Encontrar la solucion.

2.8K 325 15
                                    

Clarisse

-¡Toma a los chicos! ¡Protégelos! ¡Yo me encargare de la bestia! -me ordeno el maestro, mientras encaraba a aquel monstruo con su espada ya desenvainada.

Obedeciéndolo, corrí hacia los jóvenes elfos. Si estuviéramos en otras circunstancias, no importa lo mucho que lo respetara, no acataría esas órdenes del maestro. Pero mientras peleábamos con la bestia que salio del foso, los elfos fueron rodeados por las criaturas que vivían en esta aldea y no podían pelear, pues parecían encontrarse bastante lastimados, por lo tanto yo debía protegerlos.

Ataque a una de las criaturas antes de que pudiera reaccionar. Soy algo recia a matar a otros seres vivos, no me gusta, me hace sentir un dolor profundo en mi pecho. Pero había veces que no tenía opción, como en este momento. Siempre que ocurrían casos como este, me obligó a mí misma a recordar que si no lo hago, la vida de los que aprecio podría ser segada. En esta ocasión podría ser mi maestro el que cayera, así que mi corazón debería cerrarse para evitarlo. Ser su espada y escudo, esa es la misión que me di a mí misma.

-Tranquilos, lo resolveremos. El maestro puede encargarse de la bestia, no se preocupen por eso -les dije a los elfos.

Uno de los seres lanzo su arma contra mí desde la distancia, pero fue destruida antes de tocarme. Era una suerte que estuviera hecha de hueso, pues si fuera de algún material con alta resistencia mágica, no podría destruirlo.

Más de aquellos seres me atacaron arrojando sus lanzas, intentando golpearme con garrotes o agitando filosas hachas. Gracias al entrenamiento que había recibido en el control de magia por parte de mis maestros, ningún arma consiguió tocarme, aunque sufría un gran desgaste de energía cada vez que destruía sus armas y mataba a los que se acercaban demasiado. Pero los seres no parecían tener miedo de mí, no importaba cuántos de ellos cayeran sin gran parte de su cuerpo, seguían atacando, hasta el punto que me dejaron con la duda si realmente aprecian sus vidas.

Escuche como la bestia lanzaba un potente rugido, que se escuchó a pesar del sonido de truenos que emitían los ataques del maestro. Asustada, mire por un segundo el lugar donde luchaban, para asegurarme que nada le había ocurrido. El maestro estaba bien, esquivaba con agilidad las zarpas de la bestia y después atacaba con su espada, que lanzaba relámpagos y rugía cada vez que chocaba contra la dura piel de la criatura, la cual ya tenía una enorme herida en uno de sus imponentes brazos. Al parecer el maestro estaba concentrando todos sus ataques en un solo punto.

Sentí un dolor agudo en el brazo y fui arrojada contra el barro. Mientras estaba distraído uno de los seres más grandes, ataviado con una armadura de cuero grisáceo, se acercó a mí y me golpeo con un imponente garrote hecho de un material color negro. Intente destruir el arma, pero fue en vano, tampoco pude destruir a la criatura, al parecer esa armadura funcionaba como protección contra la magia. Desde el suelo pude ver que más seres vestidos con aquella armadura se acercaban, los ataque, pero nada paso. El que me había golpeado sonrió con malicia al ver mi intento inútil y alzo el garrote, dispuesto a aplastarme la cabeza. En ese momento recordé una de las cosas que me enseño el maestro.

*

Una vez, mientras aun nos encontrábamos en Sarte, el maestro dio una lección en la orilla del río. En aquella ocasión nos dio a resolver un complicado acertijo. Después de varias horas casi nadie lo había logrado. Harta de eso, una de las estudiantes se levantó desafiante y le pregunto:

-¿Y esto para que rayos sirve?

El maestro, que hasta ese momento había estado paseándose entre los jóvenes, mirándolos hacer el acertijo e intentando ayudarlos a comprender, se detuvo y la miro, suspirando se colocó enfrente de todos.

Theria Volumen 1: Un Nuevo Mundo.Where stories live. Discover now