49- Compañero de viaje

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*Narra Evelyn*

Mi colgante, el ópalo blanco, ¿siempre ha intentado guiarme hacia él?

—Iré tras los dragones, vosotros quedaros con ella —dice Arturo.

Arturo sale tras la caza del capataz. Una chica alada y un ser acuático me miran con curiosidad.

—Esto es tuyo, ¿verdad? —dice el chico entregándome la escoba mágica.

Asiento y lo tomo en mis manos.

—¿Quiénes sois? Me llamo Evelyn.

—Yo soy Cetus, ella es Rolf. Somos compañeros de Arturo.

—Larguémonos de aquí —aparece Arturo, con los dragones en sus brazos. Ha sido rápido.

—¿Qué hay del jinete?

—Que lo entierren ellos. ¡Vámonos!

Veo cómo saltan sobre unas hojas verdes, también vuelan. Los sigo.

Los dragones parecen cómodos en los brazos de Arturo; siempre tuvo una temperatura corporal cálida. Rolf acaricia una pata de Luna, cuchicheando lo adorable que es.

—¿Qué hacíais en aquel lugar? —pregunto.

—Eso me gustaría saber a mí, ¿por qué estás en Haeky? —dice Arturo agarrando el palo de mi escoba con una mano y arrastrándome hacia él—. Tienes suerte de que haya recuperado mis recuerdos, de lo contrario...

—De lo contrario, no nos habría amenazado a Rolf y a mí con protegerte.

—¿Recuperar recuerdos?

—Pero te habríamos ayudado de todas formas —continúa Cetus—. Los ignis no sois tan malos como creía; protegiste a esos dragones, aunque me asusté cuando tu pelo se puso a arder. No sabíamos que tras la muerte de la dragona los huevos seguirían intactos.

Rolf aletea hacia mí y pone un brazo sobre mis hombros.

—Te explico —dice ella gesticulando con la otra mano—. Nos encontramos a una dragona y un jinete. Querían transmitir un mensaje acerca de los ignis, pero ambos fallecieron. Estábamos buscando un lugar donde dejar el cuerpo del jinete cuando llegaste.

—¿Llegasteis a escuchar el mensaje? —pregunto.

—No, parecía que alguien quiso asegurarse de que no llegara a ningún oído. Fueron atacados con magia prohibida. No entiendo porqué un mago se tomaría las molestias para proteger algo acerca de los ignis, sin ánimo de ofender... Tal vez fue otro ignis.

—Soy la única ignis en venir, hice obvia mi llegada a propósito. Seguramente el mensaje era acerca de mí, pero no sé quién cubriría mis espaldas.

—¿Qué hay del chico con el que llegaste? ¿No fue él?

—No. Es un príncipe del Imperio de Nieveterna, no haría magia prohibida. Espera, ¿cómo sabes con quién...?

—¿El príncipe Marshall? —grita Rolf cerca de mi oreja—. ¿Realmente ha llegado Haeky? ¡Por el amor al polen! No puedo creer que haya visto un Hermano Témpano en persona.

Sí que deben ser populares.

—Sí, era él —decido guardarme la trágica historia—. Me ayudó a llegar a Haeky.

—Arturo, ¿por qué no recuperaste la memoria antes? Si hubieras recordado a Evelyn, ¡no nos habríamos escondido y yo habría tenido la oportunidad de hablar con Marshall! He perdido la oportunidad de mi vida.

—¿Perdiste tu memoria? —miro a Arturo.

—Antes de marcharme con Kris, alguien manipuló mis recuerdos con magia prohibida. Eliminó todos los recuerdos que tengo de ti.

—¿Únicamente de mí? ¿Quién haría eso?

—No sé quién pudo ser, ni qué razón tendría para hacerlo.

—Los hechizos así suelen tener dos olores, el de magia oscura y el del propietario.

—El olor principal está oculto —dice Cetus—, aunque de nada sirve identificar el secundario si no conoces el responsable del hechizo.

Me acerco a Arturo y olisqueo su mejilla. No queda apenas rastro de magia, así que me acerco un poco más. Mi nariz toca su piel. Abro los ojos, desorientada. Conozco el olor.

—Es el olor de la magia de La Sanadora.

—¿Tu abuela? ¿No será que su sueño curativo dejó algún rastro de magia con su olor?

—No creo, entonces habría un olor principal, y no es el caso.

—Estamos ante dos casos de magia prohibida —dice Rolf—, el caso Arturo y el caso jinete. ¿Serán obras de la misma persona? Ya que ambos han tenido los mismos efectos secundarios.

—No, los olores secundarios no olían igual —asegura Cetus—. Sus métodos serán parecidos, pero los hechizos y los responsables de esos hechizos son personas diferentes. A todo esto, no nos has dicho aún qué te trae a Haeky, Evelyn.

—Ah, sí. Busco hablar con el Consejo de Magos —contesto y señalo mi colgante—. Pensaba que esto me llevaría adonde se encuentra el Consejo de Magos, pero parece que no es así.

—Tenemos un mapa de Haeky —Arturo saca un rollo de papel—. Iré contigo.

Podía aceptar la compañía de Marshall, pero no puedo aceptar la de Arturo. No me perdonaría si le ocurre algo. Le agarro de un antebrazo; sigue sujetando con el otro a los dragones por mí.

—Puede ser peligroso, no sé qué me encontraré.

—Por eso no dejaré que vayas sola.

—Tenéis agallas —dice Rolf—. Si fuera una ignis, me mantendría al margen de ellos. Y, si no lo fuera, también.


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La chica del cabello de fuegoWhere stories live. Discover now