5- Tensión

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*Narra Evelyn*

Le esquivo tirándome a un lado e inmediatamente me levanto. Elijo la segunda opción, voy a entretenerle de alguna forma. Será cierto que solo sobreviven los malvados y los cobardes, en este mundo no podré abrirme paso fácilmente con amabilidad y consideración. La única razón por la que sigo con vida es por su condición física actual.

—Eh, bonito —digo moviendo la rama delante de sus narices. Sus ojos miran la lanza y mueve la cola; parece que podría funcionar—. ¡Ve a por él!

Lanzo el palo lo más lejos posible. Contengo el aliento, esperando a que vaya tras la rama. No se mueve de su sitio. Se queda mirándome, las babas le cuelgan de la boca y suelta un bufido. Hasta parece que se divierte.

—Eres un lobo listo, comportándote como un perro me has desarmado.

Doy un paso a la derecha y el lobo sigue mi movimiento. No dispongo de más tiempo para pensar, ya que se acerca. Con un movimiento rápido avanzo hacia la izquierda, pero cambio de sentido con brusquedad y corro hacia la derecha.

Mis movimientos no parecen haber confundido a Arturo, solo he conseguido perder mi tiempo. Corro hasta el árbol más próximo, salto y me agarro a la primera rama que alcanzo. Trepo por mi vida. Agradezco haber seguido haciendo el mono cuando mi abuela me regañaba cada vez que jugaba entre los árboles. Cuando dejo de escuchar los gruñidos, me detengo y miro atrás.

Se me cae el alma del árbol, ¡está trepando!

¿En qué mundo los lobos trepan? Hombres lobo tenían que ser.

Una rama distinta se interpone en mi camino, viene de otro tronco. Tiene un brillo extraño, como si estuviera hecho de metal. Decido cambiar de árbol. Noto la superficie de la nueva rama lisa y fría; no es lo suficiente gruesa para soportar el peso del lobo, con suerte se parta cuando él suba. Avanzo con rapidez por la rama y llego al tronco. El lobo, en cambio, se lanza sobre la rama y... ¡crack! La rama no se ha partido. Al parecer, también tiene la resistencia del metal. Me deslizo alarmantemente por el tronco, no puedo dejar que me arrincone en el pico del árbol.

Para mi sorpresa, el lobo no avanza. Al no poder clavar sus uñas por las características metálicas del árbol, retrocede. Sonrío y vuelvo a trepar el árbol. Mis brazos no dan para más. Me siento en una de las ramas y me aferro al tronco metálico. Turno mis manos con cuidado para secar el sudor en la ropa.

Poco a poco, gracias a la brisa, me voy tranquilizando. No volveré a bajar. Dejo que las horas pasen y la luna dé paso al sol. Solo ahora me doy cuenta del dolor que siento por todo el cuerpo y de las espinas que tengo en las manos por el primer y segundo árbol.

Miro hacia abajo. Arturo se ha dormido cerca del árbol.


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La chica del cabello de fuegoWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu