La venganza

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—Tu prima argentina, Dolores volará hasta aquí para pasar la navidad y el año nuevo con nosotras. No solo unas fiestas estadounidenses, sino que también unas fiestas con nosotras las Moon, lo que será nuevo para ella, ¿no creés?

—Una navidad en Utah —aclaró mi hija.

—Es igual, Lo nunca salió de su país. Necesitamos ordenar la casa y guardar las piezas de arte antes que se estropeen —anuncié.

—Todavía hay tiempo, mamá. Hay que ir al Wall-mart y comprar una cama de una plaza y un colchón —dijo mi hija.

—También necesitamos cosas para decorar la casa... —dije mientras ponía el uniforme de mi hija a remojar en agua caliente y jabón.

—Generalmente, decoramos bastante, pero este tiene que ser un gran fin de año, bajo la lluvia helada y la nieve. Debemos encontrar un árbol de dos metros de altura —exageró Lavanda.

—Es mejor tomar una sierra y cortar un árbol que sea gratis y que caiga en tu cabeza —dije con una voz risible.

—Bueno, cortar árboles es peligroso. Pero si me cayó uno en la cabeza una vez —dijo y puso sus ojos en blanco.

—Eso sucedió hace más de una década —dije mientras sonreía.

—Entonces, debemos comprar el árbol natural; las luces, la estrella, las esferas, las guirnaldas, los pequeños Santa claus para decorar la mesa, una nueva corona para la puerta, ponche de huevo, muchos turrones, confituras, almendras, nueces y dulces —dijo Lavanda con gran emoción.

—Es cierto y no olvidemos del pavo.

—Incluso podemos llevar a Lo a Wall-mart para que se siente en el regazo de Papá noel y le pida sus regalos —dijo Lavanda con la miraba brillante.

—¡Jua! —exclamé con voz sorda.

—¿Qué ocurre ahora? —preguntó, adelantadose.

—Lo tiene veinticinco años... ¿No te acordás?

—No lo recordaba —respondió Lavanda palideciendo.

—En la víspera de la navidad seremos las tres, pero si quieres puedes invitar a Jaime, tu compañero —le informé.

—¿A Jaime? —preguntó asombrada.

Mi hija fue presa de una leve excitación, se notaba a leguas que ese policía era su secretito.

—¡No!... ¡No!... —respondió prontamente Lavanda.

—Que quede claro que lo detesto y que no quiero que tengas una relación sentimental con él. Solo lo invito porque sé que su madre acaba de fallecer y... —murmuré.

—¿Por qué no lo decís de una, mamá?

—¡Lavanda Moon, no me hablés de ese modo!

—Es que sientes pena por él... decime la verdad. ¿Acaso te sentís culpable porque ahora no tiene familia? —cuestionó mi hija.

—Eso no es cierto —respondí, sintiendo un calor que recorría mi columna vertebral.

—Mamá, no importa. Lo invitaré de todos modos —luego cambiando de tono agregó—: También puedes invitar a Kyd.

—¿Kyd? —pregunté mientras fruncia el ceño.

Al escuchar ese nombre me sobresalté y mis ritmo cardíaco aumentó.

—Exactamente, Kyd.

Estúpido Poeta (NOVELA TRASH) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora