La semana más larga: Fuego.

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Aria.

No dejaba de pasearme, nerviosa porque me había tocado el primer combate y mi oponente era el anciano, quien meditaba sobre un viejo tapiz con los ojos cerrados y las piernas cruzadas. Quisiera estar tan tranquila como él, pero me era imposible, después de todo era mi primer pelea uno a uno.

La batalla contra el cazador no contaba porque eso fue una masacre unilateral.

A diferencia del día anterior, al llegar a la academia nos condujeron a una habitación más pequeña, donde solo los que quedaron en pie el día anterior podían estar. Muchos se quejaron, pues querían que la batalla se repitiera, cosa normal dado que la sacerdotisa vino y sacó a casi todos, pero al parecer algo había pasado la noche anterior y por eso apresuraron todo, incluyendo esto.

De hecho, ningún barco pudo salir del puerto, ni podría hacerlo hasta nuevo aviso.

Pero eso no era todo, también me tenía preocupada Hill. La noche anterior tampoco había regresado, por lo que los nervios y la ansiedad me estaban consumiendo, pese a que Frey me repitiera una y otra vez que era normal para los mercenarios ausentarse durante días. Ni siquiera pude comer esta mañana, nada pasaba por mi garganta y el agua me sabía a tierra. El nudo en mi estómago no hacía nada más que crecer conforme pasaban las horas. No sabía por qué, pero tenía el presentimiento de que algo malo le había pasado.

Tyna y Sarel llegaron la noche anterior, muy tarde. No los dijeron donde estuvieron, pero sí que tenían algo importante que decirnos, pero debíamos estar todos juntos. Después cada uno se metió a su habitación y no salieron a despedirnos esta mañana. Debían estar muy cansados.

—¡No pongas esa cara. —Suzanna se acercó a mí sin que me diera cuenta y me dio una palmada en la espalda—. ¿Acaso es la primera vez que haces esto?

—Pues... si —respondí, intentando no vomitar—. ¿Acaso tú no? ¿Ya has hecho estas cosas antes?

—¡Por supuesto que no! —contestó con una carcajada—. Pero estoy segura que lo lograre.

—¿Entonces por qué luces tan confiada?

—Porque soy fuerte —dijo ella sonriendo con alegría—. Además, si yo no creo en mí, nadie lo hará.

Una voz anunció el comienzo del primer enfrentamiento. El anciano se levantó, sereno, y camino hacia el anfiteatro, mientras yo me mantuve unos momentos más en mi lugar, pero después de suspirar e intentar controlar los temblores de mis manos, lo seguí.

Al salir tuve que cubrir mis ojos del radiante sol de mediodía. Pero solo la luz me afecto, no sentía nada de calor. Aunque inquietante, era la prueba de que el fuego estaba de mi lado.

La plaza del anfiteatro no había cambiado nada, pero por obvias razones estaba vacía, lo que la hacía parecer aún más grande de lo que era en realidad. El grito casi ensordecedor de la audiencia inundo el ambiente, lo que me hizo imposible seguir el consejo de Suzanna, pues sentía como las miradas de todos se concentraran en mí. Mire hacia donde estaban los espectadores, en un vano intento de encontrar a Hill entre todos aquellos extraños. Fue inútil, estaba sola... mareada... todo se veía borroso...

Fue una ilusión, era seguro, pero por un momento pude ver a mi madre en lo más alto, sonriendo. Lágrimas comenzaron a inundar mi rostro al recordar las palabras que le dije a Yunei en Morien: "quiero ser un héroe". Para bien o para mal este era mi primer paso.

No te acobardes ante un oponente, siempre plántale cara y, sobretodo, siempre ten en cuenta porqué luchas.

Esta frase se la dijo la heroína Zieb a su discípulo antes de partir para salvar su pueblo natal de una horda de demonios. La historia me la contó mi madre y era una de las que contenían el libro que leía con ella esas tardes que mi padre nos dejaba encerradas en esa lúgubre habitación.

Theria Volumen 1: Un Nuevo Mundo.Where stories live. Discover now