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NARRA GRACE:

—¿Owen? —la llamé. Últimamente, desde que fuimos a aquellas peleas de boxeo ha estado muy rara. Está más callada de lo normal, en ocasiones se queda viendo a un punto fijo, anonadada. Me pregunto qué es lo que le ocurre.

Le había contado todo lo que sucedió en mi "cita" con Christopher. Desde la información que me dio en cuanto a los seres que son como él hasta... ¡lo sucedido en la rueda de la fortuna! Pero parecía no recibir ningún gesto de parte de ella, no logré asombrarla, por un momento creí que ni siquiera me estaba escuchando. 

¡Si tan solo hubieran visto la cara de Raymond al regresar a la casa de mi abuela! ¡No tiene precio, en verdad! Mis primos de por sí se estaban acobardando en el camino antes de llegar, pues no querían encarar a Ray. Mis padres no hicieron preguntas del por qué él llegó antes que nosotros, cosa que les quitó un peso de encima a mis primos, puesto que no querían que supieran que habíamos ido a otro lugar después de la feria; al parecer Raymond se apiadó de ellos en ese sentido, o... tal vez vaya a chantajearlos luego... Sí, probablemente hará eso. 

En cuanto a mí, nadie notó que me había escapado de casa, por supuesto que tuve que esconderme, vigilando de que nadie me viera llegar junto a primos a la casa, porque se supone que yo debía de estar "encerrada en mi habitación, enferma". Pero... después de todo, creo que mi abuela sí me vio llegar junto a ellos, aunque parece que lo mantendrá en secreto, entre nosotras dos únicamente. 

Tengo la ligera sospecha de que ella lo supo todo el tiempo, que yo me escapé, y que de alguna forma ella me cubrió estando en casa, cuidando que nadie entrara a mi habitación. 

Pero bueno, es solo una sospecha. 

La pelinegra y yo nos encontrábamos en las sillas reclinables del hotel Hilton, preparándonos para meternos a la piscina aplicándonos protector solar y demás para dar comienzo a las clases de natación.

—¡Owen! —insistí, comenzaba a asustarme su ausencia.

—¿Qué pasa? —dijo en un susurro, parece que la saqué de sus pensamientos.

—¡Cielos Owen, di algo! ¡Desde antier que nos separamos en la pelea de boxeo has estado actuando muy raro! ¿Qué ocurre? —le pregunté, me preocupaba. —Sabes que puedes decirme cualquier cosa... —la alenté.

—No es nada —murmuró, poniéndose de pie de la silla, para consiguiente quitarse las sandalias y dirigirse a la piscina.

—¡Owen!

—¡Nada ocurrió!, ¿de acuerdo? ¡Por favor deja de insistir e indagar tanto en algo en lo que no hay nada que buscar! —contestó ahora molesta. Me dio la espalda continuando su camino hacia la piscina.

¿Qué diablos le sucedía?

—¿Listos chicos? —dijo Cory, una vez que terminamos de calentar —. Entonces vayan con sus instructores a sus respectivas áreas —yo me quedé junto a él, al igual que Owen.

—Hola Cory —lo saludé educadamente.

—Grace, Owen, ¿cómo están? —sonrío.

—Bien —respondí por las dos, aunque no estaba segura que fuera así por parte de Owen.

—¿Listas? —dijo Cory, refiriéndose más a mí, puesto que mi amiga solo estaba allí para acompañarme, no necesitaba las clases, pues ella ya sabía nadar.

Asentí con la cabeza y en menos de un minuto ya estábamos en la piscina. 

Owen se mantenía sentada en los escalones pensativa, ¿la habré hecho enojar?

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