Ataque.

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El centro de la ciudad-fortaleza era muy animado, miles de personas caminaban por el extenso parque que rodeaba el árbol protector, también llamado por los lugareños Ci'lefanie, que en su lenguaje significaba "sombra divina". Ninguna persona podía acercarse a él, solo la raza de los Feils viven en su tronco. Nada en el mundo podía mover a esas pequeñas criaturas de su hogar, vivían ahí desde antes que los colonizadores llegaran y seguirían ahí mucho tiempo después de que Wingerd desapareciera. O al menos eso se decía.

—¡Es hermoso! —Aria miraba embelesada los pequeños nidos que las pequeñas hadas habían construido sobre las ramas de Ci'lefanie.

—Primero debimos ir a dejar nuestras cosas y dormir un rato —me queje.

—Ahorita vamos. ¡Oh! ¡Mira! ¡Que es eso!

—Solo he visto dibujos, pero creo que son Juns —le respondí.

Aria señalaba un instrumento de cuerdas cónico del tamaño de una tuba, que era cargado por un Kabil, el y otros miembros tocaban una melodía a la sombra del árbol. Había visto ilustraciones y esquemas, pero aun no entendía como diablos alguien podía tocar algo como eso. Eso si, solo hasta ahora lo había comprobado, aunque había escuchado cosas, pero la musica que emitía era sublime.

—La hadas son impresionantes —murmuró Sirien.

La joven elfa aun nos venia siguiendo, pero hablaba tan pocas veces que en momentos olvidaba que estaba ahí, aunque era algo exasperante cuando lo recordaba. Que queríamos estar solos.

—¿Acaso es la primera vez que las ves? —le pregunto Aria. Aunque al principio estaba algo molesta que nos siguiera, en poco tiempo dejo de importale—. ¿En el bosque de los elfos no hay?

—Si que hay, solo que yo jamas salí de mi ciudad. No hasta que Jine...

La joven elfo de quedó mirando a la lejanía. A lo mejor ese tal Jine era alguien importante para ella.

—Hasta que ese estúpido de Jine y sus amigos apuntaron a mi parte más avariciosa y me sacaron de la tranquilidad de mi hogar, con la promesa de que encontraría una buena vida en el continente humano y no tendría que trabajar más.

O no.

—No hablemos mas de eso. Mejor vamos a...

No pude terminar lo que decía. En ese momento se escucharon gritos provenientes desde las puertas y el ruido de edificios derrumbándose. Varios guardias armados pasaron cerca de nosotros y se dirigieron hacia donde se encontraba el desorden, uno de ellos incluso me tiró al suelo por las prisas. Bueno, al menos hizo un rápido gesto de disculpa.

—¿Es en serio? —me pregunte en voz alta. No siquiera habíamos visto absolutamente nada de la ciudad y ya la estaban atacando. Aunque no alcanzaba a ver nada desde donde estábamos, era seguro que algo muy grande había conseguido entrar a la fortaleza.

—¿Estas bien? —me preguntó Aria mientras me ayudaba a levantar.

No le pude contestar. El sonido de un rugido atronador y terrorífico resonó por toda la ciudad. Pero no provenía desde donde se estaba formando el caos, sino desde el lado contrario.

—¿Una criatura mágica? ¿En la ciudad? —Sirien estaba muy pálida. Era obvio que no tenia ninguna buena experiencia con criaturas mágicas—. ¿Que no era imposible?

—Que nunca hubiera pasado antes no significa que fuera imposible —le conteste—. Es mejor irnos de aquí antes de que las cosas se pongan mal.

—¿No piensas ayudarlos? —me preguntó Sirien, algo incrédula.

—Puede que nunca hayan atacado la ciudad, pero los guardias deben estar preparados para hacer frente a las amenazas que se lleguen a presentar. Ayudaremos más si no estorbamos inecesariamente. Además debo intentar no llamar mucho la atención.

—Eh... ¿Hill? —Aria me toco el hombro y señalo hacia el árbol.

La copa de Ci'lefanie se encontraba en llamas. Miles de pequeñas hadas huían presurosas de sus hogares, emitiendo chillidos de angustia, mientras estos eran consumidos por el fuego. Sobrevolando aquella destrucción había una enorme criatura de color negro, cuyas alas membranosas cubrían el sol. Era un dragón.

—Debe ser una broma —un dragón no era poca cosa, por su tamaño se notaba que el que nos atacaba era relativamente joven, pero aun así era un ser muy peligroso.

—¿Tyna?

Un tentáculo negro se había enroscado alrededor de Aria y parecía que le estaba hablando al oído. Aria bajo la voz hasta el punto que ya no podía escuchar lo que decía, pero era impresionante que Tyna pudiera hacer algo como eso. Si que era versátil con sus poderes.

El dragón parecía estar buscando algo, estaba muy lejos, pero era seguro porque se encontraba volando en círculos. Debido a la distancia no podía verlo bien, pero debía ser una criatura magnífica.

—Muy bien, hay que irnos —tome a Aria de la mano para llevarmela lejos de ahí. No importaba lo mucho que quisiera ver al dragón, era una criatura peligrosa y no podía correr semejante riesgo. Ya he muerto antes, pero no soy suicida y menos con ella aquí.

—Eh, peq... digo, niño, no se porque, pero tengo el presentimiento que esa cosa me esta mirando.

Mire de nuevo a la criatura cuando Sirien dijo eso. Parecía ser cierto, el dragón comenzó a descender a gran velocidad hacia donde estábamos, con su hocico lleno de fuego y apuntó de dispararnos.

—¡No es un presentimiento! ¡Viene a nosotros!

La enorme criatura nos había tomado de objetivo, no había dudas al respeto. Tome a ambas chicas y me arroje con ellas a un lado, justo cuando una llamarada impacto el lugar en donde nos encontrábamos, por suerte todos los que nos rodeaban habían alcanzado a escapar, puede que algunas estuvieran heridas, pero aún eran capaces de correr.

—¡Por que a nosotros! ¡Siempre a nosotros! —Aria no estaba asustada, sino enfadada. Se levanto y, con gran valentía, saco la espada negra de su funda para encarar a la enorme bestia.

—¡Espera, es peligroso! —grito Sirien.

Yo también quería decirle algo, pero en ese momento mis ojos comenzaron a arder nuevamente justo cuando Aria liberaba parte de su energia mágica para imbuirla en su arma. Ya había visto eso antes, no me sorprendió, lo que realmente me extraño fue la elfa a mi lado. Al igual que a Tyna en aquella ocasión, en su mano apareció un símbolo desconocido, aunque diferente al que vi en mi hermana.

El dragón, una mole imponente unos cuarenta metros de cabeza a cola, con cuernos de carnero y escamas negras cubriéndole su cuerpo, también parecía haberse dado cuenta de eso. La mirada de la bestia estaba enfocada en Sirien, a pesar de que era evidente que era una criatura ciega, pues sus ojos estaban lechosos.

También era evidente que el dragón no actuaba por voluntad propia. En la piel escamosa de la criatura estaban marcadas varias runas y en su frente se encontraba la mas grande, marcada con una cicatriz. Seguramente aquella cosa era la que lo hacia obedecer las ordenes de su maestro, seguramente era obra de Aurien. El como logro marcar a una criatura como esa era un misterio.

El dragón lanzo otra llamarada, pero fue frenada por la espada de Aria. Al manejar el mismo elemento no le hizo mucho daño, pero el impacto fue tan fuerte que la lanzo por el aire.

—Niña elfo, esa cosa te quiere a ti. Corre hasta la casa de huéspedes y no te muevas de ahí hasta que te lo ordene, ¿me oyes?

—S-si...

—¡Ahora!

En cuanto Sirien comenzó a correr el dragón intento seguirla. Claro que no lo iba a permitir, me debía una por golpear a Aria.

Me puse enfrente de la criatura y comencé a cargar mi espada. A lo lejos pude ver como algunos  guardias de la raza de los Kabils se dirigían volando hacia donde nos encontrábamos, pero eran pocos, el resto debía estar enfrentándose a lo que fuera que estuviera atacando al otro lado. Aun así serian de ayuda. Tenia un plan, pero necesitaría a todos los que pudiera para llevarlo a cabo.

—Demonios, yo solo quería una tarde de ocio —murmuré.

Theria Volumen 1: Un Nuevo Mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora