Capítulo 57

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Me he vuelto adicta, dependiente de los ojos que acaparan el mundo en ellos.

—¿Dónde estabas anoche? Tu casa estaba vacía.

Miré al Oliver en su uniforme y me pregunté si tendría el mismo tono autoritario sin él.

No lo había visto desde que había arrestado a James. Lo que más me sorprendió fue que ningún rumor se esparció, lo que hablaba muy bien de cómo ese oficial manejaba la discreción.

—Estaba con unos amigos.

Intenté rodearlo, pero se plantó con firmeza. Sabía lo que iba a pedirme, pero si me escapaba de escucharlo no tendría que darle una respuesta.

—Necesito que declares contra James.

No me dio tiempo de correr.

—No puedo hacerlo.

Lo que menos necesitaba en ese momento era sumar enemigos a la lista de Rebecca.

—Sin tu palabra lo máximo que tendrá ese bastardo son unos días en una celda del departamento. Solo te pido que digas la verdad. Te protegeré, ese es el poder de la placa, pero sin tu declaración seguirá suelto y detrás de otras chicas que pasarán lo mismo que pasaste tú.

—Te pedí que no lo subieras a la patrulla —interrumpí bajando la voz ante las miradas curiosas—. No lo haré, lo siento, no puedo.

Me hubiera encantado decir que lo haría con gusto, la cabeza en alto y la voz clara, pero estaba atada de pies y manos.

—Se aprovechó de una menor —insistió, tomando mi codo con gentileza cuando aparté la mirada—. Aprovechó su posición como profesor, es un deli...

—Yo lo quise. Fue consensuado y no me arrepiento. Puede que no haya sido moral de su parte estar conmigo, pero eso es todo.

Mentiras, mentiras y más mentiras. La enredadera se extendía por mi vida y me asfixiaba. Quería cortarme las lengua por decirlas tanto como gritar que todos los adultos que estaban con menores me repugnaban.

Mi hermana no era una santa, pero seguía siendo una adolescente. No importaba si creía ser la que movía los hilos de la relación, él no era su marioneta. James tendría que haber puesto fin a esa relación antes de que comenzara. Me dolía por su hija y su esposa, pero cada uno era responsable por sus actos.

Entonces, mis ojos se encontraron con los de Killian. No necesitó decirme que había escuchado todo, lo vi en su rostro. Estaba tan indignado, asqueado y furioso como Oliver, pero a diferencia de este, sus sentimientos también eran para mí.

Me quedé en silencio.

—Debí habérmelo imaginado. —Fue todo lo que dijo Killian.

Los estudiantes se apartaron de su camino cuando entró en el edificio. Las estrellas del momento que compatimos anoche se apagaron.

Las mentiras me habían arrastrado hasta ese punto que consistía en perder todo lo que comenzaba a querer, y él era una de esas cosas.

Me tuve que contener para seguirlo. Quería asegurarle que yo no era la vieja Becca, pero no podía hacerlo sin confesar que ni siquiera era ella para empezar.

Lo iba a destruir, y a pesar de que debía, que pronto sucedería, no quería ser la encargada de la destrucción de la única persona que me traía paz en aquel lío.

Así que, anteponiendo a mi hermana, no lo seguí.

Como siempre.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora