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NARRA GRACE:

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NARRA GRACE:

Había ido a casa a tomar un baño y cambiarme de ropa.

Lo sucedido la noche anterior en aquel barco fue algo que dejaría una marca permanente en las vidas de todos los que estuvieron allí presentes.

Debía de apresurarme.

Le prometí a Owen que estaría junto a ella y no tardaría demasiado en volver. A pesar de que insistió en que podía quedarse sola no me pareció una buena idea después de todo lo que sucedió.

Ahora más que nada ella necesitaba de una mejor amiga que estuviera a su lado, apoyándola. Así que debía de volver al hospital, donde se hallaba Wells internado.

El maldito de James nos espantó a todos cuando sacó una pistola y apuntó directamente a Ethan. Jamás creí que algo así pudiera pasar en ese momento; cuando pensé que todo había finalmente acabado.

Recuerdo que Owen, al ver tal escena, quiso correr hacia el pelinegro para evitar que le disparasen, pero la detuve.

Todo sucedió tan rápido.

Flashback:

—¡NO! —gritó Owen a mi lado, peleando por quitarse mis brazos de encima, impidiéndole que saliera a hacer una estupidez.

En eso, un disparo se escuchó, obligándome a desviar mi mirada de mi mejor amiga hacia enfrente.

Mis ojos se abrieron de par en par al ver un cuerpo caer sobre la cubierta del barco, para consiguiente comenzar a sangrar exuberantemente.

—¡WELLS! —chilló mi amiga, librándose de mí y corriendo hacia el inerte cuerpo.

—¡NO, OWEN! —bramé, con un nerviosismo a flor de piel. Temí que el pelo-cobrizo pudiese seguir disparando, pero no fue así, ya que al instante en que el cuerpo del doctor Wells había caído al suelo, Ethan corrió hacia el atacante y, de un ágil movimiento, le propinó varios golpes, haciéndolo soltar así el arma; pero ésta última se disparó sola al impactar contra el suelo, sobresaltándonos a todos.

El pelinegro le puso fin a todo esto y mató al chico empalándolo con uno de los tubos de acero inoxidable que se encontraban en la cubierta.

Ethan le desfiguró la cara al atacante; le había destrozado el cráneo por completo que resultó irreconocible el rostro de su oponente.

—¡WELLS, WELLS! —sollozaba Owen en el suelo, junto al quieto cuerpo del albino —. ¡DESPIERTA!

Corrí hacia mi amiga y traté de tranquilizarla, pero sobre todo de parar la hemorragia del chico, quien sangraba sin cesar en la zona de su pecho, justo a la altura del hombro izquierdo.

De inmediato todos se acercaron a ayudar en lo que pudiesen. Tuvimos que abandonar el barco y volver a tierra rápido para llevarlo al hospital, de otra manera... moriría, por seguro.

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