Capítulo veintidós

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Gran Sinagoga de Jerusalén, Israel

LUZBELL

Era una mañana suave y húmeda; nubosa, con el típico clima mediterráneo de esas tierras.

Luzbell se hallaba en uno de los ventanales que daban al exterior, el cual tenía un balcón largo y estrecho. Desde allí observaba a la multitud reunida debajo, los ciudadanos israelíes (los que no perecieron tras resistirse) y los representantes de cada embajada; el aroma de su temor le llenaba las fosas nasales. Tal era el terror que provocaba en ellos, que él casi podía sentir el circular frenético de su sangre, la arritmia de cada uno de sus latidos, el sudor que perlaba sus manos, y estos unidos conformaban una febril fragancia que le era casi afrodisíaca, excitante.

Sus caídos lo acompañaban. A su derecha Hariel, su preferido, su largamente anhelado arcángel de alas negras, se mantenía bello y altivo, enfundado en su armadura negra, como buen guerrero que era, mirando a la multitud con sus enigmáticos ojos carmesí. El que una vez fuera jefe del Ejército Celestial y que ahora le pertenecía en la totalidad de sus aptitudes, o casi. A su lado se hallaba Lumiel, quien era su orgullo personal aunque su relación no fuera precisamente idílica. Ella observaba todo al mismo tiempo sin perder detalle alguno, dejando que su melena roja fuera agitada por la brisa igual que lo hacía su escotada túnica de seda plateada. Años atrás había sido la mente maestra detrás del horror de Salem, la única que podía atribuirse el título de bruja, una hechicera mortal y desalmada. Abdi-Xtiel era el siguiente. La larga cortina de sus cabellos negros rozaba los pisos de cerámica esmaltada. Su mirada de tonos cambiantes, pero igual de indescifrables, parecía no enfocarse en nada en especial. Él era un ser extraño entre seres extraños; artesano de la Gran Inquisición que azotó a Europa en el siglo XV, disfrutaba en gran manera las torturas y asesinatos, además de tener un sorprendente don para las artes oscuras.

A la izquierda de Luzbell estaba Yasiel, feroz y temible; en un gesto muy suyo acariciaba la empuñadura de su espada. Él pensaba al verlo que no era su cuerpo cubierto de eslabones plateados ni su altura y porte gigantescos, ni siquiera su sonrisa sádica, lo que infundían tal pavor en los demás, era la nada que podía verse a través de su mirada completamente blanca, esa vacuidad reflejaba con nitidez su alma, y era esa falta la que aterrorizaba. Hacedor de guerras en pos de ideales absurdos, gozaba con la imagen de los cuerpos mutilados y en descomposición que se apilaban en los campos de batalla. Lo secundaba Siriel, su consejero, el único entre sus caídos que no era arcángel, solo un ángel mayor, antes erudito en el templo, ahora su asesor. Astuto, sagaz e inteligente, se jactaba con veracidad de haber sido el autor del Holocausto que se llevó la vida de millares de judíos. No le entusiasmaba en sí la muerte, sino el planear y ejecutar sus estrategias.

Qirel y Graciel eran los últimos. El primero, era sinónimo de corrupción. Pornografía, violación, incesto, y como estos, otros tantos actos inicuos habían sido propagados por él durante milenios. Olía mal, a muerte vieja. Su rostro aún conservaba, detrás de toda la suciedad, la belleza que antes lo había hecho conocido, pero que ahora su andrajosa y descuidada presencia ocultaba con habilidad. Vestía harapos carcomidos y llevaba su cabello castaño claro (tono casi indistinguible) en una grasienta trenza hecha de rastas. El segundo Graciel, contrastaba en demasía con Qirel, era pequeño, de un metro setenta de estatura y contextura frágil. Tenía un rostro suave y bonito, coronado por rizos dorados y unos ojos muy azules y expresivos. Era un "angelito" a simple vista, pero no uno bondadoso ni confiable. Se había infiltrado con éxito en las legiones angelicales una centena de veces. ¡Y muchas más había sido enviado con mensajes falsos! Graciel era un as en su manga y un aliado importante como cada uno de ellos, a los que conocía demasiado bien en sus gustos, deseos, preferencias, temores y sueños. Y este conocimiento era su poder.

En el refugio de sus alas (Disponible en Físico)Where stories live. Discover now