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NARRADOR OMNISCIENTE:

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NARRADOR OMNISCIENTE:

El joven sostuvo a la chica entre sus brazos, abrazándola fuertemente pero sin llegar a hacerle daño, sólo lo suficiente como para que el impacto contra el agua al caer no le golpeara el débil y escuálido cuerpo; y es que el joven no tenía ni una maldita idea de cómo es que funcionaba esto, supuso que tendría que creer en las palabras del doctor, por muy loco que sonara.

Su instinto fue gritar por ayuda, pero ni una sola alma merodeaba dentro del rango como para que fueran capaces de escuchar sus rugidos de socorro.

El sol descendía, perdiéndose más allá del infinito mar, haciendo que el cielo se tornara de una mezcla entre los vívidos colores naranja, rosado, amarillo y morado. No tuvo que pensarlo demasiado, o más bien, no tuvo el tiempo de pensarlo demasiado. Estaba aterrado, afligido, asustado. El sólo hecho de ver a la joven en busca desesperada de oxígeno por un momento logró dejarlo pasmado, incapaz de hacer algo útil para ayudar. Sin embargo salió de su corto trance e hizo lo que hizo.

Cargó a la chica en sus grandes y fornidos brazos, temblando de pies a cabeza, inseguro, y corriendo al final de aquel muelle, tomó una gran bocanada de aire, preparándose para tener que aguantar la respiración.

La fría y salada agua de mar los recibió a ambos, envolviéndolos por completo, dándoles a la vez la bienvenida a las oscuras profundidades tal vez no del todo deshabitadas.

El chico mantuvo los ojos cerrados todo el tiempo, y no fue hasta recibir un leve empujón de parte de la joven, queriendo salir de sus brazos, que los abrió, pero sólo un poco. Todo estaba muy oscuro. La chica había desaparecido de sus brazos, nadando lejos de él y lo que le aterraba era precisamente eso, el haberla perdido de vista. No sabía con certeza si ella sabía nadar, o por qué es que se había separado de su fuerte agarre, empujándolo.

Le preocupaba la idea de que en vez de haber ayudado en algo a la situación de la joven solo lo haya empeorado todo. Ahora tal vez no sólo le faltaba aire a la chica, sino que se ahogaría en las profundidades del océano.

El joven comenzó a voltear a todas partes en su búsqueda, pero no lograba ver nada con claridad, además de que la efervescencia aún no se disipaba de su alrededor.

Por un momento se sintió estúpido por haber confiado en las palabras de aquel supuesto doctor. ¿Cómo es que se dejó influenciar por las palabras de aquel chiflado?

Pero antes que nada, ¿cómo es que Nick terminó allí en el agua en primer lugar? ¿Cómo es que se encontraba junto a Amy si en estos momentos ella lo repudiaba a él? O por lo menos eso le había dado a entender la última vez que se vieron.

Bueno, permítanme explicarles la historia desde el inicio; es como si el destino se empeñara de juntar a estos dos, que no comparten nada en común, excepto una cosa.

—Y de esta forma es que se dobla correctamente una servilleta, Nicky —soltó Oto, con una sonrisa burlona.

—¡Deja de llamarme así! —rugió Nick, tensando la quijada —. Eres un grano en el culo.

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