Jaime, el impaciente

898 200 123
                                    

Estaba escogiendo un changuito en la puerta del supermercado y de pronto apareció Jaime, vistiendo su uniforme de policía. Se acercó y comenzamos a charlar mientras paseábamos por los pasillos del local.

Son las doce, tengo hambre y no sé que comprar para cocinar.

—Yo desayuné con mi sobrina hace una hora, vine a ver si conseguía alguna oferta de café soluble y leche descremada.

—Yo desayuné esta mañana con tu hija. Estuvimos toda la noche cumpliendo unas medidas.

—Sí, me ha contado, la policía busca a una chica de veinte años que desapareció hace poco.

—Dicen que un auto la levantó y se la llevó. Puede ser víctima de la trata de personas —dijo Jaime con voz fría.

—Qué horror. Espero que encuentren una pista —dije con un presentimiento muy malo.

Se hizo un silencio incómodo.

¿Podemos ir a un lindo restaurante naturista? —dijo Jaime.

—Me encantan las verduras —dijeron mis labios y luego me arrepentí de haber dicho eso.

—Tengo un 30% de descuento, así que también podemos pedir un buen vino blanco.

—¿Botella de 3/4?

—No, de litro, supongo.

—Ahh, menos mal. Un alegrón verte.

—¿Entonces vamos a ir? —insistió mientras acomodaba el changuito del supermercado.

—Pero estamos por comprar los víveres... —dije mientras levantaba mis hombros.

—Dejá todo acá en el chango y vamos —ordenó buscando mis ojos.

—¿Y a donde está el restaurante?

—Acá, a dos cuadras y media —dijo Jaime y luego hizo un movimiento impulsivo tomándome del brazo.

Llegamos y el lugar tenía buena apariencia. Estuvimos dos horas, Jaime habló sin parar, era medio rara la situación pero él estaba re contento, estaba regio.

—¿Te gusta la ensalada de rúcula? —pregunté.

—No, pero estoy tratando de comer mejor. A ver si puedo dejar la carne —dijo con calma.

¿Para qué si estás delgado? —insistí

—Tengo que mantener el peso, ya sabés, si hay que perseguir a un delincuente tengo que estar en forma y tener buena musculatura.

—Eso dice lavanda, pero tampoco le importa demasiado cuidarse.

—¿Y usted, Rosanelda, no va a tomar el vino o quiere que pida champagne?

—¿Champagne con ensalada de rúcula? No combinan —dije y lancé una risita mientras llené mi copa semivacia con vino.

—Si quieres podemos ir a otro lugar —dijo Jaime mientras se servía otra copa de vino blanco.

Se hizo una pausa. Una suave brisa entró por la ventana y me acordé que estaba pronosticado lluvias. No había regocido la ropa de la soga.

—¿Y todavía seguís hablando con el chico paraguayo? —exclamó y le tembló el ojo izquierdo.

Moví mi cabeza en modo afirmativo.

—¿Qué? —preguntó y abrió los ojos como dos naranjas.

Sus ojos buscaron mis ojos.

Estúpido Poeta (NOVELA TRASH) Where stories live. Discover now