90 - IV - Fortaleza Catarata

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En este capítulo digamos que será la continuación de lo que dejó el final de la tercera temporada. Ya sabrán de lo que hablo a medida que avancen en el capítulo. Sin más, los dejo y que lo disfruten y comenten. ¡Nos leemos y FELIZ NAVIDAD! :)

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Paul

Algo de él me calmó. Tal vez había sido su mirada; tal vez era su actitud. No, no era nada de eso. Su sonrisa era la que me había calmado. La curvatura que había dibujado en sus labios me hacía sentir bien; aunque en realidad no sabía si lo hacía para complacerme, o era un sentimiento real. A pesar de ello, el sujeto pasó saliva nerviosamente por su garganta, lo cual me hizo pensar que en verdad estaba angustiado; inclusive su mirada me lo podía decir todo. Por consecuente, apreté más su espada contra su garganta.

— Sonríe.

El muchacho hizo caso. La presión de su arma contra su piel hizo que salieran un par de gotas carmesíes y recorrieran su cuello. Su barra de vida estaba a punto de extinguirse; una presión más fuerte contra su cuello y todo habría acabado para él en un sentido virtual.

— Venga, cuéntame algo.

— ¿Qué?

— Cuéntame lo que sea. Quiero oír palabras.

El muchacho quedó confundido, mas lo que yo decía era en serio. Desde que había jugado Pokemon Battle Online hasta la actualidad, la soledad había sido mi mayor amiga. Uno se acostumbraba a estar solo la mayor parte del tiempo, pero esa sensación ya había abusado e invadido cada rincón de mí. En un principio, el disfrutar estar solo era lo que me calmaba; ahora, era un sentimiento insoportable. Alguien con quién reír, alguien con quién hablar, alguien que me pudiese sonreír sin esfuerzo. Todo eso era algo que no recibía a menudo, o nunca recibía. No había tenido dichos sentimientos reconfortantes desde que dejé de ver a mi hermano cuando entré al juego.

El muchacho tartamudeó. Estaba tan sorprendido como sus amigos ya muertos hace un par de minutos. Los restos de vidrio y sangre en el suelo de la taberna no ayudaban a calmarlo. De hecho, estaba tan aterrado que su sonrisa forzada se le borró del rostro.

— He dicho que sonrieras.

— No me mates... por favor. ¡No me mates!

Sus gritos me sacaban de quicio. ¿Qué tan difícil era que alguien me hablara sin tenerme miedo? Sé que esta misión que Giovanni me encomendó de matar a los novatos sin en realidad matarlos era larga y exhaustiva, pero no merecía esto. O tal vez, por la misma razón se me dificultaba el entablar una amistad con alguien. No lo sé. Lo bueno de todo esto era que dicha misión ya prácticamente estaba terminada. Si había algún novato no controlado por nosotros, era un caso muy extraño; suerte fue la mía al encontrar esta taberna con cinco sujetos que no habían sido asesinados nunca por nadie de los que tenemos los cascos especiales. ¿Será que fuimos muy despistados al notarlo? Vaya que sí, y esa pequeña distracción que pasa desapercibida dentro del juego es la misma que ocasionó que se nos escaparan la Novata Índigo, la Fénix Dorada y sus demás compañeros. Ha pasado ya un año desde que no se ha vuelto a saber de ellos, y heme aquí; sin ninguna pista y con esa misma distracción que tengo yo tanto como la tiene Giovanni y los Cuatro Grandes.

— No me mates... no, por favor.

Sólo quería una sonrisa. No quería que me suplicara piedad. Sólo una sonrisa; eso necesitaba.

— No me ma...

Me sacó de quicio finalmente. Bastó que clavara su espada contra su cuello para que el sujeto cayera de bruces contra el suelo y segundos después la madera se llenara de líquido rojizo y pixeles misteriosos. Suspiré y me encaminé hacia la salida.

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