Capítulo 29

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Peor que recordar detalles que duelen es no recordar en absoluto. El vacío mata.

Pixie frenó su andar cuando Stella se interpuso en su camino. Ambas intercambiaron una tensa mirada.

—¿Cómo te atreves a mostrar tu rostro luego de lo que me has hecho? —preguntó con incredulidad en la voz peor victoria en los ojos—. Es la segunda vez que me ocurre, y te prometo que no habrá tercera.

Pixie le dio una última mirada, a la que me vi incapaz de decodificar su significado. Mis pasos le siguieron a un aula vacía. La vi desplomarse en el rincón junto a la ventana. El sol hizo de su cabello pelirrojo una llamarada cuyas chispas parecían salpicar sus mejillas, convirtiéndose en cientos de pecas.

—¿Puedo acompañarte? —Me aventuré, haciendo que levantara el mentón en mi dirección, sin decir palabra alguna—. Sé que Stella está mintiendo sobre lo que sea que ocurrió.

Sus pestañas revolotearon con fuerza en el intento de apartar las lágrimas.

—Es lo que siempre hace, pero ya no importa, posiblemente seamos las únicas personas que crean eso —musitó.

—Si sabemos la verdad, no importa lo que los demás crean, el mundo siempre va a juzgar pese a que hables con sinceridad o solo con mentiras. —Me senté a una distancia prudente, queriendo darle espacio pero hacerle saber a la vez que ahí estaba—. ¿Quiéres contarme que ocurrió? —ofrecí con suavidad.

—Fue la noche de su fiesta, el fin semana. —Entrelazó con fuerza sus manos sobre su regazo—. Ella me pidió que entretuviera a su hermano... Sabes a lo que me refiero —Tragó con fuerza. La imagen de la mano deslizándose por la ventanilla del coche me llegó de golpe—. Le dije que no quería hacerlo, que yo aún era...era virgen, que quería estar con el chico que me gustaba, Fran. —Mordió su labio, nerviosa—. Me dijo que me fuera al diablo, que nadie iba a querer estar con alguien que no sabía lo que hacía y que pasaría vergüenza frente a Fran, quien sí ya estuvo con chicas y chicos.

Sus ojos se cristalizaron.

Stella no tenía límites. Era una persona cruel y manipuladora. ¿Quién explotaba las inseguridades de alguien y le creaba nuevas solo para sacar un provecho estrictamente vengativo? Esta chica recordará su primera vez para siempre. No es algo que vaya a olvidar.

—Lo hice, en parte, para que no me botara, y de todas formas lo hizo. —Se encogió de hombros y sorbió por la nariz.

El timbre sonó al mismo tiempo que las voces y los pasos se aproximaron. Me incorporé y tendí una mano a Pixie.

—Un consejo —dije ayudándola a ponerse de pie mientras los estudiantes comenzaban a ingresar al aula—. Nunca vayas contra tus propios principios. —Bajé la voz para que no nos oyera nadie más—. Y defiéndelos, porque nadie más lo hará por ti.

Ella asintió. Intriga dilató sus pupilas y agradecimiento hizo curvar con tristeza sus labios. Dejé ir su mano, tenía que llegar a clase de química, pero sentí sus ojos en mí espalda hasta que salí por la puerta.

Los corredores ya estaban vacíos para cuando decidí volver con Oliver. Ante la idea de ayudar a Pixie lo había dejado solo pidiendo que sostenga mis libros.

Al doblar en la primera esquina, choqué contra alguien. Antes de que pudiera recomponerme sentí que me empujaba contra los casilleros. Mi corazón se aceleró al instante. Sus ojos mieles parecían más oscuros que nunca.

—James, ¿qué estás hacien...? —Los labios del profesor de francés quisieron capturar los míos, a lo que me sobresalté.

—Sabes lo que quiero, Becca —dijo a centímetros—. Desde que apareciste lo único que he querido hacer es esto. —Franqueza caracterizó su voz.

—Te dije que te alejaras —advertí, seria—. No quiero tener nada que ver contigo, ya no soy más esa persona —intenté aclarar, pero su persistencia seguía ahí.

—¿Por qué? ¿Por qué cambias de decisión ahora? —demandó.

—Por qué lo que hacíamos estaba mal, siempre lo estará —dije en un siseo exasperado—. Tu esposa te abandonó por lo que sea que había entre nosotros. Tienes suerte de que no haya reportado que...

—No me importa.

—James, por favor, escú...

—Aún podemos tenernos el uno al otro.

Era evidente que no estaba enamorado de mi hermana. La veía como entretenimiento, diversión, un aventura para llenar algún vacío propio.

—La pasión no es eterna —recordé.

—Vamos a averiguarlo —susuró, acercándose tanto que sentí su aliento sobre mis labios otra vez, al tiempo que traté de empujarlo.

Sin embargo, mi esfuerzo por alejarlo quedó en la nada en cuanto alguien tiró de él hacia atrás y un puño se estrelló en su mandíbula.

Lástima, no fue el mío.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora