Capítulo 74

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"La creación más hermosa no es aquella que deleita los ojos, sino la que logra estremecer. Es más que placer visual, es una reacción corporal."

Narra Becca

—¿Dónde demonios está Gleen? —exigí saber, cerrando la puerta del copiloto de un portazo.

Miré a Tylar con una advertencia en los ojos. Más le valía decirme la verdad.

Gleen era un pedazo de mierda, pero de los buenos. Me mintió e hizo creer que le importada, pero a pesar de sus intenciones ocultas, me protegió a su modo.

El plan se había desmoronado por culpa del psicópata desconocido. Cuando me dirigí a la sala de vigilancia, estuve a segundos de verle el rostro, pero entonces Tyler me interceptó porque creyó que era mi hermana. Me arrastró a la fuerza hasta la salida.

—¡Te he preguntando dónde está Gleen, imbécil!

El chico tras el volante me observó con duda y volteé para ver a Kyle, Amit y Pixie apiñados en el asiento trasero. Sus rostros mostraban desconcierto y pánico.

Ella fue a buscarlo —reconoció la pelirroja con voz estrangulada—. La vi de camino a la terraza, pero ya debería estar aquí...

El coche enmudeció mientras todos asumían lo que había ocurrido. Los pensamientos iban a venían, las posibilidades de lo que estaría ocurriendo allí adentro también. Con esto nació una sensación entraña que se adhirió a mi pecho negándose a desaparecer, era intranquilidad.

—No me importa ella, me importa Gleen —insistí.

Los ojos de Tyler brillaron con una ferocidad ajena a él.

—Nada te hará cambiar de opinión, ¿verdad? Nunca le darás una oportunidad, y a pesar de que te odio y no entiendo por eso, te sigo respetando —dijo entre dientes—.  Solo lo hago porque mi mejor amiga te ama lo suficiente como para montar un circo y ser comida por los leones con tal de que estés bien, pero no dudes que te bajaré a patadas en el trasero de esta puta camioneta si vuelves a decir que ella no importa. Porque lo hace más que tú, yo y cualquier persona.

—¿En serio? ¿Me estás amenazando por decir una verdad que me pertenece? —Resoplé y tomé la manija—. Te ahorro las patadas, me bajo sola.

—Cierra la maldita puerta, Rebecca —ordenó Amit en cuanto puse un pie fuera del vehículo.

Lo ignoré, pero se bajó detrás de él.

—Tú también eres un imbécil por ponerte de su lado. No me interesa oír cómo defiendes a una mentirosa que se hizo pasar por mí.

De rió en mi rostro. Fue crudo y agridulce. Me tomó por los hombros y sacudió como si así pudiera hacerme entrar en una razón que era irrazonable.

—¡Tu hermana está arriesgando todo por ti, ¿y ni siquiera eres capaz de cerrar la maldita boca por cinco minutos?! —El interior de mis rodillas chocó contra la parte baja del capó cuando me obligó a retroceder—. ¡Reza para que ese loco no la haya encontrado, porque sino juro que...!

—¡Amit, es suficiente! —Tyler apareció a nuestro lado y lo obligó a soltarme.

—Déjalo terminar —dije encolerizada—. ¿Y luego de esto debo suponer que me amaste alguna vez? ¡Estás defendiendo a una desconocida! Hasta donde sabemos podría estar igual de loca que el psicópata que me persigue. ¡Abre los ojos, Amit! ¡Te hizo creer que yo estaba viva cuando podría haber estado tres metros bajo tierra! ¡Ni en mil vidas rezaría por esa zorra!

Kyle bajó del coché.

—¿Cómo eres tan ciega para no ver lo que ella hizo y hace por ti?

Ella no hizo nada. Todos la defendían cuando la víctima era yo.

—Desearía que tu amiga estuviera muerta. —Miré a Tyler—. Eso nos ahorraría unos cuantos problemas.

Entonces, se oyó.

El planeta dejó de girar y las agujas de todos los relojes marcaron las doce antes de detenerse con el disparo que oímos. Antes de que pudiera procesarlo, escuché las sirenas de la policía y vi sus luces asomarse en la calle. Gritos de los invitados llenaron los huecos silenciosos en el aire antes de que una oleada de personas saliera como una estampida salvaje del edificio.

Dos ambulancias clavaron sus frenos, haciendo chillar los neumáticos ante la brusquedad. Hombres armados del departamento de policía comenzaron a gritar órdenes mientras desenfundaban sus armas y se ponían en acuclillas, apuntando.

Cuando creíamos que nadie más saldría por las puertas, Killian Bates lo hizo cargando el inerte cuerpo que supuestamente era mío.

La imagen, no sé cómo, absorbió todo el oxígeno que existía. Me quedé sin aliento.


El cuenta mitos de BeccaWhere stories live. Discover now