Capítulo 13

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Las peores venganzas son las que llegan disfrazadas, las que te miran a los ojos y te desean la muerte en silencio.

—Glenn.

Fue lo primero que se escapó de los labios de Tyler, su respiración agitada mientras me subía al asiento del copiloto.

—¿Qué ocurre con él? —pregunté con el pinchazo de la incertidumbre.

Nada bueno podía llegar a mis oídos cuando escuchaba su nombre.

Mis ojos se dispararon en dirección al mapa que se mostraba en la tablet de Tyler, el punto rojo seguía avanzando hacia Seattle, pero algo estaba mal.

—Él no está solo en la carretera —informó antes de que una imagen borrosa se adueñara de la pantalla—. Esta fotografía fue tomada por una cámara de seguridad del banco cercano al muelle de San Francisco —explicó antes de hacer zoom a la imagen.

Podía ver con claridad a Glenn sacando dinero del cajero. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, de la misma forma que lo hizo en la estación de policía aquella noche. Verlo, en carne y hueso luego de tantos meses, fue como tirar la venda de una herida en mi pecho a la que le faltaba sanar.

Intenté concentrarme en el resto de la imagen, intenté borrarlo de mi cabeza, y aún más de mi corazón.

Mis ojos se estrecharon al ver lo que Tyler estaba señalando. Alguien estaba sentado en el asiento del copiloto, se podía observar a través de la ventanilla media baja.

—¿Quién es? —susurré al tiempo que Tyler daba un mordisco a una rosquilla glaseada. Lo miré con mala cara—. ¿Te parece momento para darle prioridad a tu estómago? —pregunté seguidamente.

—Siempre es momento para comer —dijo con la boca llena antes de comenzar a mover sus dedos grasosos por la superficie.

Hizo un acercamiento directo a la imagen, exactamente al espejo derecho del automóvil. La cámara no había capturado el rostro de la persona, pero sí su reflejo.

—Necesitamos aumentar la calidad en pixeles y lograr decrecer el contraste de la microfilme —comentó antes de sostener su rosquilla entre los dientes y comenzar a teclear con ambas manos sobre el aparato.

Glenn podía estar lejos, pero se había llevado nuestro secreto con él. No sabía exactamente qué estaba pasando por su mente en ese momento, pero me dejé llevar por mi intuición y eso empeoró las cosas.

Mis ojos se quedaron anclados en su imagen, en su sombra y posición. ¿Cómo pude vivir bajo el mismo techo que aquel monstruo? Casi podía saborear mi sangre otra vez, el gusto metálico en mis labios mientras el seguía atacándome.

Golpeándome.

Pateándome.

Destruyéndome.

Hace un año atrás

No puedes ir, quédate aquí —pidió Glenn antes de tomarme ambas manos, las suyas se sentían cálidas sobre las mías.

Una súplica y un destello de preocupación brilló en su mirar color roble, el otoño más reconfortable.

Necesito encontrar respuestas y nadie parece querer dármelas —repliqué con un nudo en la garganta. Estaba cansada de vivir en aquella ignorancia, de no saber quién era en realidad—. Sé que ellos saben quién soy, saben quiénes son mis padres... de donde vengo —agregué antes de dejar ir sus manos—. Y me lo están ocultando.

Tal vez tienen motivos. —Las palabras fueron como dagas lanzadas directo a mi pecho.

La incredulidad cubrió mis facciones mientras sentía la ofensa despertar en mi interior.

Tú más que nadie deberías entenderme —murmuré antes de apartar sus manos una vez más cuando trató de alcanzarme.

Descubrí que mis padres eran dos drogadictos que pensaban que yo era un maldito estorbo —dijo con firmeza, la cólera comenzó a adueñarse de sus cuerdas vocales—. ¿Quieres eso para ti? ¿Qué diablos estás buscando? Deja el pasado en paz, nada bueno sale de él. No del nuestro, no de nuestras vidas y no de ese maldito orfanato —rugió.

Necesito ver a los ojos a mis padres —insistí—. Y voy a hacerlo, con o sin tu ayuda.

Me abrí camino en dirección a la puerta, pero su cuerpo se posicionó en mi paso. Su alta figura haciéndome sentir pequeña, como una diminuta estrella en el inmenso espacio.

No irás —dijo, el tono de sus ojos se oscureció—. Deja de intentar desenterrar el pasado, de buscar a personas que no valen la pena. — Su voz era irreconocible, él lo era—. Tus padres no te aman, sino nunca te hubieran dejado en esa pocilga que tanto llamas hogar —terminó con su pecho subiendo y bajando lentamente, casi rozando el mío.

Esa es tu familia —recordé, palabras hirientes salieron de mis labios. Observé el dolor traspasar sus ojos, dilatar sus pupilas—. No la mía.

Cerré la puerta con un sonoro portazo, en el fondo temiendo que él tuviera razón.

—Tyler, date prisa —pedí.

—No me apures que me desconcentras, mujer.

Un minuto entero pasó mientras la página cargaba. El mundo pareció detenerse en aquel instante, el tiempo se suspendió entre el comienzo y el fin del espacio cuando mis ojos vieron a la persona que se reflejaba en el espejo.

Era un policía.

Atado, amordazado e inconsciente.

Sentí gélida escarcha en el pecho. La imagen se quedó grabada en mi memoria como un recuerdo que se negaba a ser olvidado.

—Ty... —logré decir antes de tragar con fuerza. Mi corazón se resquebrajó por aquel pobre hombre—. ¿Por qué Glenn tiene de rehén a un oficial?

Sabía que él no tenía una respuesta, pero si no lo decía en voz alta no parecía real.

Y lo era.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora