Capítulo 23

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¿Acaso hay algo más gratificante que dar el amor que se recibe?

—No quiero hablar contigo —me limité a contestar, sintiendo un enojo que pocas veces había experimentado. Sin embargo, para no decir cosas de las que podría arrepentirme luego, lo mejor era callar cuanto se pudiera—. No ahora.

Las personas que sumían sus corazones en ira, por más corto que fuese el tiempo bajo esta, solían decir palabras hirientes que yo no quería pronunciar.

Él había pasado de ser un desconocido en un tren a un gran enigma en el vida de Becca.

—Mírame, Rebecca —dijo no con suavidad, pero tampoco con brusquedad.

El sonar de sus pasos a mis espaldas se intensificó mientras se acercaba. Sentí su aliento en mi cuello y un escalofrío recorrió mi columna. No estaba acostumbrada a estar tan cerca de las personas.

Me giré para encontrar sus ojos. La primavera parecía relucir bajo los rayos de la luna vertiéndose a través del cristal del invernadero. Luego, llegó la tormenta; sus pupilas se dilataron mientras recorría mi rostro y la sangre seca que ahora se adhería a mis labios y mejillas.

—Vas a decirme quién te hizo esto —dijo despacio, con una exhalación pesada—. Yo estaba en la fiesta. Tal vez lo conozco. Tal vez podría haber... —Las palabras se desvanecieron en la punta de su lengua.

Su mano alcanzó mi barbilla y me examino en silencio, girando delicadamente mi rostro. Creo haber visto impotencia en su mirada, pero no había justificativo para aquello dado que supuestamente ni siquiera le agradaba.

Entonces, su mano cayó al percatarse de que lo estaba escudriñando tanto como él a mí.

¿Qué es lo que no quieres que vea, Killian?

—Era una fiesta. —Me encojo de hombros—. Nadie te culpa por tener una aventura en el bosque. Todos la tenían, y nadie espera que sucedan esta clase de cosas. —Hago un ademán a mi cara.

Él frunce el ceño, aún viendo mis cortes, pero una vez que analiza mis palabras su expresión cambia. El silencio pesa demasiado.

—Stella —confirmó, encontrándose con la inevitable realidad.

No fue necesario decirle que su hermana había planeado pagarme con la misma moneda, pero sí aclarar lo demás.

—Ella no envió a nadie para que me golpeen —apresuré a decir, convencida—. Solo...

De hacerlo tendría que saber que me nombre era otro, y por la forma en que me trataba no parecía sospechar.

—Solo quiso que me vieras —terminó por mí.

En cierto punto entendía por qué a mi hermana le atraía. Que te miraran con esos ojos hacía enloquecer desde las neuronas hasta las hormonas, había que darle crédito por eso. Sin embargo, sin conocerla de verdad peso sí lo suficiente, concluí que le gustaba Killian por lo que realmente era ante todos: un misterio.

¿Pero se podía caer enamorado de algo que admirabas sin conocer en lo absoluto?

Por instinto di un paso atrás. No sé muy bien por qué. Tal vez no quería acercarme dado que había caído en la cuenta de que sí existían límites, y si reconocía ciertos límites era porque una parte de mí sentía cierto magnetismo por él.

¿Ella te amaba?

—Intenté arreglar las cosas con Stella, pero ella no quiere escucharme. Aún sigue dolida por el pasado —expliqué, porque tras la malicia en los ojos felinos de la chica existía una muchacha rota que aún lloraba mientras juntaba los trozos de sí misma. No estaba defendiéndola, ni justificando sus actos, estaba tomando su lugar. Que tú supuesta mejor amiga esté con tu novio es una golpe del que al corazón le toma tiempo recuperarse—. No estoy orgullosa de lo que he hecho, ni de las decisiones que he tomado, pero créeme que no tengo intenciones de herir a tu hermana devolviéndole lo que me... Me hizo esta noche —añadí sabiendo que Rebecca hubiera actuado así y que él sostenía que el problema era yo, que siempre lo fui.

Entonces, como si mis palabras fueran la contraseña incorrecta, el hijo de los Bates se bloqueó. Su cenit volvió a fruncirse, dudando.

—No me crees, ¿verdad? —inquirí tratando de ocultar la dolencia de mi voz.

—No sé si creerte —afirmó.

—¿Por qué? —demandé casi inaudible.

—Por que sigues siendo tú, la chica que devuelve el golpe con más fuerza. —Los recuerdos, mis peores enemigos mientras estaba sobre el escenario tratando de actuar, parecieron adueñarse de su mente. El pasado cobró vida en el presente—. Amabas estos juegos, ser víctima y villano a la vez —dijo, y reconocimiento brilló en sus ojos.

Volvió a mirar mis heridas, pero esta vez con una vacilación y disgusto notable. ¿Creía que me las había hecho para llamar la atención? ¿Pensaba que quería culpar a su hermana?

—¿Primero vienes a buscarme preocupado y ahora me atacas? —repliqué con recelo—. ¿Qué está mal contigo? No me autolesioné, Killian, lo juro.

—No sé si creer en la Becca que está frente a mí o en la de mis recuerdos. —Se encogió de hombros, exhalando pesadamente—. Entiéndelo, tu historial habla por ti. Las personas dudan de aquellos que han sido malos toda la vida.

Todo el mundo parecía desear la muerte de Rebecca. Dolía saber que trataban a la única persona que me quedaba como si fuese un monstruo. No creía que ella fuese un ángel, pero sabía... sentía que ella era más que cualquier rumor.

Era un ser humano que sufría por los fantasmas que la perseguían tanto en sus sueños como en el vida real, pero nadie parecía ver que tenía un corazón, que aún quedaba amor y benevolencia en su interior, en algún lado. Lo pensé sin dar justificación alguna a las cosas malas que hizo lo pensé.

¿Por qué todos niegan las segundas oportunidades?

—Parece que todos pierden la fe en mí. Nadie dice creer que las personas pueden cambiar, específicamente que yo puedo hacerlo, pero todos saben que lo hacen y por eso temen —aseguré—. Y tienen miedo de caer, de involucrarse y que luego regrese aquella parte oscura de la que tanto lucharon para desprenderse, ¿pero sabes qué? Si me dieran el beneficio de la duda los sorprendería. No soy lo que era. Nadie es lo que alguna vez fue porque absolutamente todo cambia.

Me estaba costando respirar y tenía un nudo en la garganta. También me costaba mantenerme en pie, pero mi mayor esfuerzo para parecerle fuerte.

—Sin embargo, si no te acercaste antes, no dejaré que te acerques ahora —advertí—. Traté de hacer las paces, pero no te rogaré nada. Piensa lo que quieras.

Si nadie podía apreciar el corazón de mi hermana —su parte buena—, tampoco el mío.

—No quiero volver a verte, Killian —finalicé—. Por favor, vete.

NARRA BECCA

—¿Qué diablos haremos con él, Glenn? — escupí frustrada, con la cólera filtrándose a través de mis palabras—. ¿En que estabas pensando, eh? ¡Mira en el puto lío que nos has metido! —grito señalando al oficial inconsciente.

—Baja la voz —sisea tratando de mantener su propia alteración al margen—. Se interpuso en mi camino, era esto o arriesgarnos a que nos descubrieran —añadió desempacando un par de cosas. Estábamos en una inmundicia de habitación de motel—. Voy a encargarme de él, yo... ¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó en cuanto me acerqué al policía.

Empecé a desabotonarle la camiseta y respondí a su mirada de reproche con una desafiante. No iba a decirme cómo manejar mi vida cuando la estaba arruinando.

—Si vamos a huir necesitamos dinero —expliqué, saboreando las próxima palabras que pendían de mis labios— . Sé cómo hacerlo, así que o te quedas ahí parado como un idiota o me ayudas.

Él vaciló, pero luego de un breve silencio asintió. Detestaba aquellos segundos en los que él dudaba, en los que parecía perderse en sí mismo o en algún remoto recuerdo.

Está conmigo, necesito que se enfoque cuando se lo pida. Necesito que obedezca.

—Eso pensé. —Sonreí.

Como recompensa a la buena decisión le di una fugaz beso en la boca antes de seguir desnudando al oficial.

El cuenta mitos de BeccaWhere stories live. Discover now