándose. Me quedé apretada contra la pared en cuanto me alcanzó y pasó. Antes de entrar a su habitación se detuvo y me miró.

El gris de sus ojos no se parecía en nada al del señor Carter. Los suyos tenían otro brillo, se asemejaban a la plata fundida. Era notable su enojo, pero aún más su rencor.

—Ten cuidado con lo que dices, Becca —me advirtió—. No has estado aquí por más de tres días y ya volviste de mi vida un infierno, abre la boca y volveré la tuya algo mucho peor. —Aversión se filtró en las palabras.

Entro a su alcoba y dio un portazo.

Me quedé inmóvil en mi lugar antes de adentrarme en la recámara de mi hermana y soltar el aliento que venía reteniendo. Supe en ese momento que debía seguir a Félix para saber qué ocultaba y por qué odiaba tanto a Becca. Ir de frente no era una opción, no podía hacerme la desentendida.

El cuenta mitos de BeccaWhere stories live. Discover now