001 ✧ Fiesta en el jardín

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 A las diez de la mañana de un día martes, sonidos de incomodidad trataban de ser ahogados por la joven que se sostenía de un gran espejo intentando no trastabillar

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A las diez de la mañana de un día martes, sonidos de incomodidad trataban de ser ahogados por la joven que se sostenía de un gran espejo intentando no trastabillar. Largo cabello castaño la cubría como una manta mientras se esforzaba en regular la respiración, pero las costillas no tenían el espacio suficiente para expandirse acorde a la necesidad de los pulmones. Un nuevo tirón desde su espalda hizo que elevara la cabeza, que hasta ese momento mantuvo gacha, en una expresión de sorpresa a la par de que todo el aire que guardaba escapaba de sus labios.

—Es suficiente —se quejó al Lucy no parar de ajustar los hilos del corsé—. No... —trató de decir pareciendo un pez fuera del agua.

—Lo siento, pero su padre ordenó que la dejara muy bella para la fiesta al muchos de los invitados tener hijos que están en búsqueda de prometida —explicó tocando la cintura de la chica para averiguar cuánto más se podía abusar del torso.

—Él sabe que no me interesa, pero en cualquier caso no podré hablar con nadie si me es imposible respirar.

—La belleza duele —fue lo único que dijo dando el ultimo tirón antes de enlazar las cuerdas—. Ya está, es el momento de ponerle el vestido que la prometida de su padre escogió.

Ante esas palabras, la chica que luchaba con la inminente sensación de claustrofobia, miró sorprendida a su sirvienta.

—¿Cecilia?

—Por supuesto. Cuando se enteró de la fiesta, la señora Cecilia se vio muy emocionada y rápidamente ofreció escoger su vestido para que en la reunión todas las miradas estuvieran en usted —informó aproximándose al armario.

—Solo espero que no sea amarillo...

—Es su día de suerte —aseguró, enseguida enseñándole un hermoso vestido color bordo con detalles de encaje negro—. Muy bello, ¿no cree? —preguntó con una sonrisa.

—Si, bastante, aunque preferiría ir de pantalón y camisa —pensó en voz alta dejando de observar la prenda, ganando que la cincuentona señora negara rápido en horror.

—¡Eso no es aceptable!

—Estamos en 1856, debería haber ropa para mujeres que constara de pantalones y camisas, ¿o no?

—Tal vez en un futuro, pero, ¿acaso no le encanta esta indumentaria? —inquirió levantando el conjunto de telas para que lo viera mejor, casi como si quisiera tirárselo en la cara para que lo amara tanto como ella.

—No demasiado, el movimiento se reduce muchísimo con los alambres que se usan para que se vea grande, producen que me choque con todo —respondió sin poder evitar que Lucy se le acercara.

—Se llama armado, y más le vale tener cuidado o no conseguirá marido.

—Como si quisiera uno... —murmuró volviendo la cabeza, a lo que la mujer se paró firme regañándola con su ceño fruncido—. No me mires así. No comprendo porqué necesito uno ahora, puedo buscar pareja después, como en unos... diez años.

𝐄𝐓𝐄𝐑𝐍𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora