Capítulo 22

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Si aún tu corazón late con fuerza cada vez que me acerco, cualquier susurro o grito del viento avivará este amor.

Todo cobraba sentido.

Rebecca se había acostado con el novio de Stella hacía más de un año, y ahora la hija de los Bates quería devolverle a mi hermana un poco de aquel dolor que sintió.

En mi mente daba vueltas y vueltas a las páginas del diario, buscando algún indicio sobre aquel fugaz amor por el que Becca cayó, pero nunca había leído sobre Killian, además de que no lo olvidaría.

El viaje de regreso fue silencioso. Oliver no volvió a presionar el tema de mis heridas porque sabía que no iba a decirle nada. Amit no sería delatado por mí. No sin saber más de él, no sin conocer su historia y si podríamos cooperar.

La patrulla frenó de golpe en un movimiento brusco al llegar a la casa de los Rosewood. Una maldición se escapó de los labios del oficial. Levanté la vista y a través del parabrisas se vio a una esbelta figura moviéndose frente al coche.

Killian.

El dúo de pálidas luces blancas lo bañó. Sus ojos eran una indescifrable mezcla de emociones radioactivas, como una tormenta a punto de arrasar con todo a su paso.

—¿Qué crees que estás haciendo, muchacho? —preguntó con tono de reproche Oliver, bajándose del vehículo con ambas manos puestas en su cinturón. Una arruga se formó en su frente—. Podrías haber salido herido —añadió serio, pero el chico no le contestó en los siguientes segundos, así que suspiró—. Tengo que dejar a Rebecca en su casa, no hay nada que ver aquí, así que...

—A partir de aquí me encargo yo —dijo para mí sorpresa—. Ya hizo suficiente por hoy, oficial.

¿Qué? Sintiéndome confusa e indignada alcancé la manija de la puerta. Primero, me trataba con indiferencia y ni siquiera me daba una mirada de compasión tras verme terriblemente golpeada, ¿pero ahora era así de descortés con la única persona que me había ayudado? Por no mencionar la exigencia en su voz.

—Es mi trabajo hacer lo suficiente —replicó el de la placa, y a pesar de la tranquilidad con la que se expresaba era obvio que sus músculos estaban tensos bajo el uniforme.

—E incluso más si te apetece, ¿eh? —provocó.

Asimilando que estaba acusando a Oliver de aprovecharse de mí baje de la patrulla a tiempo. El movimiento, a pesar de ser mínimo, dolió. Cerré la puerta cortando con el sonido aquella tensión que los envolvía. El policía parecía justo había comenzado a avanzar.

—Está bien, Oliver —aseguré, llegando a su lado—. Puedes irte y yo puedo entrar a casa sola, sin ayuda —aclaré sosteniendo la mirada de Killian—. Tú no pierdes tiempo en personas como yo, ¿recuerdas? —Usé sus palabras en su contra.

Él apretó la mandíbula.

—Esta conversación no ha acabado —sentenció.

Y se fue, rápido y a paso firme hasta su coche. Seguidamente se oyó el motor.

Oliver, de forma automática, centró su atención en mí y sus brazos se extendieron creyendo que iba a caerme. Estaba mareada, pero no se lo dije, sino que en su lugar tomé distancia.

Necesitaba salir de la piel de Becca, al menos esta noche. Todo me estaba sobrepasando.

—Sé que la policía tendrá preguntas y que mi padre se enterará en algún momento —dije tragando el nudo en mi garganta—.Pero que no sea esta noche, por favor —rogué.

No podía enfrentar a Carter ahora, no después de saber su secreto con Meredith. No era capaz de enfrentarme a él sin una excusa válida, sin pensar en la próxima mentira que saldría de mis labios.

La indecisión brilló en sus ojos, pero concluyó su respuesta exhalando despacio.

—No será esta noche —acordó en un susurro—. Solo descansa, ¿sí?

Vacilación nació en él, pero luego se inclinó hasta depositar un beso en la cima de mí cabeza. La dulzura del gesto deshizo algo en mí. También supe, en ese momento, que yo no representaba un simple caso para él. Literalmente estaba ignorando reglas para cumplir mis deseos. No podía negar que se sentía bien tener a alguien que se preocupase por mí, pero luego recordaba que él y todos se preocupaban en realidad por Rebecca.

Ni siquiera sabían de mi existencia.

Observé la patrulla desaparecer entre las desoladas calles de Shinefalls. Mis ojos se dirigieron al hogar de mi hermana a continuación. En esos momentos, donde el silencio era mi mejor compañía, necesitaba tener un momento sincero conmigo misma; dejar de pretender ser algo que no era.

Subí la mirada al cielo y comencé a caminar. Los dolores fueron ignorados mientras pensaba y recordaba en dónde estaba hace unos meses atrás y lo que me hacía feliz antes. Luego, en algunos momentos, no pensé, anduve en modo automático. Sin siquiera percatarme, terminé en el invernadero de cristal.

El aroma de las rosas me intoxicó de la forma más dulce.

Me comenzaron a picar los ojos, y estuve dispuesta a dejarlo ir todo en lágrimas, pero entonces alguien habló.

—Te dije que la conversación no había acabado.

El cuenta mitos de BeccaWhere stories live. Discover now