El sentimiento inoportuno

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Jaime tenía apariencia de mal muchacho, pero cuando lo vi tan interesado en los productos de limpieza mi pensamiento cambió abruptamente. Entonces comenzó a ser un hombre interesante, y es producto del elogio y de su cortesía. Y cuando le conté lo que había pasado cuando estábamos comiendo los bocadillos en la patio de comidas del supermercado, mi hija me miró con un semblante serio, pero lleno de asombro.

—¿Ahora bien, desde cuando eres una caza pendejos? —chilló mi hija mientras conducía hacía el aeropuerto internacional.

Y observando su nerviosismo: —No soy una gata de monte. Algo desea su corazón; quizás Jaime vió a ti en mí y ahora está confundido con mi amabilidad.

—¡Pero, mamá, está es tu salvación! —repuso mi hija—. ¿Acaso no lo entiendes?

—No sé que quieres decirme, nena —dije y negué con la cabeza.

—Si Jaime gana tu corazón desistirá de mí y yo estaré librada de la culpa... —se sonrió mi hija.

—¡Qué maquiavélica que sos! ¡Lavanda!
¿Acaso estás completamente demente? ¿Creés en verdad lo que estás diciendo ahora mismo? ¿O me estás vendiendo gato por libre?

Mi hija se río estrepitosamente, meneando su cuerpo al son de la música que salía de la radio del auto.

—Él quiere una novia, no creo que le importe la gran diferencia de edad que hay entre ustedes dos, ¿verdad?

—¡Lavanda! —chillé.

—Ay, mamá, lo importante es distinguir lo verdaderamente necesario. Tenés la oportunidad de olvidarte del patético poeta y de paso podrías congeniar con Jaime —declaró mi hija—. Vos estás hace tiempo sola y ahora estás de suerte.

—Claramente, estás re loca, hija.

Mi hija inclinó su cabeza en modo afirmativo, sin apartar la vista del tráfico.

—¡Jua!

—¡No te rías, es un tema sério! —exclamé.

—Mamá, no hay nada más triste que vivir solo. ¿Qué sentirías si no tuvieses una familia como él? —terció Lavanda—. Además, él podría ser una buena compañía para vos. Una compañía real... no como Kyd, que solo existe en la web.

—Bueno, cómprale una muñeca inflable para que pase su tiempo...

—¡Jua! —dijo lanzando una risotada que la hizo lagrimear.

—Ves... hasta te reís sola como una tonta —dije irritada por su mala actitud.

—Vos porque no sabés la verdad. Últimamente el simplón de Kyd te ha mandado mensajes compulsivamente y yo los estuve borrando de tu computador... —empezó a decir Lavanda.

—¿Por qué revisas mis mensajes? —exclamé enojada, cruzándome de brazos.

—Anoche, después de cenar desaparecí por la puerta trasera con tu laptop. Ese chico Kyd te había escrito una tonelada de poemas cursis y yo debía destruirlos antes que vos los leas —dijo Lavanda mientras lanzaba una risa maligna—, yo lo hago por tu bien.

—Pero... ¿Cómo te atreves? —exclamé con asombro.

—Ese chico no te sirve, es demasiado joven y estúpido —contestó.

—Kyd tiene la gracia de hacerme sentir viva …—murmuré lentamente.

—Oh, la, la... pareces una adolescente
enamorada... Madre, estás descolocada. En cualquier momento te voy a llevar a un gerontológo para que te examine de pies a cabeza —dijo en forma de broma.

—Pobre de ti...

—Es que actúas como si tuvieses quince años. En verdad me preocupa tu salud mental... —se interrumpió— . ¿Qué te atrae?

—Es que yo adoro el romanticismo y las poesías son su arte —contesté.

—¿Acaso no sabés que los latinos están completamente desesperados por emigrar a Estados unidos?

Apreté mi cartera junto a mi pecho, mi corazón no dejaba de latir.

—Lavanda, todos los latinos, no. Por favor no metas a todos los sudaméricanos en tu bolsa. Recuerda que yo también soy latina —respondí 

—Quizás, no sea el caso o quizás, sí —dijo mi hija mientras estacionaba el vehículo en la ventana del autoservicio del Mcdonald's.

—¿Qué vas a pedir ahora? —pregunté confundida.

—Voy a pedir dos cafés negros y dos croissants. Tengo hambre, vieja.

—Espero que el vuelo no se adelante... porque te mato —dije mientras miraba el reloj pulsera.

—No, no... falta media hora o cuarenta minutos todavía. Tranquila. El aeropuerto está a solo tres cuadras de aquí —me dijo con serenidad.

Cuando mi hija tomaba su café pensé en Kyd. Hay personas que con solo escribir un verso o una estrofa pueden encender el fuego de la emoción y de la ilusión. De una forma u otra el quebró mi soledad, él tiene una agradable sintonía que me da paz en mi simple vida. Desde que lo conocí, mi días se llenaron de alegría y si se muy bien que si alguien te ama no querrá estar lejos.

—Te pido por favor que no le cuentes nada a tu prima. No quiero que el chisme trascienda...

—¿Acaso me estás llamando chismosa, mamá? —exclamó lanzando una mirada tosca.

—¿Entonces por qué Jaime estaba enterado de la existencia de Kyd? —le dije, lanzándole una mueca de desaprobación.

—¡Ay, lo voy a matar a ese pelotudo! —dijo y tomó su celular para llamar a Jaime.

Como una fiera se bajó del auto y se fue hacia el baño del local. Desde el estacionamiento escuchaba sus gritos.

—¿Qué le dijiste a Jaime?

Los ojos verdes de mi hija reflejaban la ira como relámpagos.

—Le dije que es un chismoso de mierda. Me entró tal furia que no pude dominarme a mi misma —dijo, reconociendo que se había pasado.

—Creo que Jaime te tiene miedo. Los policías también sienten temor —le dije mientras le echaba un vistazo al reloj con prisa.

—No puedo soportar que no me tenga lealtad... —dijo casi sollozando.

—Y yo no puedo soportar que se te caigan las lágrimas, hija —dije desconcertada. Yo me eché a lagrimerar también—. ¡Lavanda, terminemos con esta payasada!  ¡Estoy harta!, ¡Terminemos con este drama que no vale la pena! —grité—. Estará todo muy bien de ahora en más y eso es porque... ¡Vámonos! Ya es tarde. Seguramente, que Dolores ya desembarcó.

Su semblante colorado ya se estaba yendo de su rostro.

—Muy bien. vamos, pues; busquemos a Lo, y luego seguimos hablando esto en la casa —me dijo mi hija lanzando un suspiro bastante pesado.

—Bajemos a buscarla.

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Estúpido Poeta (NOVELA TRASH) Where stories live. Discover now