Los mercenarios

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La sede local del gremio de mercenarios era un edifico de dos plantas, pintada de color blanco, distinguiéndose del resto de edificios por su techo de forma ovalada.

Contrario de lo que pensé en un principio, parecía que había bastante actividad en esta ciudad tan pequeña, pues muchos mercenarios entraban y salían de la sede. La mayoría eran jóvenes, estaban cerca de mi rango de edad actual. Tal vez en este lugar se inscribían muchos novatos, aunque también había algunos que parecían ser veteranos, pero esos eran muy pocos.

Nada mas entrar comencé a inspeccionar el área. en una parte había varias mesas con sillas de madera donde algunas personas sentadas conversaban entre ellas, intercambiando información o comiendo. De vez en cuando se podían escuchar algunas risas. Al fondo se encontraba el mostrador, en donde varios recepcionistas jóvenes atendían a los mercenarios, cambiando objetos por dinero o dándoles algún trabajo.

Sarah se dirigió hacia ahí casi saltando de alegría, en una ocasión, inconscientemente, se trasladó casi un metro hacia adelante, al parecer fui el único que se dio cuenta, pues los demás no se sorprendieron o ya estaban tan acostumbrados a espectáculos como ese que no les importo. Muchos de los mercenarios sonrieron al verla tan entusiasmada, la niña se podría convertir en alguien muy popular, eso era seguro.

Mientras me acercaba hacia donde ella me esperaba, me di cuenta que nadie me prestaba la más mínima atención, de nuevo parecía que era invisible, la verdad estoy agradecido, no me gusta ser el centro de atención, a lo mejor es mas por costumbre que por otra cosa, pero así evito ganarme enemigos. Pensándolo bien, podría haber sido espía en mi otra vida, nadie jamás me notaria, o un asesino en esta, lo único es que no me gustaría matar a nadie, si ya matar a los monstruos me provoca algo de remordimiento, matar a una persona podría llegar a quitarme el sueño por el resto de mi vida. O al menos eso creo.

—¡Apresúrate!

Sarah regreso para tomar mi mano y llevarme casi a rastras hasta una fila para acceder al mostrador. Mientras esperábamos nuestro turno tres personas se acercaron a nosotros, eran aquellos que conocimos en la puerta de la ciudad.

—¡Así que vinieron niños! —exclamo el enano.

A pesar de hablar en plural ellos solo miraban a Sarah, con sonrisas en sus rostros, solo la elfa me lanzo una rápida mirada, para, después de sonreír picara, voltear hacia Sarah.

—Buen día, ¿en qué te puedo ayudar? — preguntó el joven recepcionista, interrumpiendo a Sarah antes de que pudiera hablar.

—¿Que? ¡Oh, si! ¡Quiero unirme al gremio!

—Está bien, llena esto por favor.

El recepcionista le di a Sarah una hoja donde ella comenzó a escribir entusiasmada, luego d terminar de llenarla se la regreso al joven.

—Ahora coloca tu pulgar aquí —continuó el joven y señalo la parte baja de la hoja, que brillo cuando ella coloco su dedo—. Se te entregara una placa con tu nombre y rango en unos minutos, se inicia en rango 15° hasta rango 0. Los trabajos que se te pueden asignar son de acuerdo a tu rango, si quieres subirlo de inmediato puedes hacer una prueba en el patio con uno de los examinadores.

Los rangos, casi lo olvidaba, según el diario de George, los rangos de cada mercenario se clasifican: del quinceavo como el más bajo, hasta el cero.

De los rangos uno al cinco la placa es dorada, del seis al diez plateada y del once al quince blanca. El rango cero es negro, siendo el más alto y difícil de conseguir. Si quieres entrar a la academia siendo un mercenario, entre más alto sea tu rango, más fácil es que te acepten. Mientras estés estudiando seguirás siendo mercenario, pero una vez graduado lo debes dejar.

Theria Volumen 1: Un Nuevo Mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora