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Ocho años después.

Mis padres y yo solemos ir todos los veranos a la casa de mi abuela y este verano no sería la excepción, queda a tan solo unos metros del mar, con una magnífica vista a éste para todos, excepto para mi. Odio el mar, lo odio con todo mi ser. Desde aquél accidente cuando tenía yo a penas nueve años desarrollé un pavor al mar. Un miedo que nunca ni nadie me ayudará a superar. Mis primos y tíos también suelen ir todos lo veranos, pero desde aquél accidente empezaron a tener más cuidado, los siguientes años después de lo ocurrido estuvieron los adultos detrás de nosotros todo el tiempo, no parecían ni vacaciones, pero como fuimos creciendo llegó el momento en que todo volvió a ser igual y ese accidente debió quedar como una anécdota del pasado.

Mis primos siempre tratan de convencerme de enseñarme a nadar, pero yo me niego. No quiero pasar por lo mismo dos veces. No quiero volver a sentirme de aquella manera como hace ocho años. Jamás.
Me limito a observar a mis primos sentada en la arena, como tuvo que haber sido desde un principio.
Tal vez mi familia o por lo menos mis padres se sientan algo decepcionados de mi: una adolescente de 17 años que aún no sabe nadar, qué ridículo y avergonzante suena eso, ¿no? O por los menos yo lo pienso así. Siempre deseo no tenerle este miedo al océano, de poder acercarme y nadar, dejar todo en el olvido, pero eso no es posible conmigo, tal vez para las demás personas sí, pero para mi... No.

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Me encontraba ahora en el sofá de la sala de la casa de playa de mi abuela leyendo un buen libro, una especie de misterio con suspenso, uno de mis géneros favoritos, aunque prefiero más bien los de romance.

Llevábamos dos días de habernos mudado a la casa de mi abuela como todos los veranos. Mis tíos y demás familia la tienen fácil, no viven muy lejos de aquí como mis padres y yo. Ellos tienen la oportunidad de visitar más seguido a mi abuela, pero el visitarla cada año durante este periodo y quedarnos juntos todos en una misma casa se ha vuelto como una costumbre o tradición de la familia.

Mi abuela, mi madre y mis tías se encontraban en la cocina platicando y cocinando la comida. Mis primos jugaban fuera en el patio mojándose con una manguera y globos de agua, lo sé, ellos son mayores que yo solo por unos años y siguen comportándose como unos niños. Mis tíos y mi padre en cambio, conversaban de diversos temas tomando una cerveza en el patio.

Mi relación con mis primos no es la mejor. No "convivo" mucho con ellos como suele decirme mi mamá.

Flashback:

— Grace, ya vamos a llegar a la casa de tu abuela, saluda a todos... —me decía mi madre desde el asiento del copiloto, volteándome a ver a la parte trasera del carro.

— Ya lo sé mamá, me lo dices siempre. —le contesté, agobiada, interrumpiéndola.

— Habla con tus primos, nunca intentas convivir con ellos. —continuó, volviendo a acomodarse en el asiento.

Me molestaba que dijera eso, <<Habla con tus primos>>, <<No convives mucho con ellos>>, no le repliqué, solo me mordí la lengua, poniendo los ojos en blanco, tratando de no darle explicaciones, que terminaría todo siendo una pelea. Volví mi mirada a través de la ventana, viendo a los turistas y demás personas caminando por la calle, unos con tablas de surf, otros comiendo raspados. Pasábamos diversos locales, tatuajes, boutiques, cosas de playa, etc. Nada cambiaba aquí, el ambiente, la gente, todo es igual.

Casi llegábamos a la residencia de mi abuela, que esta justo frente a la playa.
Podía ver las grandes y hermosas casas a través de la ventana, verdes jardines y niños jugando a la pelota, montados en patinetas y bicis en la calle.

S U M E R G I D A Where stories live. Discover now