112 - IV - La Esclava de Arena

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Qué hay gente. Bueno, antes que nada quisiera disculparme en el capítulo pasado: Red ya conocía a Silvr, Crystal y Gold. Sin embargo, yo en el capítulo pasado escribí que había sido la 1ra vez que se conocían. Quiero disculparme por ello; la verdad es que con este fic tan largo luego hay cosas que se me olvidan. Lo corregiré luego y una vez más ofrezco una disculpa y un agradecimiento a ManuRosas94 por haberlo notado. Sin más, los dejo con el capítulo, donde conocerán más sobre Zinnia y sus razones. ¡Nos leemos!

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Zinnia

La campanita sonó al momento en que la puerta se abrió.

Tragué saliva, pero me mostré segura cuando todas las miradas se dirigían hacia mí durante un par de segundos. Después de ello, como no llamaba mucho la atención, la gente seguía en sus actividades. Mucho bullicio había en la habitación; las lámparas como antorchas iluminaban un ambiente alterado, donde personas iban y venían, entrando con mercancía desconocida, y salían con bolsas de oro en la mano. Pokemon también abundaban, y algunos servían más cono vigías a cualquier altercado que se presentara. Un Houndoom estaba esbelto y atento ante una discusión de un mercante que quería más pokemonedas por los diamantes robados que tenía en la mano. Sin embargo, el otro sujeto no ofrecía más de lo que había dicho, y cuando el comerciante se alteró, el Pokemon sabueso decidió intimidarlo y sacarlo por la puerta a mordidas, con la campanita sonando y despidiendo al sujeto sin haberse llevado ni una sola moneda.

Por lo visto, tenía que ser más cautelosa de lo previsto. Si hacia un movimiento en falso o si me mostraba débil ante el comprador, todo habría sido en vano.

— Qué hay...

El comprador me miró de arriba hacia abajo cuando estaba sobre la barra. Entonces me quité la túnica, y aquellos ojos rubíes no fueron difíciles de recordar para Bobber, aquel viejo gordo y calvo que en algún momento en mi vida me había hecho la vida difícil.

— ¡Zinnia! —exclamó con sorpresa. Algunos sujetos nos echaron unas miradas al ver que el gordo se había exaltado.

— Regresé...

— ¡Maldita bastarda...! —por un momento Bobber se agarró el turbante con el que cubría su vieja calva— ¿Dónde has estado estos días? ¿Sabes el lío en el que me metí después de la carrera Sandslash? ¡Tuve que suplicar por mi vida para que...!

— Escucha, no vengo de regreso a seguir tus estúpidas órdenes, viejo idiota —fui directo al grano, y mi enojo le hizo saber que hablaba en serio.

— ¿Qué? —abrió los ojos como platos, y la papada sobre su cuello se agitó como una masa gelatinosa— Maldita estúpida. No te dejaré ir de nuevo; tú eres mi esclava y el haberte escapado te costará más de lo que...

En ese momento, le interrumpí con algo que puse sobre la mesa.

Bobber se quedó sin palabra alguna cuando vio un brillo reluciente discreto que iluminaba hasta su propia frente.

— ¿Cómo conseguiste una...?

— No es la única —me precipité a hablar; en ese momento, me acerqué hasta su oído para susurrarle algo— Tengo muchas más conmigo; sé que es difícil de creer, y con la reputación que tengo, no irías ni loco al lugar donde se encuentran, porque no soy de fiar. Lo sé. Sin embargo, son más de las necesarias; muchas más de las que piensas, y con ellas podrás crear un dominio que jamás hubieses pensado. Ahora, te toca a ti decidir: aceptarlas y dejarme libre, o bien seguir en este trabajo de mierda y vivir el resto de tus días como maldito comprador de artilugios innecesarios.

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