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NARRA OWEN:

¡Que alguien me despierte de esta pesadilla, ya!

¿¡Cómo fui tan tonta para olvidar la mendiga toalla!? ¡Ni a Wells se le ocurrió que necesitaría una! 

¿¡Y ahora qué prosigue!?

Pensé en la posibilidad de salir sin toalla hasta mi casillero y vestirme rápidamente, pero tal y como si hubieran leído mis pensamientos, una persona más entró y aquella opción quedó descartada inmediatamente. 

Escuché como Ethan cerraba las llaves de la regadera, para consiguiente agarrar su toalla y secarse.

Después de unos segundos oí como abría la puerta corrediza de su cubículo para retirarse. 

—¡E-Espera! —le grité, tartamudeando. 

El pelinegro se volteó hacia mí, con su toalla alrededor de su cintura. Podía ver su abdomen perfectamente trabajado. 

—¿No tendrás... una toalla extra? —lo miré de reojo, implorando en mi mente por que me dijera un sí.

—Espera aquí —respondió después de unos segundos, dirigiéndose al área de los casilleros.    

No es como si fuera a ir a otra parte, desnuda, ¿verdad, Ethan?

Luego de unos minutos, observé como el pelinegro se acercaba a mí, traía puestos unos jeans oscuros, pero seguía descalzo y sin camiseta. 

—Toma —me extendió una toalla, a mi parecer ya usada —. No había otra.  

La tomé, insegura. ¡Era la de él! Lo supe porque su aroma seguía impregnado en ella. 

Olía jodidamente bien.

¿¡Pero qué estoy pensando!? Me di una cachetada mentalmente y alejé aquellos pensamientos de mi cabeza. 

Me sequé rápidamente en mi cubículo y, poniéndome su toalla alrededor de mi cuerpo, salí, dirigiéndome a los casilleros. 

Ethan seguía allí, buscando algo en su mochila de espaldas a mí. 

Su cabello seguía mojado, haciendo que pequeñas gotas de agua cayeran, deslizándose a lo largo de su espalda.

Un escalofrío me recorrió la espina dorsal. Abrí mi casillero y saqué la ropa que Wells me había dado. ¡Era muy grande! Pero algo era algo. Me puse rápidamente la camisa, dejando caer la toalla una vez la tuve puesta, pues me llegaba hasta debajo del muslo. Me incomodaba demasiado el  estar casi sin ropa delante del pelinegro. 

Comencé a pensar en Ethan. Es decir, ¿qué es lo que estará haciendo ahora? Antes, su objetivo era ser el Rey del Mar, evitar que Christopher lo fuera, pero eso había cambiado. Delató a sus camaradas para salvarme aquella vez. ¿Estará él bien? ¿Qué es lo que tiene pensado hacer ahora?

Aún no entiendo muy bien el porqué me ayudo en esa ocasión. Tendría que descubrirlo luego. 

—Y... ¿Cómo... estás? —rompí el silencio entre nosotros. A los segundos ya me estaba arrepintiendo de haber dicho eso.

—Sólo apúrate y vete —respondió, seco.

Sentí un dolor agudo en mi pecho, que como vino se fue.

—De verdad quiero saber cómo estás —insistí, volteándolo a ver —. Tú... delataste a tus compañeros por ayudarme cuando nos conocimos. No me explico aún la razón, pero en realidad quiero saber si puedo hacer algo... por ti.

Escuché como se rió.

—¿Quieres hacer algo por mí? —preguntó, incrédulo, con una chispa de malicia en su voz —. Desaparece de mi vida.

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