Capítulo 8

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Habéis conseguido llegar muy pronto a los 100 votos ¡Enhorabuena! (menos mal que ayer dejé preparados los dos capítulos por si acaso XD). Así que como prometí aquí los tenéis. Espero que os gusten :)

KILIAN

Es extraño como ocurren las cosas a veces. Un minuto estás bebiendo con una chica, al otro os estáis enrollando y al siguiente estáis hablando sobre mataros el uno al otro. Sí, mi vida es súper rara.

No entiendo en que está pensando Nicole. Yo no le veo ningún problema a que disfrutemos de nuestros cuerpos durante un rato. En parte creo que todo es culpa de su ex novio. Aunque intente disimularlo estoy convencido de que le jodió la cabeza más de lo que ella piensa.

Realmente creo lo que dije. Puede intentar matarme cuando quiera... No me importa. Las personas han ido y venido por mi vida a lo largo de los años. Una más no supone ninguna diferencia. Pero lo que más me molesta de todo es que crea que tiene alguna posibilidad de acabar conmigo. Soy más fuerte y poderoso con ella. Solo tiene seis meses, por amor de Dios... es como un bebé.

Camino por el ancho pasillo del instituto. Algunos chicos corren apresurados hacia sus clases que están a punto de empezar mientras que otros se demoran charlando con sus amigos en las taquillas. En una de ellas justo en el centro del corredor veo a Nicole. Su rostro queda oculto por la puerta de metal abierta, pero reconozco su vistoso cabello y sus curvas atrayentes. Y pensar que estuvo entre mis brazos hace apenas unas horas.

— Me encantan esos pantalones — digo apreciativo apoyándome contra la taquilla contigua a la suya. Lleva unos pantalones vaqueros rotos en las rodillas. Son tan ajustado que su culo se marca a la perfección.

— No puedes hacer eso —dice ella cerrando la puerta de la taquilla de un portazo.

— ¿No puedo hacer qué? —pregunto confundido.

— Hablarme tan amigablemente en el instituto

— Y ese es un problema porque....

— Porque si mis amigas, especialmente Gabriela, se enteran de que me he acostado contigo supondrá un gran problema —completa ella.

— Relájate. Nadie sabrá que tú y yo hemos tenido sexo.

— ¡Oh Dios mío! ¡¿Qué?!

Ambos nos giramos ante la nueva voz y los ojos de Nicole se abren en completo shock. Frente a nosotros hay una chica con el pelo castaño hasta los hombros y gafas de pasta negra. No soy de los que les gustan las chicas con lentes pero tengo que reconocer que no le quedan mal.

— Mierda... Keila —murmura Nicole.

Aaahh, una de sus amigas.... Ups. Esto se va poner feo.

— ¿Es cierto? —pregunta la chica de las gafas sorprendida.

— Puedo explicarlo —dice Nicole acercándose a ella.

— ¿Explicarlo? Nos dijiste a Gabriela y a mí que nos mantuviésemos alejados del él. ¿Cómo has podido hacer algo así? —contesta la chica dando varios pasos hacia atrás.

— Keila, por favor —le pide Nicole.

Viendo que la cosa no va a ningún sitio decido intervenir.

— ¿Eres Keila verdad? —pregunto colocándome delante de ella.

Con mi cuerpo mantengo a Nicole oculta tras de mí y fijo mis ojos en los suyos. Ella se queda muda ante mi cercanía y aprovecho para hacer lo mío.

— Estaba hablando con Nicole para que me dejase unos apuntes. No has oído nada más —sus pupilas se dilatan al escuchar mis penetrantes palabras.

— No he oído nada más —repite ella inmediatamente.

El borde de las pupilas disminuye su tamaño de nuevo y sonríe.

— Voy a llegar tarde a clase. Date prisa Nicole —dice ella mientras se gira y se aleja por el pasillo.

— ¡¿Por qué has hecho eso?! —me grita Nicole cuando su amiga gira la esquina y desaparece de nuestra vista.

— Deberías darme las gracias. Acabo de salvarte el culo.

— ¿Las gracias? No tenías ningún derecho a controlar su mente.

— No me seas hipócrita —le digo acercándome a ella. Mi rostro queda a escasos centímetros del suyo —. Si ella es tu amiga ¿porque no lleva nada con verbena?

La verbena es una planta de tallo largo y piloso, con hojas ásperas y flores en espiga de color lila, que molida y administrada de forma oral o en posesión de la víctima puede anular la coacción ejercida por un vampiro. Es decir, ya puedes intentar controlar toda su mente todo lo que quieras que no va a funcionar. Nicole se queda muda ante mis palabras y continúo hablando.

— Podrías haberle regalado cualquier baratija con verbena para evitar que alguna vez fuese controlada pero no lo hiciste. ¿Quieres saber por qué? Porque sabías que tarde o temprano tendrías que hacerle olvidar.

Su respiración se acelera y puedo escuchar como su corazón bombea a gran velocidad.

— ¿Vas a negarlo? —presiono.

— ¿Sabes qué? Piensa lo que quieras —dice ella con los dientes apretados. Se da media vuelta y se aleja por el pasillo.

Sé que estoy en lo correcto. Mantener en secreto lo que somos no es algo complicado si se posee el control sobre uno mismo, pero siempre hay alguna ocasión en la que los humanos escuchan o ven algo que no deberían. Cuando esto ocurre hay dos opciones: matarlos o hacerles olvidar. Desde mi punto de vista Nicole ha hecho bien en no proporcionarles verbena a sus amigas.

El timbre suena y me apresuro a mi primera clase: Historia. Necesito algo que me distraiga un poco.

Ya en mi asiento, en una de las mesas junto a la ventana, escucho como el profesor habla sobre el Tratado de San Ildefonso en el que España cede Luisiana a Francia durante las Guerras Napoleónicas.

— El acuerdo sería llevado en el más estricto secreto, hasta el punto de que el propio Manuel Godoy no tuvo conocimiento de él hasta un mes después de su ratificación por el rey...

Recuerdo aquel día, Godoy estaba muy cabreado. Creo que se puso más gordo después de lo que estaba antes. Hay gente que alivia el estrés comiendo. Él claramente se pasó un poco.

— Además España le entregó a Francia 6 navíos de guerra de 75 cañones cada uno.

— 74 —murmuro.

— ¿Disculpe? Kilian ¿verdad?... ¿Ha dicho algo?

El profesor de historia es un hombre con el pelo canoso y nariz rechoncha. Posicionado en el centro de la clase con el libro abierto entre sus manos me mira molesto.

— He dicho que cada navío tenía 74 cañones, señor. Puede comprobarlo si quiere —le ofrezco sabiendo que tengo razón.

Él pasa la página y busca el párrafo en el que se encuentra el dato. Su ceño se frunce y sonrío satisfecho.

— Vaya... es cierto. Me disculpo —dice él.

Varias risitas se escuchan desde las esquinas de la clase y su cuello se pone rojo como un tomate. Punto para mí.

Mi conocimiento por desgracia no es infinito. Sólo conozco la parte de la historia en la que he estado presente y bueno... yo estuve allí el día en que los navíos zarparon.


Drinking BloodTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon