Capítulo treinta y dos

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Sinagoga de Tel Aviv

ZILOE

Le daba vueltas a esas palabras en su mente. El Padre la quería libre; libre en sus elecciones y en toda decisión que tomara. Él dijo que si se negaba a cumplir con ese pacto inconsciente, no moriría, y Hariel tampoco.

Era mucho que procesar. Cuando Ziloe levantó la mirada LillyNaiel la observaba con curiosidad.

-Gracias. Este mensaje significó mucho para mí; cambia todo -le hizo saber, y vio sonreír a la querubín con auténtica alegría.

-Me alegra que así sea, no te imaginas cuánto, Ziloe -le contestó-.Ah, antes de que lo olvide, tengo un mensaje más que darte.

Ziloe enarcó una ceja.

«¿Otro mensaje?»

Una sonrisa iluminó su rostro al imaginarse a alguien en especial.

«¿Será de él?»

-Dice Finniel -comenzó Lilly-Naiel, revelando al emisor-, que te ama mucho, y que hará todo lo posible para verte libre y feliz de nuevo.

El mensaje fue dicho en forma pausada y con una remarcada dulzura;casi pudo oír a Finn prometiéndole aquello.

-Otra vez, gracias -repitió ella-. ¿Entonces conoces a Finn?, ¿él está bien?

-Lo está -le aseguró Lilly-Naiel-. Cuando llegué a la capilla se estaba recuperando; al irme ya estaba completamente repuesto.

El alivio brotó de ella en la forma de un largo suspiro. Finn estaba bien. Aplacadas sus ansiedades, Ziloe sintió resurgir la urgencia de escapar.

-Entonces... ¿ustedes me sacarán de aquí? -les cuestionó.

La querubín comenzaba a responderle cuando el sonido de pasos acercándose los alertó. Tariel tomó una mano de Lilly-Naiel y ella al instante se hizo invisible. La otra la apoyó en el hombro de Ziloe.

-Nos haré invisibles a los tres -le explicó rápidamente-.Somos muchos, así que el efecto será breve, cuando abran la puerta solo síguenos en puntas de pie.

Ziloe asintió. Después percibió que un halo cálido la envolvía de pies a cabeza. Se miró las manos, o hizo el intento, pues sus ojos no las pudieron captar, como a ninguna otra parte de su cuerpo.

Un guardia abrió la puerta. Los ojos se le abrieron como platos cuando se dio cuenta de que ella no estaba en el cuarto. Mientras lo rodeaban con sigilo, ella observó cómo él se mordía el labio y se mesaba el cabello. El pobre estaba en problemas.

Ya en el pasillo, tomados los tres de la mano, apresuraron el paso intentando hacer el menor ruido posible. Ellos eran más ágiles y ligeros, casi la llevaban arrastrando por los largos pasillos.

-Pon más brío -oyó que le susurraba la querubín-. Corre como alma que se lleva el diablo.

«En resumidas cuentas, eso es lo que soy».

Sonrió por aquel pensamiento y agilizó la marcha. Descendieron un piso por las escaleras de mármol blanco. El corazón se le aceleró al ver que estaban cerca de la puerta de entrada; la salida continua de los soldados que se preparaban para la batalla la mantenía abierta. Esperaron a que el batallón terminara de salir y, antes de que cerrara, ellos se escabulleron al exterior.

La humedad del anochecer se percibía en el aire y hacía un poco de frío. El cielo tenía un tono plomizo; parecía estar teñido de las aflicciones de los bandos en oposición. Uno en cada extremo: los celestiales y los satánicos. Los segundos eran muchos más.

En el refugio de sus alas (Disponible en Físico)Where stories live. Discover now